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Mujeres y hombres en las aulas universitarias: realidad y utopía

Artículo de opinión


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Magdalena Suárez Ojeda. Profesora de derecho administrativo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y miembro del Instituto de Investigaciones Feministas de la UCM (Madrid)
Dentro de nuestro contexto social aún hoy existe la tendencia a delimitar de un modo sexista la elección de los estudios superiores. Parece que las causas pueden ser múltiples, me voy a referir a dos de ellas: una estaría en relación con procesos culturales en los cuales las mujer estaría mas dedicada a la atención y servicio a los demás, por tanto, las carreras técnicas caerían fuera de esa órbita; otra explicación está ligada más a determinadas potencialidades naturales que hacen más incompetente a uno de lo sexos para desempeñar cierto tipo de actividad o estudio.

Respecto la primera consideración, es necesario señalar que no hay carrera universitaria que no esté ligada al bienestar social y la creación de un mayor y mejor nivel de vida de las personas. Decir alegremente que arquitectura, ingeniería de caminos o informática no facilita la vida de otros seres humanos, resulta a mi juicio un error lamentable, y está sustentado sobre una premisa falsa.

En lo que refiere a la incidencia de los factores biológicos quizá resulte la respuesta más inquietante de todas a la pregunta que se nos formula, ya que, eliminaría a radice la incorporación de las mujeres de modo generalizado a las carreras técnicas, parece que por el simple hecho de cursar una carrera técnica "las mujeres se convertirían en hombres” por hacer lo que éstos hacen. Confundiendo la naturaleza, la esencia con el rol. O a la inversa, jamás las mujeres en su conjunto podrán alcanzar los éxitos de los hombres en este ámbito porque no están dispuestas naturalmente para ello. Creo que éste es el último fleco de unas teorías que han llevado al desastre y la destrucción de la propia dignidad del ser humano; se dijo que las mujeres no eran tan listas porque tenían el cerebro de menor tamaño, que iban a alterar a los hombres si compartían las mismas aulas, cuando ya las mujeres se empezaron a incorporar más significativamente no estaban capacitadas para trabajar, es decir para desarrollar y aplicar lo aprendido; después que era mejor por más adecuado los estudios de farmacia y filosofía y letras, y un largo etcétera de consideraciones de esta estirpe. ¡Cuántas más barbaridades tendremos que oír!. Creo que hay que huir de ello como si del mismísimo demonio se tratara.

No podemos ocultar la ralentización de la incorporación de las mujeres a las carreras técnicas pero pienso, por otro lado, que el avance ha sido impresionante. La mujer ha protagonizado la mayor revolución no sangrienta de la historia de la humanidad, en tres cuartos de siglo, de no existir mujeres en los estudios superiores ahora mismo alcanzan un 60% de media en el conjunto de las licenciaturas. Ello no puede valer para relajarnos de modo complaciente y sí para trabajar en lo no conquistado.

Por supuesto, no estoy negando que las capacidades son diferentes para las personas, no todos tenemos las mismas. Lo que creo es que hay que eliminar todo factor cultural ligado a prejuicios sociales que limiten a priori al ejercicio de determinados trabajos y el plantearse el estudio de ésta o aquella carrera. Quiero decir con ello que, en ocasiones las aptitudes se conocen pero a veces se descubren. Hago con ello referencia a la posibilidad de que las mujeres oculten inconscientemente sus capacidades para no entrar en mundos que le son ajenos y le van a plantear un plus de desgaste psicológico. Ello entre otros múltiples factores que pueden alejarlas de los estudios técnicos.

No se puede perder la ocasión, ahora histórica que nos brinda la incorporación al Espacio Europeo de Educación Superior para abrir las puertas que no se han abierto todavía. Para ello el papel de la educación primaria y secundaria es primordial. Eliminar limitaciones mentales tanto en las chicas como en los chicos, que unas se sientan capaces y que ellos no se sientan amenazados por la presencia de mujeres en lugares "tradicionalmente masculinos” es una labor que comienza en los pañales. Si no se ha hecho se tendrá que intervenir en cualquier momento de la vida de los sujetos. Introduciendo asignaturas de igualdad en los planes de estudios, formando al profesorado para abordar este tipo de temas y facilitando a todos los niveles la formación continúa, porque lo que nos jugamos no es poco. No hay que ver nunca los movimientos de liberación de la mujer como una lucha irrefrenable de seres débiles en perpetuo estado de nervios sino como un avance de la humanidad que lleva a un equilibrio en el reparto de tareas entre hombres y mujeres. Que todos sean capaces de hacer más cosas es la principal arma contra la pobreza, la incultura y el subdesarrollo.

Aprovecho, en fin, estas líneas para defender sin reservas el beneficio que produce la presencia equilibrada de lo masculino y lo femenino, como reflejo del equilibrio natural en todos los órdenes tanto en su dimensión personal como social.
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