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Reaprendiendo a enseñar

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Fernando Vargas, Licenciado en Psicología y Coach Ejecutivo Ontológico (ACTP). Director del Área de RRHH de IDE-CESEM (Madrid)
Nadie pone hoy en duda que vivimos en un mundo dominado por la tecnología y en el que, gracias a los avances tecnológicos, podemos realizar acciones que hace poco más de dos décadas eran prácticamente impensables. A las personas nacidas durante los años 80 y 90 o posteriormente,  se las considera "nativas digitales" pues han crecido en un entorno digitalizado y predominantemente tecnificado. La pregunta entonces es saber si la generación digital ha aprendido del mismo modo que lo hicimos los "inmigrantes digitales", o sea, aquéllos que nacimos con anterioridad. Parece que el ser humano sigue aprendiendo básicamente por exploración y descubrimiento, de ahí que las metodologías donde el que aprende se muestra activo, sigan siendo las más favorecedoras de aprendizajes significativos. La diferencia es que un niño hoy en día aprende a explorar una Tablet o un Smartphone del mismo modo que antiguamente lo hacíamos con un muñeco o con un juego de construcción.

A las avanzadas nuevas generaciones no parece resultarles un problema este contexto ni los gadgets que se van encontrando en su entorno. Aprenden a pensar y razonar con la misma lógica con la que estos aparatos han sido diseñados. Así pues, parece que de un modo natural y por simple mecanismo Darwiniano de adaptación al medio, las nuevas generaciones están "aprendiendo a aprender" de un modo distinto, adaptado a su entorno pero sustentado en las mismas bases del aprendizaje humano. Incluso pareciera que tanta tecnología les ayuda a ir evolucionando más rápido en razonamientos complejos y en procesos de toma de decisiones o en el desarrollo de la psicomotricidad fina o de destrezas óculo-manuales.

La paradoja de esta situación tecnológica, se encuentra al trasladar todos estos avances a las aulas formales, tanto de contextos educativos infantiles, juveniles como de adultos, y consiste en que en la mayoría de los casos, los nuevos recursos didácticos están en manos de personas que no somos nativos digitales, pues hemos nacido antes de la revolución tecnológica.

Los interrogantes entonces son: ¿estamos preparados el profesorado para "aprender nuevas formas de enseñar"? ¿Alcanza con incorporar tecnología en el aula? ¿Requiere, además, un cambio de mentalidad y de hábitos por parte del cuadro docente?

Para responder a estas preguntas me gustaría empezar por la definición de "recurso". Según la R.A.E. en su segunda acepción, se dice del "medio de cualquier clase que, en caso de necesidad, sirve para conseguir lo que se pretende". Así pues, en las aulas hoy en día, los recursos didácticos siguen siendo instrumentos o medios, al servicio del fin, que es el aprendizaje de los alumnos. La base de cualquier acción formativa sigue siendo la correcta definición de los objetivos de aprendizaje, la elección de la metodología y el uso de los recursos más adecuados, para ponerlos al servicio de los participantes y su aprendizaje. Es en este sentido, que el uso de TIC en el aula, ayuda a potenciar el rol activo del que aprende y permite tener una experiencia más global, interactiva y dinámica.

En cada caso, deberá analizarse qué TIC es la que mejor se adapta y potencia el proceso de aprendizaje que se quiere propiciar o incluso puede llegarse a decidir que no es una metodología TIC la que lo consigue. Por eso, creo que las TIC seguirán estando al servicio de los alumnos y deberán ir avanzando para dar respuestas a necesidades educativas. Sería un error, incorporar TIC en el aula sin mayor sentido pedagógico, simplemente por moda o porque es lo que se lleva.

Por otro lado, el aula debe preparar a los alumnos para el futuro y ser un reflejo de la realidad en la que se desenvuelven cada día. Por tanto, si la realidad está llena de tecnología, sería un anacronismo imperdonable que el aula no avanzara al mismo ritmo o incluso a una mayor velocidad, para anticiparse a las necesidades de aprendizaje de la sociedad. Se requiere, con dispuesta convicción, que el equipo docente aprenda nuevas formas de enseñar y para ello debe estar abierto a desarrollar nuevas formas de pensar, no solamente aprender a usar nuevas herramientas. Debe incorporar hábitos de uso de TIC  en su vida cotidiana para familiarizarse con el mismo razonamiento que se desprende del uso de estos recursos.

En definitiva, el profesorado tiene por delante el "reto de aprender nuevas formas de aprender, para convencerse de que necesita desarrollar nuevas formas de enseñar". Lo contrario sería una incongruencia imperdonable de un colectivo que se supone tiene el compromiso de preparar a los demás para el futuro.

En mi experiencia en el aula, me parece indispensable hoy en día el uso de algunas TIC como las Pizarras Digitales Interactivas (PDI), que permiten atraer la atención o personalizar anotaciones a cada grupo según sus necesidades específicas sobre la base de un contenido general previamente definido; la conexión a través de webinars, que permite acercar la formación a las personas (y no al contrario), sin que la distancia sea un obstáculo; el uso de Tabletas no sólo como repositorios de contenidos sino también como recurso de exploración y conexión 2.0; las tareas que requieren investigación y navegación por la red para completar la formación con metodologías multicanal a través de podcasts, vídeos o revisión documental internacional; o las redes sociales y los entornos colaborativos que potencian el aprendizaje en red. Todo ello, son avances de la tecnología que están integradas en la vida cotidiana de los hogares y que, por tanto, no pueden no estar en el lugar donde se potencia y desarrolla el conocimiento, que es en las aulas. De lo contrario, las aulas dejarán de ser ese lugar y aprenderemos más rápido fuera de ellas.
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