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¿La inmovilidad laboral forma parte del ADN de una sociedad?

Editorial

No hay un factor natural, climático o genético que defina irremisiblemente cuál es el comportamiento de los humanos y, en concreto de los españoles, en relación con la movilidad laboral. Si que hay factores económicos y culturales que intervienen y explican el comportamiento de los ciudadanos en relación con los cambios de residencia por motivos laborales o de estudios.


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Enric Renau. Editor
El período de potente crecimiento económico de la pasada década provocó fuertes migraciones hacia España. Migraciones desde Iberoamérica, del norte de África, del Este de Europa y, de todo el mundo. Pero también partieron de aquí miles de jóvenes y no tan jóvenes para trabajar en compañías multinacionales, organismos internacionales o en ONGs, universidades o centros de investigación de todo el mundo.

En los años 60 y 70 del siglo XX, se produjeron migraciones interiores desde las zonas más empobrecidas de la Península –Andalucía, Extremadura, Murcia, Galicia- a las más dinámicas –Catalunya, Madrid, País Vasco, Valencia-. Y también marcharon a Francia, Suiza o Alemania personas en busca de un futuro.

Si tirásemos del hilo de la historia veríamos que hay episodios de todo tipo que afectan a lo que podríamos denominar movilidad laboral o migraciones. En un sentido o en otro.

No hay, pues, un factor natural, climático o genético que defina irremisiblemente cual es el comportamiento de los humanos y de los españoles en concreto, en relación con la movilidad laboral. Si que hay factores económicos y culturales que intervienen y explican el comportamiento de los ciudadanos en relación con los cambios de residencia por motivos laborales o de estudios.

Actualmente estamos en un momento de "impasse", a mi parecer. Existen elementos de nos dirigen hacia un sentido y otros en el contrario. Voy a poner algún ejemplo.

Las migraciones extracomunitarias que han crecido tanto en los inicios del siglo XXI, ahora están invirtiendo su sentido, aunque a un ritmo mucho más lento. El boom inicial y la crisis económica actual han hecho mella.

La propia crisis ha acentuado un proceso de deslocalización connatural en un mundo cada vez más globalizado. Ello también comporta que más de un empleado o directivo haya aceptado desplazarse a otro centro productivo o de decisión para seguir desarrollando su carrera profesional.

El atractivo de algunas ciudades o áreas económicas han conllevado atracción de talento o personal con ganas de progresar. Pero también el encarecimiento del precio de la vivienda y la falta de políticas de vivienda pública han dificultado residir cerca del puesto de trabajo. Han nacido nuevas formas de movilidad –los commuters- que pasar muchos minutos al día para desplazarse desde casa al trabajo o viceversa. O las personas que pasan unos días en una ciudad y otros en otra, de forma continua. Y los que se dedican a la actividad comercial.

Último ejemplo. ERASMUS y Bolonia favorecen el intercambio y la movilidad de estudiantes, pero la proliferación de centros universitarios en el territorio lo frena.

En definitiva, hay factores de tipo económico y político que pueden impulsar o frenar la movilidad laboral. En un momento en el que hay un paro galopante y oportunidades en varias partes del mundo, la movilidad puede ser una respuesta individual.

Enric Renau
Editor

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