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La formación inicial del profesorado: una apuesta por la reflexión, la tutorización y la coordinación

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Ana Cobos Cedillo. Presidenta de Asociación de Orientadores y Orientadoras de la provincia de Málaga (AOSMA)
El novelista del siglo XIX José María de Pereda decía que "la experiencia no consiste en el número de cosas que se han visto, sino en el número de cosas que se han reflexionado”, en la formación ocurre algo similar.

El aumento de años en la formación inicial de los profesionales de la educación, ya sea en la teoría como en las prácticas, no tendrá consecuencias positivas si no lleva aparejada la reflexión acerca de la misma, esto es, entre calidad y cantidad, siempre que nos movamos en términos razonables, me quedo con la primera.

La apuesta por el aumento en la cantidad de años de formación es adecuada, siempre que se acompañe del intento por mejorar la calidad de la misma, ese es el verdadero reto, luego, ¿cómo mejoramos la calidad de la formación inicial de los profesionales de la orientación?

En principio, deberíamos tender a romper ese hiato tan frecuente en educación entre la teoría y la práctica, que hasta se traduce en el trabajo de los escolares cuando entienden cosas diferentes por "hacer los deberes” o por "estudiar”. Estudiar sin hacer una reflexión práctica de lo estudiado es algo así como hacer una memorización sin sentido, como fotografiar un texto y almacenarlo en la memoria inmóvil, estático, para mirarlo, recordarlo, como a una foto. En el sentido contrario, hacer prácticas sobre algo, sin un conocimiento profundo de la teoría que las sustenta, es hacer trabajos mecanizados, como autómatas que repiten unas instrucciones, sin saber de dónde proceden, ni adonde les conducen.

Por ello, los contenidos relativos tanto a la historia como a la teoría de la educación, filosofía y sociología de la educación, son relevantes en la formación básica de un enseñante, pues sirven para comprender cómo es el sistema educativo y qué función ocupa ella o él como profesional de la educación dentro de todo el engranaje, por ejemplo, basta simplemente con tomar conciencia de en qué medida nuestras actuaciones educativas contribuyen a reproducir o a transformar la sociedad, o para no perder de vista que los tiempos pasados siempre fueron "peores”, tan sólo hay que asomarse a la historia, la historia de las clases medias y bajas, la historia de la discapacidad o la historia de las mujeres.

Con una mayor formación teórica, aparejada de una reflexión guiada por veteranos y veteranas, el profesorado novel comprenderá que cuántos mas años de educación obligatoria contemple un país, más bienestar redundará en una sociedad, por lo que entenderá que es necesario dar una respuesta educativa al alumnado desmotivado, una respuesta desde dentro del sistema, que retrase la incorporación al mundo laboral de este alumnado en condiciones precarias.
Con esta formación teórico-práctica coordinada entre la Universidad y el sistema educativo y la reflexión que proporciona la toma de contacto con la realidad, dejaremos de recomendar al alumnado de doce años, los libros que a nosotros nos gustaron a la misma edad, porque habremos tomado conciencia de los tiempos cambian, y de que, afortunadamente, evolucionan.

Además de la insistencia en la reflexión teórico-práctica, hay que incidir en que es necesaria la actualización del profesorado en torno a contenidos más técnicos, como son las metodologías, la didáctica y las tecnologías aplicadas a la educación, porque es absolutamente necesario superar el modelo actual de escuela, que es el mismo del siglo XIX, por el que pretendemos que con un enseñante que hable, 30 personas aprendan, sin más.

Este modelo arcaico, es el mayoritario en nuestras aulas, un modelo al que no han afectado ninguna de las normativas educativas, porque la base endémica en la que se sustenta sigue siendo la misma: "enseño como me enseñaron a mi”. Este modelo aburre por definición y no puede competir, ni por asomo con la televisión, Internet y todas las tecnologías al alcance de nuestros jóvenes, niños y niñas.

Las nuevas tecnologías aplicadas a la educación, ponen al servicio del profesorado, una auténtica revolución educativa, pero para verla, es necesario estar formado, saber con qué objetivos hacemos las cosas, es necesario hacer un ejercicio de reflexión e integrarlas profundamente en el trabajo educativo, sin parchear, sino dentro de un conjunto en el que todo va relacionado.

Y en la formación, por último, las prácticas, asunto ante el que el profesor Miguel Ángel Santos Guerra, hacía el siguiente símil:

"Imagínese una escuela de natación que dedicara un año a enseñar anatomía y fisiología de la natación, psicología del nadador, química del agua y formación de los océanos, costos unitarios de las piscinas por usuario, sociología de la natación (natación y clases sociales), antropología de la natación (el hombre y el agua) y, desde luego, la historia mundial de la natación, desde los egipcios hasta nuestros días. Todo esto, evidentemente, a base de cursos magistrales, libros y pizarras, pero sin agua. En una segunda etapa se llevaría a los alumnos-nadadores a observar durante otros varios meses a nadadores experimentados; y después de esta sólida preparación, se les lanzaría al mar, en aguas bien profundas, un día de temporal de enero” (Santos, 1993, citado por Torreblanca, 2003: 121).

Pues bien, las prácticas han de ser la "guinda”, de todo el pastel, lo que culmine la formación, me atrevo a decir, que lo mejor de la misma. Para ello, que duren más, será mejor, pero siempre que se acompañen de reflexión, porque se tenga la suficiente formación teórica para poder "ver más allá” y esa cuestión la aporta el "saber de la experiencia”, de ahí que sea, absolutamente fundamental que estas prácticas se tutoricen por aquellos profesionales veteranos que hayan demostrado contar con experiencia de buenas prácticas a lo largo de su trayectoria profesional. Esa es la clave, contar con los veteranos y no sólo con el profesorado, sino también con los especialistas en psicopedagogía en la práctica de la orientación, que tienen el conocimiento de la realidad escolar, como un profesional más, a la vez que la formación psicopedagógica más adecuada para formar en la práctica, aunque haya temporal en septiembre, al profesorado novel.

Bibliografía

COBOS CEDILLO, A. (2008). Los ojos de la investigación, una experiencia de formación en la práctica de la orientación educativa. Cooperación Educativa. Kikiriki. nº 88.

DAY, C. (2005) Formar docentes. Cómo, cuándo y en qué condiciones aprende el profesorado. Madrid: Narcea.

SCHÖN. D.A. (1998) La formación de profesionales reflexivos. Madrid: Paidós.

TORREBLANCA RAMÓN, M.C. (2003) Análisis de la formación inicial de los orientadores. En: FERNÁNDEZ LARRAGUETA, S., FERNÁNDEZ SIERRA, J. y RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, A. (2003) Práctica de la acción psicopedagógica en Almería. Almería: Servicio de Publicaciones de la Universidad. pp. 121-128.
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