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Los impulsores de la economía

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José Mª Guijarro y Jorge. Doctor en Economía y Subdirector del Instituto Tecnológico de Óptica, Color e Imagen (AIDO) (Valencia)
Innovar es lograr que se abra camino en el mercado un producto o servicio nuevo, realizado de una forma diferente. Exige una especial motivación, un carácter innovador, inquieto e inconformista que permite mirar al mundo de otra manera, siempre desde la ilusión. Algo que, dada la coyuntura económica actual, parece cada vez más complicado. Sin embargo, lenguas tan ancestrales como las asiáticas ya simbolizaban la palabra crisis con dos caracteres, uno representa el peligro y el otro la oportunidad.

Una oportunidad en cuanto a que el acceso a un gran mercado de consumidores constituye para cualquier empresario un verdadero estímulo que puede redundar en la mejora de factores competitivos como la dimensión, la especialización, la introducción de procesos innovadores, de calidad y de diseño. El riesgo está representado por las dificultades de adaptación al nuevo escenario económico y, en consecuencia, a la pérdida de cuota de mercado por no ser competitivos sectorialmente a nivel global.

La posibilidad de adaptarse a los cambios con mayor rapidez que el resto de las empresas constituye una importante ventaja competitiva. En ese sentido, nuestra tierra, siempre unida al comercio y la empresa, ha dado muestras de no tener aversión al riesgo de iniciar mercados diferentes, nuevos servicios y productos originales, pese a la que nos está cayendo encima.

El pensador Edmund Morris comenta en uno de sus últimos libros que "la historia admira a los sabios, pero eleva a los valientes". Valientes, considero yo que son aquellos ciudadanos de la que se animan a constituir una nueva empresa. La lástima es que en el año 2010, según datos del informe elaborado por el Instituto de la Empresa y que se denomina "Global Entrepreneurship Monitor (GEM), solo el 4,3% de la población activa española se embarcó en el impulso de un nuevo negocio, lo que supone la tasa más baja desde el año 2000.

Precisamente por eso, los emprendedores son los verdaderos héroes de la economía, son los generadores permanentes de empleo y los motores de los sectores productivos nacionales. El 50% de las innovaciones tecnológicas y de procesos provienen de este segmento empresarial, y este número aumenta a 95% en el caso de tecnologías disruptivas o innovaciones radicales.

Hay que tener en cuenta que la nueva situación está protagonizada por un consumidor que dispone cada vez de menos tiempo, busca más comodidad, aumenta el deseo de personalización, disminuye la fidelidad en la compra, está más sensibilizado ante los precios y tiene una menor percepción en cuanto a la diferenciación de los productos. Por lo tanto, la función básica de la empresa ya no es la obtención de resultados a través de su cuenta de explotación. Ahora, lo que se busca fundamentalmente es hacer clientes, mantenerlos, desarrollarlos y maximizar su rentabilidad.

Sin duda, es necesario que en circunstancias como la que vivimos estos héroes de la economía cuenten con todo el apoyo posible. En ese sentido, la intervención de las Administraciones Públicas y de los organismos intermedios de apoyo juegan un papel importante que está claramente condicionado por el nivel de profesionalización en la gestión, la cualificación de la mano de obra y el tamaño de la estructura con la que se va a trabajar.

Pero, lejos de la realidad, no se debe iniciar una empresa pensando exclusivamente en lo que nos puede aportar la Administración, si no que se trata de algo mucho más complejo. Emprender es enfrentarse a la vida profesional con un talante innovador y creativo, con las ganas y la ilusión del que inicia un proyecto en el que va a invertir mucho tiempo y dinero. Estoy convencido de que en la oscuridad en la que parecen inmersos hoy en día los mercados una nueva idea o producto brillará más que nunca.

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