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Importancia de las Escuelas de Padres

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Alba García Barrera Profesora adjunta en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA)
¿Quién no ha escuchado alguna vez a unos padres preguntándose por qué su hijo no nació acompañado de un libro de instrucciones? Esta expresión en forma de queja tan frecuente denota que los padres a menudo se sienten poco preparados para afrontar la educación de sus hijos y todo lo que conlleva.
 
Educar a un niño, tanto dentro como fuera del contexto escolar, requiere, en primer lugar, de sensatez y sentido común, pero también de otras muchas herramientas y recursos que conviene conocer. Algunos son transmitidos de padres a hijos en cuanto estos últimos comienzan a enfrentarse a los problemas de la paternidad, otros los ofrecen familiares o conocidos, pero todos ellos a través de su propia experiencia, sobre lo que a ellos les ha funcionado. Sin embargo, en esto de la educación no existen recetas mágicas: lo que sirve para un niño es probable que no sirva para otro, y aunque tratemos de hacerlo de la misma manera, los resultados puede que no sean los esperados. ¿Y qué hacer entonces? Aquí es cuando observamos el desasosiego, el desconcierto, las dificultades, las preguntas al entorno cuando el ego lo permite, las contradicciones… y en definitiva, la falta de respuestas válidas.
 
Quien es padre sabe que no resulta fácil ser un buen padre, y que incluso cuando se actúa a sabiendas de que es por el bien de nuestros hijos nos asaltan mil dudas y la eterna incertidumbre de si verdaderamente lo estaremos haciendo bien, si nuestras respuestas y acciones estarán siendo las adecuadas. El miedo al error, a la equivocación, a veces inunda el alma de los padres, que se sienten solos e incomprendidos ante una tarea tan común pero compleja como es educar a un niño.
 
La escuela, como segunda fuente socializadora y educadora de los niños, debería tener el deber ético y moral, así como la obligación normativa, de proporcionar la formación y el apoyo que los padres necesiten en la educación de sus hijos. Porque la educación no termina en casa ni en el centro escolar: la educación debe ser responsabilidad de todos, como sucedía en las antiguas paideias griegas. Y la escuela de padres, por tanto, debería ser una condición sine qua non de toda escuela de niños… Porque solamente complementándose se pueden obtener unos buenos resultados y un cambio en la sociedad.
 
Los centros educativos no deben dejar de lado en ninguna de sus acciones a los padres, sino que deben trabajar juntos, como aliados, mano a mano y dispuestos a trabajar, a escucharse, a apoyarse y a mejorar juntos. Porque ambos tienen mucho que aportarse. Y es por ello que, sin duda, uno de los pilares elementales de toda comunidad educativa debe ser siempre la familia.
 
Los docentes deben tener un contacto constante con los padres de sus alumnos a través de la acción tutorial, que no solamente debe contemplar a los educandos, sino también a sus educadores más directos, entendiendo por ellos al núcleo familiar más próximo al niño (ya sean abuelos, tíos…), que también debería ser partícipe de su educación y, por tanto, estar involucrado activamente en ella.
 
Dicha acción tutorial puede verse aumentada y reforzada a través de iniciativas como las Escuelas de Padres, cuyo programa suele abordar algunas de las cuestiones que más utilidad pueden tener para mejorar y facilitar el rol como padres. Aunque además de ello, sería conveniente que dicha Escuela tuviera siempre una parte del programa abierta, receptiva a las inquietudes, sugerencias y preocupaciones de los padres, a fin de darles respuesta y aconsejarles de una forma más personalizada.
 
Contar con el apoyo de expertos que de forma cercana y desinteresada atiendan y resuelvan las dudas que puedan surgir acerca de la forma en que criamos y educamos a nuestros hijos resulta normalmente tranquilizador. No obstante, para que la fórmula de la Escuela de Padres funcione siempre tiene que existir una predisposición por parte de los padres a aprender, a aceptar críticas y a reconocer posibles fallos o errores, así como aciertos. Sin dicha actitud o predisposición no es posible obtener buenos resultados a partir del desarrollo e implementación del programa.
 
Entre las múltiples ventajas de las Escuelas de Padres se debe destacar, en primer lugar, el fomento de los lazos familia-escuela, favoreciendo una implicación y participación activa de los padres o tutores en la educación de los niños, dando a conocer lo que se hace dentro del aula, ayudando a que los padres colaboren en las tareas escolares complementando lo que se ha trabajado, fortaleciendo y reforzando las competencias y el aprendizaje adquirido, complementando las tareas y actividades realizadas en clase, etc. Otra de sus ventajas es que ofrece una formación educativa familiar que ayuda a mejorar el desarrollo de los niños, dando a conocer sus diferentes etapas psicoevolutivas y sus correspondientes necesidades, y mostrando técnicas, recursos y herramientas para la resolución de conflictos cotidianos, la detección de posibles problemas, el refuerzo o la extinción de conductas o comportamientos, facilitando pautas para la comunicación asertiva, afectiva y efectiva con los niños, etc. Y otra de las numerosas ventajas que cabe mencionar es que puede ayudar a los padres a conocer cómo abordar algunas de las áreas transversales que deben trabajarse en las escuelas pero que rara vez forman parte real de su currículo oculto, como por ejemplo la educación sexual, la educación afectiva, la educación vial, la educación ciudadana, la educación en valores o la educación para la salud. Todas ellas áreas cruciales en la formación y el desarrollo de los niños y que sin duda deben reforzarse y alimentarse de la educación que se recibe dentro del entorno familiar.
 
Por último, cabe destacar que cuando hablamos de Escuelas de Padres ya no tenemos por qué pensar en la clásica reunión presencial en la que un grupo de familias se sienta frente a un experto a escuchar lo que tiene que contarles o transmitirles. Incluso también podemos ir más allá de la visión algo más constructiva y significativa en la que ese experto trabaja con dichas familias a través de dinámicas grupales activas. Porque, de hecho, una de las quejas más frecuentes y uno de los motivos que más peso tiene a la hora de que muchos padres decidan no acudir a dicha Escuela de Padres cuando un centro la oferta, no es precisamente el desinterés o la falta de preocupación, sino la falta de tiempo. Un tiempo imposible de recuperar y que ya les está robando su jornada laboral u otros asuntos que les impiden disfrutar de sus hijos todo lo que quisieran. Por esta razón algunos centros y asociaciones están transformando esa visión clasicista de la Escuela de Padres en algo más innovador, accesible y ubicuo, que no robe ese tiempo a los padres y además se amolde a sus horarios. En la mayoría de casos optando para ello por blogs o wikis, pero pudiendo hacerse extensible a través de otros medios o herramientas digitales que también permiten la interacción tanto síncrona como asíncrona de sus participantes, como podrían ser las plataformas LMS o los muros virtuales, de sencillo manejo y que invitan a una participación activa entre sus integrantes.
 
No obstante, pese a todo lo expuesto, cabe recalcar que la Escuela de Padres es solamente una iniciativa más de las muchas que se pueden llevar a cabo para facilitar los procesos y aspectos expuestos en este artículo, y que tanto los centros educativos como las propias familias deberían permanecer siempre en contacto y abiertas a emprender trabajos comunes que favorezcan la educación y el bienestar de los niños.
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