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La escasa formación del profesorado ante el fenómeno de la violencia en las aulas

Artículo de opinión


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Juan Carlos Jaramillo Sevilla. Pedagogo y Doctor en Ciencias de la Educación. Técnico de Inserción Socio-laboral de colectivos en riesgo y conflicto social del Programa Mentor de la Xunta de Galicia (Santiago de Compostela)
La capacitación del profesorado en la actual sociedad globalizada, consistiría en ampliar y mejorar sus conocimientos a otras áreas interdisciplinares. Por ejemplo, trabajar en la resolución de conflictos; detección precoz del acoso y la violencia escolar; intervención comunitaria en valores de ciudadanía y tolerancia.

Estas cuestiones ya se tratan en el currículo académico de varias universidades en España, aunque no esta por demás profundizarlas, mediante nuevos enfoques metodológicos sustentados necesariamente en la investigación/acción.

Desde esta perspectiva y a manera de reflexión proponemos que la formación del profesorado aborde otras áreas interdisciplinares de interés social, que ayuden a detectar y prevenir el fenómeno de la violencia en las aulas, presente cada vez más en los recintos escolares.

Con relación al fenómeno de la violencia escolar, Tobeña (2001: 189-190) sostiene que la conducta agresiva tiene una base genética que puede potenciarse a través de ciertas formas de aprender, de ahí que los ritmos y los itinerarios que intervienen en el proceso de aprendizaje de cada sujeto sean muy importantes y deben tenerse en cuenta. Dicho de otro modo, este autor considera que la forma, la rapidez y la selectividad como se aprenden las cosas están supeditadas en gran medida por la genética que acompasa el aprendizaje y que puede potenciar o reducir a través de los estímulos contextuales las conductas agresivas.

Otros en cambio estiman que la inclinación de la agresividad y la violencia humana tiene raíces bastante más fundamentadas en la cultura antes que en la genética. Por ello, dependiendo del aprendizaje y la formación de valores y actitudes a que se somete a los miembros de una determinada comunidad, será más intensa la inclinación hacia la agresividad o bien hacia el diálogo, la cooperación y la convivencia intercultural. De hecho, la violencia no es un denominador común de todas las sociedades humanas, ya que han surgido otras poblaciones más pacíficas que no utilizan la violencia como un sistema culturalmente aprendido (Bastida, 1994).

La mayoría de las conductas agresivas se aprenden, ya que no existe ninguna prueba de que los seres humanos al nacer ya sepan propinar golpes. No cabe duda que el adiestramiento cognitivo y lingüístico que se requiere para proferir insultos, esparcir calumnias o tramar chantajes y demás formas de agresión es bastante complicado. En todo este proceso interviene el aprendizaje de una ingente cantidad de comportamientos agresivos de la misma forma que se aprende determinadas habilidades motoras, verbales y sociales. No obstante, el aprendizaje no surge de la nada; es decir, el aprendizaje que juega un papel preponderante en todos los ámbitos de la conducta humana y del funcionamiento cognitivo se fundamenta en la biología que lo hace posible. De ahí que sea importante tener en cuenta que el factor biológico es una parte significativa del aprendizaje (Tobeña, 2001).

En este sentido, la violencia es una manifestación biológica intrínseca de los seres humanos y que se potencia por medio de la reproducción social a través del aprendizaje persuasivo, bien sea esta, individual o colectiva, física o psicológica. Cuando se trata de una violencia física ésta se da a través del ajuste de cuentas que es una expresión que utilizan algunos grupos de violentos para aplicar una forma antagónica de justicia basada en el acoso y/ o linchamiento en contra de las personas que discrepan de sus ideas o sencillamente a las que consideran "diferentes”. Mientras que la violencia psicológica es aquella que se manifiesta por la presión que ejercen distintas formas sociales como ciertas personas, mediante el uso de la fuerza, la coacción, la amenaza y la persuasión.

Cuando los alumnos perciben a través de las prácticas educativas y sociales mensajes de una violencia inusitada de una forma increíblemente pasiva, pueden llegar a considerar que la agresividad es una forma de manifestarse con firmeza, de adquirir fama y poder, y de ser reconocidos socialmente. Es decir, pueden desarrollar determinadas estructuras psicológicas que influyen tanto en sus actitudes como en su profundo sentido de la autoafirmación, en la que el diálogo y la cooperación son elementos secundarios. De este modo, los materiales educativos y los medios de comunicación social son en parte responsables de implantar en los alumnos ideas de rechazo a lo "diferente”. El fenómeno de la "violencia” tiene una significativa implicación en la escalada de los conflictos personales y sociales, ya que forma parte de las estrategias que las personas utilizan para conseguir unos intereses muy concretos (Jaramillo, 2001).

Respecto a la violencia en las aulas Cerezo (2001: 60-64) analiza en su obra que las conductas agresivas probablemente no suceden en un solo contexto (familia, escuela), así como tampoco las reacciones de vulnerabilidad de las víctimas. Otro aspecto interesante que también compartimos con la autora es sobre la detección de las conductas agresivas de los alumnos en diferentes contextos, así como la reacción o sensibilidad que sus compañeros, profesores y la propia familia manifiesta antes ellos.

De hecho, con frecuencia, los profesores, ante un mismo incidente agresivo, opinan de diferentes maneras, estableciendo un amplio esquema de respuestas. Ante el fenómeno de la violencia podemos encontrarnos en la comunidad escolar diversas opiniones del colectivo de profesionales de la enseñanza. Estos planteamientos dan a pensar que falta sensibilización y formación en este ámbito desde el profesorado.

Por tanto, el programa educativo de los futuros profesores debe incidir en la formación integral, simultáneamente durante el proceso de aprendizaje en tres niveles clave, cognitivo, afectivo y comportamental. Para ello, el currículo formativo necesariamente deberá contener módulos de conocimientos, procedimientos técnicos y prácticas pre-laborales (mínimo un año) que permitan a los sujetos comprender y analizar el carácter complejo de la violencia en el ámbito escolar.

A manera de conclusión, debemos señalar que la violencia escolar empieza a ser un tema que preocupa no sólo a los profesionales de la enseñanza inmersos en el tema, sino a toda la sociedad en su conjunto. Éste es un fenómeno al que no se le ha dado importancia durante mucho tiempo, por considerarlo una forma de comportamiento más bien natural y propio de la infancia. Aunque en los últimos años algunos episodios de agresiones protagonizados por menores en los recintos escolares ha sembrado, a través de los medios de comunicación la voz de alarma. Estimamos desde nuestra posición que hace falta más y mejor formación en este ámbito en el profesorado, ya que este colectivo, mediante la investigación/acción puede contribuir a crear programas educativos que por una parte modifiquen la organización del centro, en la medida que sea necesario, y por otra corresponsabilice a la familia mediante proyectos de prevención de la violencia.

Referencias Bibliográficas

BASTIDA, Anna (1994): Desaprender la guerra. Zaragoza: Icaria Editorial.

CEREZO, Fuensanta (1999): "Connotaciones de la agresividad humana”. En Cerezo, F.: Conductas agresivas en la edad escolar. Aproximación teórica y metodológica. Propuestas de intervención. Madrid: Pirámide, pp. 23-46.

CEREZO, Fuensanta (2001): La violencia en las aulas. Análisis y propuestas de intervención. Madrid: Ediciones Pirámide.

GRUNDY, Kenneth y WEINSTEIN, Michael (1976): Las ideologías de la violencia. Madrid: Tecnos.

JARAMILLO, Juan Carlos (2001): "Presencia da ideoloxía belicista na escola. Unha análise dende a persuasión dos gobernos”. En Fernández, R. e Fernández, Mª. D. (Coords.): Retos educativos ante un novo milenio. Santiago de Compostela. Consellería de Educación e Ordenación Universitaria da Xunta de Galicia. Dirección Xeral de Política Lingüística, pp. 59-82.

TOBEÑA, Adolf (2001): Anatomía de la agresividad humana. De la violencia infantil al belicismo. Barcelona: Galaxia Gutengerg.
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