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Buscar el rol de las AMPA con las AMPA. Un reto imprescindible

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Maria Jesús Comellas i Carbó, Profesora emérita del Departamento de Pedagogía Aplicada Universitat autònoma de Barcelona (UAB)
Una primera idea a considerar es que el movimiento de madres y padres tiene una característica particular: la constante renovación de los socios. Las madres y los padres abandonan el AMPA (Asociación de Madres y Padres del Alumnado) cuando sus hijos e hijas salen de la enseñanza obligatoria.
 
A pesar de esta limitación en el tiempo las AMPA continúan hoy en día siendo una de las formas organizativas de las familias que tienen gran interés si bien es preciso realizar un análisis en profundidad para encontrar un espacio de participación  en el proceso educativo de sus hijos e hijas más amplio, que permita superar los aspectos menos afortunados de la experiencia anterior y mejore el funcionamiento actual de la mayoría de AMPAS.
 
Para realizar este análisis se propone que sean los colectivos implicados: escuela y  el AMPA para revisar su funcionamiento, objetivos así como las relaciones para que la reciprocidad sea posible.
 
Las prácticas extendidas en relación  a la organización de actividades extraescolares, sin duda útiles, por parte del AMPA, ha desviado y ahogado la mirada hacia otras oportunidades más propias de una asociación de padres y madres vinculadas al centro educativo como dinamización de las familias en relación a acciones educativas y especialmente ser un puente que potencie las relaciones con el centro educativo con el fin de  lograr lo que sobre el papel está previsto: reforzar la comunidad educativa.
 
Por ello su espacio y protagonismo debe ir más allá de lo que está previsto por ley:
  • Colaborar en las actividades educativas de los centros.
  • Facilitar la representación y participación de los padres y madres del alumnado en los Consejos escolares y  partir de acuerdos.
Las relaciones entre la familia y la escuela deben permitir que todas las familias puedan acercarse a la cultura escolar especialmente en el momento en que hay diversidad de culturas escolares no sólo por el fenómeno migratorio sino también por la variedad de modelos de escuela que hay en nuestro país, San Fabián (1994).
 
De aquí la necesidad de poner el foco del análisis en las oportunidades de comunicación  entre el centro y el AMPA, para que, conjuntamente, se fortalezca la identificación de los objetivos educativos y el compromiso mutuo y compartido para contribuir a mejorar el proceso educativo de todo el alumnado. Mayordomo (1999).
 
La idea fundamental es que los objetivos educativos no pueden lograrse de forma separada porque deben constituir el eje fundamental de la educación, más allá de los aprendizajes escolares, y esto exige colaborar y establecer puentes de reconocimiento mutuo entre las familias y el profesorado que de paso a posibilidades la colaboración con identidad propia y de común acuerdo Comellas (2009), favoreciendo la dinamización de las familias asociadas de forma que repercuta en todas las familias  no sólo en las primeras etapas del proceso educativo sino hasta el final de la secundaria.
 
El liderazgo, en principio, debe ser del centro educativo, para que sea posible dicha colaboración. La finalidad debe centrarse en reforzar los objetivos educativos a los que todas las familias deben tener acceso y buscar acciones que puedan derivarse favoreciendo la participación presencial o virtual, colectiva o individual evitando los estereotipos, prejuicios e interpretaciones en relación al interés educativo de las familias en base a la participación presencial en las actividades que se pueda organizar.
 
Estas relaciones deben centrarse en aspectos nucleares del proceso educativo valorando especialmente los aspectos relacionales, madurativos, actitudes, convivencia, relaciones y un largo etc. propio de las etapas educativas. Por ello se debe pensar en la totalidad de familias, como personas asociadas, que deben ser consideradas antes de plantear las exigencias del centro educativo en relación a las obligaciones de la familia sobre el aprendizaje curricular ya que no todas las familias pueden implicarse sea por horarios laborales, formación, exigencias de la vida cotidiana o por considerar que la vida familiar debe tener una dinámica sin tensiones escolares.
 
Es fundamental que se  valore que no sólo se aprende en la escuela sino también fuera de ella y el contexto familiar debe ser un marco de aprendizaje de la realidad, de despertar actitudes positivas hacia la escuela y el aprendizaje y un lugar privilegiado de trasferencia de los contenidos aprendidos en la escuela Comellas (2014). El tiempo familiar no debe estar absorbido por los aprendizajes escolares sino que debe permitir participar en las obligaciones domésticas y favorecer otros aprendizajes vitales, fortalecer las relaciones y dinámica familiares y por ello no deben estar contaminadas por exigencias escolares ya que finalmente la escuela acaba siendo el centro de la vida infantil y adolescente y las criaturas se ven sólo como alumnos y no como personas que deben tener momentos para realizar otras actividades  imprescindibles para el proceso madurativo.
 
Ciertamente de forma conjunta familia y escuela deben tener expectativas altas y razonables para sus hijos considerando la edad y características personales,  confianza en su progreso, en sus posibilidades de mejorar no sólo vinculadas a los aprendizajes académicos sino al aprendizaje en general por ello han de permitir la adaptación a la sociedad con el máximo de confianza. No se trata de metas concretas a corto plazo sino de procesos.
Es importante que busquen formas específicas de expresar, habitualmente, la confianza en el potencial de desarrollo, despertar confianza, motivación y una actitud positiva hacia su proceso de aprendizaje. 
 
Lógicamente la escuela tiene un lugar importante para potenciar estas expectativas. Por ello en las conversaciones la escuela, las actividades, escolares i extraescolares,  lo que se hace a lo largo del día son temas de interés compartido no en clave de control sino de interés para dar fortaleza a la vida cotidiana, lo que se aprende,  potenciar la necesidad de poder explicarlo y compartirlo con otras personas, poniendo énfasis en el protagonismo en la participación de niños y niñas y adolescentes.
 
De forma compartida se debe acompañar el desarrollar de actitudes positives hacia el hecho de aprender y fomentar buenos hábitos de participación, autonomía, responsabilidad lo que repercutirá en los hábitos de trabajo ya que además, a medida que se avanza en los cursos superiores, los factores que afectan directamente el rendimiento académico son ajenos al control parental y se evidencia la importancia de haber inculcado actitudes, competencias personales, hábitos como la constancia, la capacidad de pedir ayuda, la planificación… aspectos que inciden en la gestión de las distracciones y permiten superar las crisis de confianza, la constancia y tenacidad para encarar las exigencias y los conflictos de manera  constructiva Anne Kidder (2013), y sin duda familia y escuela  puede enseñar directamente.
 
Partiendo de estas ideas que pueden ser revisadas, cuestionadas pero no ignoradas se pone en evidencia el rol dinamizador de la escuela con las AMPA para favorecer el acercamiento de las familias en temas de ecuación, más importantes que muchas informaciones que pueden  ponerse a  disposición de las familias en entornos virtuales y centrar la relación en la comunicación escogiendo el lenguaje adecuado, adaptar los horarios de reuniones, provocar situaciones de relación entre las familias con la finalidad de mejorar el conocimiento mutuo potenciando el apoyo mutuo y las complicidades. Esto es posible y adquiere mucha fortaleza si también hay participación directa del alumnado: teatro, decorar el aula antes de la reunión porque motivaran a las familias para asistir al centro.
 
Con este enfoque global más centrado en los procesos educativos el AMPA tiene un rol muy importante por ser el colectivo de identidad de las familias y como grupo protagonista de esta relación. Las escuelas en las que hay participación y colaboración de padres y madres tienen en común la participación activa del personal docente, que no implica siempre presencial, con una gestión de equipo sobre la base de familias delegadas de cada clase, lo que permite mantener y potenciar un contacto directo con todas las madres y padres y favorecer que participen en las juntas del AMPA al igual que las comisiones que pueden ser sólo de familias o mixtas (familias y profesorado)  formando una red de información y participación. Abelló (2010)
 
Bibliografia
 
ABELLO. L. (2010) Les associacions de mares i pares. Característiques, objectius i  dificultats. Educar, 2010, núm. 45, p. 81-98.
 
BOLIVAR, A. (2006). «Familia y escuela: dos mundos llamados a trabajar en común».
Revista de Educación, 339, 119-146.
 
COMELLAS,M.J. (coord.) Missio,M.; Sánchez,L; García,B.; Bodner,N.; Casals,I. Lojo,M.; (2013). Familia, escuela y comunidad: Un encuentro necesario. Barcelona.Octaedro,
 
AV. (2009) Escuela y familia compartir la educación. Barcelona. Graó.

AV.(2014) Educar no és tant difícil. Barcelona. Eumo
 
EPSTEIN, J. (2001). School, family, and community partnerships. Preparing educators and mproving schools. Boulder, CO: Westview Press.
 
GARRETA, J. (2008). La participación de las familias en la escuela: las asociaciones de
madres, padres de alumnos en España. CEAPA-Universitat de Lleida.
 
AV.(2003). La integración sociocultural de las minorías étnicas (gitanos e inmigrantes). Barcelona: Antrhopos.
 
KIDDER ,A. (2013) El paper de les famílies en la millora de l'escola i del sistema educatiu. Barcelona. Fundació Bogfill. Debats d'Educacio. nº 33.
 
MAYORDOMO, A. (1999). Estudios sobre participación social en la enseñanza. Castelló:
Diputació de Castelló.
 
SAN FABIÁN, M. (1994). «La participación». Cuadernos de Pedagogía, 222, 18-21.
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