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"Hay que buscar una combinación intencionada de formación en el centro escolar y desempeño en el centro de trabajo. Para ello hace falta disponer de una figura contractual que compatibilice formación y trabajo"

Entrevista


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Entrevista a Melcior Arcarons. Director general de Formació Professional Inicial i Ensenyaments de Règim Especial del Departament d'Ensenyament de la Generalitat de Catalunya
La formación en alternancia consiste en combinar las prácticas en empresas con la formación teórica. Algunos países, como Francia, impulsan contratos de formación en alternancia que permiten articular los periodos de formación teórica y los periodos de adquisición de competencias en una empresa. Desde el Gobierno catalán, ¿se realizan o se han planteado realizar experiencias de formación en alternancia en la FP?

La idea de combinar la formación teórico-práctica en el centro formativo con prácticas en la empresa no es nueva. Se generalizó a partir de 1990, cuando la Ley de ordenación general del sistema educativo previó un período obligatorio de prácticas formativas al final de los ciclos formativos de FP. Pero lo que en Cataluña pretende ahora el Departamento de Enseñanza es algo substancialmente distinto. Queremos dar un paso más decidido hacia la formación dual. Se trata de establecer un nuevo modelo para la formación profesional inicial que permita a los alumnos, a lo largo de su proceso formativo, alternar la formación en un centro docente con el trabajo productivo tutelado en una empresa relacionada. Para ello habrá que organizar un proceso simultáneo y coordinado de formación y trabajo.

Desde hace siglos sabemos que la experiencia laboral práctica cualifica. No obstante, en la actualidad, los puestos de trabajo en una economía del conocimiento requieren dosis crecientes de competencias instrumentales básicas, así como competencias técnicas, organizativas, personales y sociales. Por ello, hace ya mucho que no se puede pensar en un aprendizaje exclusivamente basado en la práctica. Hay que buscar una combinación intencionada de formación en el centro escolar y desempeño en el centro de trabajo. Para ello hace falta disponer de una figura contractual que permita a los estudiantes de formación profesional inicial incorporarse a la empresa de forma compatible con la formación escolar.

Antes disponíamos del contrato para la formación. Pero tenía inconvenientes, entre ellos una exagerada limitación de la edad del trabajador en formación. Ahora disponemos del nuevo contrato para la formación y el aprendizaje, que la reciente reforma laboral ha flexibilizado un poco. Pero a mi juicio aún no es un instrumento idóneo para aquel propósito. Facilitaría mucho las cosas disponer de un contrato especialmente diseñado para favorecer la alternancia entre la formación escolar i el trabajo.

¿Qué ventajas y desventajas suponen los contratos de formación en alternancia aplicados a la Formación Profesional?

Estamos convencidos que la participación de los alumnos en las tareas propias de las empresas aportará una formación valiosa a los jóvenes y les permitirá alcanzar en la empresa algunos de los resultados de aprendizaje que ahora, con mayor dificultad, hay que obtener el en centro docente. Una de las ventajas que presenta la práctica en un entorno laboral real sobre la práctica escolar es la autenticidad. Con frecuencia es muy difícil replicar en el centro escolar la presencia de determinados ingredientes de la actividad real. No se trata sólo de que los centros docentes no suelen tener tecnologías tan avanzadas como las que encontramos en las empresas. Se trata, además, de que el entorno auténtico del centro de trabajo, con sus clientes reales, su contexto organizativo, su actividad orientada a la venta, sus plazos de ejecución, sus relaciones humanas, es irreproducible mediante las metodologías usuales de simulación escolar. Es difícil, por ejemplo, replicar en el centro de formación profesional las condiciones de trabajo en Educación infantil sin tener niños en el aula, o las de la animación turística sin turistas reales, o la de Restauración sin disponer de clientes en un restaurante. No cabe duda de que se puede obtener un valor añadido en términos de formación si se realizan determinadas prácticas en una organización productiva real. No obstante, no estamos hablando de generalizar en poco tiempo este modelo. No todas las empresas están ahora mismo en condiciones de incorporar alumnos de FP en proceso formativo a su organización. Vamos a experimentar para afinar el modelo y acumular experiencia.

¿Qué diferencia existe entre este tipo de formación y las prácticas que se realizan en la FP en Catalunya?

Actualmente todos los alumnos que cursan ciclos formativos de grado medio o de grado superior han de realizar un módulo de formación práctica en centros de trabajo. De ordinario, se realiza hacia el final del ciclo formativo. Durante unos meses alternan la formación con la actividad en una empresa sin existencia de relación laboral. El modelo que proponemos presenta dos novedades: mayor duración del desempeño en la empresa y mayores resultados formativos. La actuales prácticas en empresa permiten ensayar la inserción laboral, practicando la adaptación del alumno a un centro de trabajo, así como ejerciendo competencias técnicas previamente alcanzadas en el centro de formación. En una formación dual, se pretende que el alumno alcance mediante la práctica laboral tutelada unos resultados de aprendizaje que en la actualidad hay que alcanzar en el centro formativo. Se trata pues de un nuevo marco que fomente la cooperación entre centro y empresa, que les permita compartir responsabilidades formativas.

¿Qué perspectivas de cambio se prevén para la Formación Profesional?

Refiriéndome exclusivamente a la formación profesional inicial, la del sistema educativo, observamos varias tendencias que presumiblemente van a seguir actuando en el futuro: un crecimiento mayor que el que cabria esperar por la mera acción de los condicionantes demográficos, un diferencial positivo en la inserción laboral de los jóvenes titulados de formación profesional, una mayor flexibilidad de las ofertas de formación (incluyendo la formación no presencial, así como la adaptación de los perfiles profesionales a las necesidades específicas de empresas concretas o colectivos singulares), una mayor integración la formación inicial y la formación permanente, una intensificación de la conectividad de la FP con las demás etapas educativas, incluyendo la universidad y una mayor relación de cooperación con la empresa. En buena parte de estas tendencias, el elemento motriz no va a ser principalmente la administración educativa, sino la formación de redes colaborativas entre los centros y las empresas de su entorno socioeconómico, aunque a la administración le corresponde orientarlas y facilitarlas.
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