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Primar a los mejores

Editorial

No me parecen mal los intentos de primar los centros que mejores resultados obtenga su alumnado, ponderando, de algún modo, el esfuerzo realizado en función de los colectivos a los que formen. No me parece mal que la dotación pública a los centros tenga relación con el éxito, siempre que no se afecte a la calidad docente, lo que implica un esfuerzo de evaluación permanente y transparente y de comprensión y reequilibrio de los resultados según el contexto socioeconómico en el que impacta.


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Enric Renau. Editor
El sistema educativo ha experimentado en las últimas décadas algunos cambios significativos. Uno de ellos es el crecimiento de la inversión en análisis socioeconómico y de estadística. La razón principal es la creencia que una mejora de la comprensión de lo que ocurre en las aulas puede propiciar una mejora de las políticas educativas y, como consecuencia, del desarrollo de un país.

No seré yo quien niegue la bondad de la realización de estos estudios empíricos y los esfuerzos en implementar actuaciones a tenor de sus conclusiones y en divulgarlos.

Sin embargo, la ducha de informes que se presentan cada mes de septiembre con el inicio del curso nos deja a todos bien mojados.

Por fortuna, los datos van encajando y hay algunas conclusiones que se van consolidando para el futuro.

De estas semanas, la primera idea ya confirmada es que existe una relación directa entre el nivel de formación de los padres -sobre todo de las madres- y el éxito escolar. Dicho de otro modo, sólo un 20% de los hijos de padres sin estudios superiores consigue finalizar una carrera universitaria y la tasa de abandono escolar es 17 puntos más alta.

Conclusión: La educación reduce pero no elimina las diferencias sociales.

Otra idea de interés aportada esta semana es que la tasa de rendimiento universitario se ha estancado. En Catalunya, por ejemplo, el ratio de créditos aprobados sobre matriculados sólo ha mejorado tres puntos en siete años y se sitúa en un 71%. Ello significa que el incremento generalizado de los presupuestos públicos en educación superior y de la cuota de la matrícula pagada con los fondos públicos hasta el 90% no ha significado una mejora del objetivo principal de la política universitaria: formar mejor a más personas.

En ambos casos, mi conclusión es parecida. Las políticas educativas generales tienen un efecto a medio-largo plazo. La aceleración del cambio en algunas dinámicas como la reducción del abandono escolar o el retraso o abandono universitario exigen actuaciones concretas a la medida de las necesidades específicas de los distintos colectivos que menores resultados académicos obtienen y que simbolizan las desigualdades sociales que influyen en la educación.

No me parecen mal los intentos de primar los centros que mejores resultados obtenga su alumnado, ponderando, de algún modo, el esfuerzo realizado en función de los colectivos a los que formen. No me parece mal que la dotación pública a los centros tenga relación con el éxito, siempre que no se afecte a la calidad docente, lo que implica un esfuerzo de evaluación permanente y transparente y de comprensión iy reequilibrio de los resultados en función del contexto socioeconómico en el que impacta.

Enric Renau Editor
editor@educaweb.com
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