Encuentra tu curso ideal

9%

¿Qué quieres estudiar?

Reflexiones y retos del sistema educativo español

Artículo de opinión


  • Valora

  • Deja tu comentario
Miguel Ángel Belmonte, Director del departamento de Humanidades y Ciencias de la Educación Universitat Abat Oliba CEU (Barcelona)
Cuando hablamos de Educación Comparada, fácilmente caemos en el error de tratar los diversos sistemas educativos como si fueran competidores en una carrera internacional donde lo importante es quedar por delante de los demás, aunque sea "de penalti injusto y en el tiempo de descuento". Pero los problemas de ese enfoque son varios: primero, ¿quién acaba logrando que sus criterios para unas pruebas estandarizadas prevalezcan? Es bien sabido, por ejemplo, que el currículum finlandés es el que mejor cuadra con el tipo de áreas y el tipo de preguntas de las pruebas PISA (Programme for International Students Assessment). ¿Quiere decir eso que habría que repensar, por ejemplo, el curriculum en España en función de las pruebas PISA? Evidentemente, no. Sería como si un diestro agarrara la raqueta con la izquierda para parecerse más a Rafa Nadal.

Segundo, ¿si nuestro país mejora en las pruebas internacionales pero nuestros vecinos mejoran más, hemos mejorado o hemos empeorado? En perspectiva competitiva, hemos empeorado. Pero ¿significa eso que hemos de copiar lo que hayan hecho los países que han mejorado? Craso error. Singapur, California o Flandes salen muy bien parados en términos de educación comparada. Entonces ¿a quién imitamos? Porque los tres lugares mencionados tienen una cultura educativa y una legislación bien diferentes. ¿Imitamos la ratio de países exitosos como Corea del Sur y ponemos a 45 alumnos por aula? Que nadie se asuste, pero en esta moneda la cara de la disminución paulatina de la ratio–facilitadora de la tarea docente- se ve ensombrecida por la cruz de la disminución del nivel de los docentes. ¿Y si aumentamos más dinero en los sueldos de los docentes o en las infraestructuras de los centros? ¿Será la solución? Pues no tiene por qué ser la solución: en Estados Unidos o en el Reino Unido vienen aumentando el presupuesto en educación sistemáticamente desde hace décadas y no mejoran los resultados en pruebas internacionales. En Finlandia los maestros de primaria cobran menos que en España y menos que la media de la OCDE ¿mejorarán los resultados por subir los sueldos a los maestros o mejor bajarlos para parecernos en algo a Finlandia? Si invertimos más en infraestructuras y, por ejemplo, construimos miles de escuelas infantiles, ¿reduciremos el fracaso escolar? Lo que es seguro es que aumentaremos el tiempo que pasa la criatura en la escuela a lo largo de su vida. Pero ¿a mayor índice de tiempo vivido en la escuela corresponde mayor éxito educativo? Desde luego, no. En España el 28% de los menores de 2 años están escolarizados, mientras que en la Unión Europea y en los países de la OCDE no se sobrepasa el  4%... pero tenemos tasas de fracaso escolar superiores a la media de una y otra. Quizás la solución está en no cambiar nada.

Desde 1970 hasta el día de hoy ¿cuántas leyes orgánicas educativas hemos ido sufriendo los españoles? Y si a ello le sumamos las leyes educativas a nivel autonómico ¿cuántos cambios de marco legal educativo ha ido sufriendo el sistema? ¿Cuántos reajustes, reinterpretaciones del marco legal, "reformas" y "contrarreformas"? Lo que más se resiente tras los cambios sucesivos es la confianza en el sistema educativo. Ni padres ni docentes ni, mucho menos, los políticos, confían en él. ¿Podemos pedirles a los alumnos que se esfuercen por satisfacer las exigencias de un sistema educativo en el que nadie confía? Podemos pedírselo pero que nadie se extrañe si prefieren no hacerlo. ¿Qué adulto se esfuerza sin confianza en el sentido de lo que hace? Nadie. Pues los niños tampoco. Algunos educadores actuales con buen criterio han puesto el acento en una evidencia: lo que comparten Singapur, Flandes o Finlandia es la confianza en su sistema educativo y poca cosa más. Y la confianza no la podemos importar ni legislar1. Otros han matizado la importancia que tiene vincular tal confianza con la recompensa al esfuerzo y la defensa de un canon literario permanente2. Sólo premiando el esfuerzo y reconociéndonos colectivamente deudores agradecidos de las generaciones pasadas (cosa que viene implícita en la idea de canon literario) puede invertirse el proceso generalizado de desconfianza y puede potenciar un clima de agradecimiento hacia familia y escuela como el que llevó a Albert Camus –cuando le comunicaron la concesión del Nobel de Literatura- a pensar en primer lugar en su madre casi analfabeta y en un maestro de primaria que confiaron en él y sin cuyos amores y ejemplos nada habría sido posible. Sólo un sistema educativo que permita el milagro cotidiano de que la confianza, el esfuerzo y el amor se encarnen en ejemplos de carne y hueso podrá salir victorioso en cualquier comparación.

Notas al pie:

1.- Gregorio LURI, La escuela contra el mundo, Ediciones Ceac, Barcelona, 2010.

2.- Inger ENVIST, La buena y la mala educación. Ejemplos internacionales, Ed. Encuentro, Madrid, 2011.
Deja tu comentario
Ver comentarios