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Alejandro Martín Soto. Subdirector del Instituto Superior de Derecho y Economía - ISDE
Como escuela de estudios de postgrado nuestra experiencia nos dice que, más allá de ramas o áreas de conocimiento, los estudios y competencias más demandados son aquellos que preparan verdaderamente para ejercer con solvencia una profesión desde el primer día.

Dada la actual situación económica, la gran cantidad de candidatos entre los que las empresas pueden elegir y las necesidades actuales de las mismas, éstas van a elegir a quienes tengan la capacidad de aportar valor a la empresa de manera inmediata, sin requerir una preparación y un periodo más o menos largo de adaptación.

Si bien es cierto que esta orientación de los estudios se ha revelado hoy como más especialmente necesaria, en el fondo siempre hemos pensado que es la más acertada para instituciones como la nuestra. Nuestra labor debe consistir, en primer lugar, en seleccionar a aquellos alumnos que tengan no sólo las capacidades intelectuales precisas, sino sobre todo las cualidades humanas necesarias, para después darles la formación que necesitan.

Una vez que tenemos claro a quiénes deben dirigirse los programas y cuál es el objetivo de los mismos, tan sólo queda por decir cuál es el método que debe emplearse y a cargo de quién debe estar la formación.

En cuanto al método no somos originales. El sentido común y la historia revelan que la única manera de aprender una profesión es mediante la práctica guiada por quienes ya sean reputados profesionales.

En cuanto a quiénes deben ser los encargados de guiar esa práctica no basta con que sean profesionales en el ámbito de los estudios del programa, sino que deben contarse entre los reconocidos como los mejores especialistas, a lo que deben sumar una gran capacidad didáctica para sacar de los alumnos todo el potencial que tengan.

De este modo, en los diferentes programas, los alumnos deben ensayar una y otra vez con el tipo de casos con los que les tocará lidiar en su vida profesional, reproduciendo además las circunstancias en los que los mismos tendrán lugar. Todo ello sin olvidar que, quienes imparten las clases, no deben proveer con conocimientos particulares para casos particulares, sino con los conocimientos y habilidades generales que habrán de ser empleados para resolver los casos particulares.

Es bien cierto que el fenómeno de la especialización, que comenzó con el nacimiento de la empresa capitalista, no sólo no ha disminuido su velocidad, sino que se ha acelerado. Ciertamente la especialización es necesaria. Fundamental en el actual contexto. Pero ello no debe hacernos olvidar que un riesgo al formar especialistas es caer en un tipo de estudios para formarlos que los convierta en aquello que dijo Ortega y Gasset: "Especialistas son quienes saben mucho sobre poco, cada vez más sobre menos, hasta que finalmente saben todo sobre nada".

Por tanto, según nuestro modo de ver las cosas, la formación que ofrezca las máximas garantías, no sólo de acceder al mercado laboral, sino de tener éxito en el mismo, debe reunir una serie de características que enumeraremos a continuación.

En primer lugar una correcta selección del área en que cada uno ha de formarse. No todos valemos igual para todo ni todo nos agrada de la misma manera. Quien esté buscando la formación más idónea no debe buscar a la hora de hacerlo sólo aquellas especialidades que hoy cuenten con mayor demanda, sino aquellas para las que mejores capacidades tenga y en las que vaya a poder desarrollar con mayor agrado y pasión su vida laboral.

En segundo lugar ser formado con el método correcto y por las personas adecuadas. Sólo quien sabe hacer sabe enseñar a hacer y sólo practicando se aprende una profesión. Además esto debe venir acompañado de una correcta actitud del estudiante. De nada sirve tener a los mejores para formarnos si  no damos lo mejor de nosotros mismos para aprovecharlo.

En tercer lugar que la especialización venga siempre acompañada de aquellos principios y habilidades generales que son imprescindibles y que servirán de ayuda y guía para la resolución de los casos particulares.

Por último es importante recordar que la formación no termina nunca. Un profesional debe continuar formándose siempre para que sus conocimientos y habilidades estén actualizados. De esto dependerá siempre su empleabilidad. Esto sólo se hará si se tiene la necesaria motivación, para lo que es necesario hacer las cosas por los motivos correctos. Para ello que cada quien tenga bien claros sus valores y objetivos y que se acuerde de revisarlos para tener siempre claro por qué y para qué hace las cosas que hace.
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