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¿Cómo un pulpo en un garaje?

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Mª Ángeles Mejías Martín; Susana Simón Paúl. Psicólogas. Miembros del equipo psicológico de las Escuelas Infantiles PROJARDIN (Madrid)
Nos agrada mucho poder colaborar en este monográfico acerca de las Altas Capacidades. Al trabajar como psicólogas desde hace mucho tiempo con niños de 0-4 años en escuelas infantiles, hemos podido conocer a niños talentosos, niños brillantes, niños sobredotados, etc. desde sus primeros meses de vida. De algunos de ellos, tenemos datos longitudinales, que han completado nuestras propias observaciones y evaluaciones durante el tiempo que estuvieron con nosotros.

El artículo que les presentamos, contiene anécdotas y vivencias reales de sus protagonistas. Con él hemos intentado compartir, tanto nuestra experiencia con estos niños, como nuestra estrecha vivencia con sus familias.

A través del formato especial con el que hemos coloreado dicho artículo, pretendemos transmitir una visión clara pero profunda acerca de las características de estos niños y de sus necesidades, sobre las que creemos que debe pivotar la intervención en sus diferentes etapas escolares.

Desde esos primeros años de vida del niño de altas capacidades, ya encontramos que existen unas bases comunes que no recogen las pruebas estandarizadas. Constatamos que se trata de niños a los que les ha costado adaptarse, que son grandes conversadores, que poseen una sensibilidad extraordinaria y, algunos, tienen una determinada habilidad fuera de lo común.

Todos y cada uno de ellos, han dejado una huella especial en nosotros.

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Me llamo Nacho. No soy muy grande, tengo 20 meses, el pelo castaño y bastante barriga. Acabo de empezar la escuela infantil. He venido con mi mejor amigo: mi chupete (¡y que no me lo quiten!).

Observo a todo y a todos: este cambio no me gusta nada. Gema, mi maestra, me dice que juegue con los demás, me disfraza, me invita a que pinte, a que manipule arena y agua,… pero ¡no me apetece! ¡No quiero hacer eso! Estas personas y yo no tenemos los mismos intereses. ¡No me voy a adaptar nunca!

Dos meses después, conseguí encontrar una actividad que me gustaba hacer con mi profe: contar. ¡Cuento hasta 200! Los mayores dicen que soy extraordinariamente curioso, pero también  poco raro, especial: observo sin parar, pregunto sin parar.

Sé hablar y conversar desde hace tiempo, pero no siempre me interesa compartir las cosas que pienso. Incluso un día, en la escuela, le dijeron a mi mamá que iba algo retrasado en lenguaje.

Mi amigo Jorge, sin embargo, no para de ¡hablar!, aunque tampoco para de llorar (le molesta todo) y no para quieto. También es un "especial", como yo, pero a él le dicen además, que es hiperactivo.

En el coche, me gusta jugar con papá al veo-veo: "Papá, veo-veo… algo que tiene todos los colores menos el marrón y negro". No fue nunca capaz de adivinarlo…

Fui con mis tíos a un centro comercial. Vi dos ascensores y me pregunté cuál de los dos bajaría primero si llamábamos al único pulsador que había. Me dijeron, que bajaría primero el que más cerca estuviera de nosotros. Esa noche, no paré de darle vueltas: ¡esa explicación no sirve! ¿Y si estuvieran los dos en la misma planta: cuál llegaría antes entonces?

Preguntas como éstas, a veces sacaban de quicio a mis padres: "¿cómo se llaman las constelaciones? ¿Los niños salen por la vagina o por la tripa?, juguemos a decir palabras con "h", etc.

Desde los 3 años, me interesa mucho más estar con los otros niños. ¡Me encanta organizar su juego, "liderarlo"!

Acabé la escuela infantil y mis padres buscaron para mí un colegio donde se hablaban varios idiomas. ¡Eso sí que fue difícil! Aprendo rápidamente otras lenguas pero no me siento cómodo allí. Me gustan los ambientes en los que hay más flexibilidad y puedo dar más rienda suelta a mis múltiples intereses.

Alguna tarde voy a jugar a casa de Jorge. En su nuevo colegio también le llaman "especial" y, además, Asperger. Jorge es un portento de la lectura. Recuerdo que ya desde los 2 años, podía leer todo lo que escribían los adultos de su alrededor. ¡Cómo se quedaban de sorprendidos!

¿Cómo podemos encajar en un sistema educativo cuando hemos sido capaces de aprender, por ejemplo, a leer sin ninguna ayuda? Como se suele decir ¿somos como un pulpo en un garaje?

Una vez, me enfadé mucho, con todo y con todos, y se me ocurrió escribir una lista de 10 deseos:

1. Soy una persona, ante todo. No sólo una calculadora, no sólo un almacén de memoria y no sólo un ordenador. Si acabo pronto mis tareas del aula… ¡que no me den más! Que me den algo diferente (¡no me gusta repetir las cosas!).

2. ¡Colorear es aburrido! Deseo aprender, conocer, dialogar, indagar,…

3. Deseo CREAR, dar rienda suelta a mi pensamiento divergente.

4. Que tengan paciencia conmigo: cuando algo me interesa mucho, no quiero dejar de hacerlo.

5. No soy tonto, pero tampoco Einstein. No quiero que mis padres me atosiguen a actividades, cursos, talleres. Deseo poder ELEGIR, y tengo gran capacidad para razonar y dilucidar qué es lo que me interesa.

6. Como a veces me siento mal conmigo mismo, deseo que me ayuden a canalizar mis errores, los errores de los demás, mi afán de perfeccionismo.

7. No es fácil ser como soy y "encajar" en el grupo. Quiero que me ayuden a respetar, a tolerar, a aceptar normas, personas y situaciones diversas.

8. Que no me COMPAREN (ni con mis compañeros, ni con mis amigos, ni con mis hermanos). Si soy diferente, deseo impulsar yo mismo mis cualidades.

9. No soy un adulto, aunque a veces de esa impresión. No deseo cargar con responsabilidades o emociones ajenas que no puedo gestionar.

10. Deseo ser feliz, aunque va a ser difícil…

Por cierto, mi palabra del "veo-veo", la que no consiguió adivinar papá, era… la primavera.
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