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El difícil trabajo del buen docente

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María del Mar Menés García. Tutora de Zaragoza
No es una novedad decir que, en el ámbito de la educación todo el mundo puede opinar. ¿Qué fácil resulta criticar a un maestro cuando un alumno comienza a fracasar en el sistema educativo? Por ello deberíamos plantearnos si nuestros docentes están preparados para afrontar las diferentes dificultades de aprendizaje que se dan en su trabajo diario. Nadie diagnosticaría una grave enfermedad a un amigo o impondría una dura pena de cárcel a alguien sin ser juzgado, sin embargo el maestro está constantemente sometido a la crítica de la sociedad.

En el actual plan de estudio de magisterio las prácticas de segundo curso tienen una duración aproximada de unas tres semanas, son prácticas idénticas para todas las especialidades. Normalmente cuando el futuro maestro se adapta al centro, debe volver a las clases de la Universidad. En tercer curso la situación no mejora demasiado, duran un cuatrimestre en el que el alumno universitario se ve obligado a aprender las funciones del tutor, de su especialidad, a conocer la documentación del centro… y además realiza una extensa memoria de prácticas, en algunos casos diario personalizado, que permítanme poner en duda su utilidad pedagógica.

Una vez que el alumno consigue su diploma universitario se le "suelta” al mundo laboral que, cuidado, en este caso es el mundo educativo. Creo que ningún docente, de verdad, de vocación, de corazón, que se precie, no ha tenido como primera impresión, en su tan deseado primer día de trabajo como maestro, la total sensación de incompetencia de cómo se le ha preparado.

Cada centro es una realidad educativa completamente diferente, eso es algo que no podemos obviar, pero no podemos presumir de trabajar correctamente si no hemos sido capaces de dar a nuestros maestros la educación, con mayúsculas, que es necesaria para poder atender a todo y cada uno de nuestros alumnos.

Ojala esta vez, y de una vez por todas, alguien haga algo por unas buenas prácticas para futuros maestros. No se puede preparar a alguien para todas las adversidades con las que se va a encontrar en su trabajo diario de maestro, pero si podemos dotarlo de las competencias necesarias para poder enfrentarse a cualquier necesidad educativa.

Deberíamos plantearnos si un maestro en educación infantil está preparado para detectar a un alumno con necesidades específicas de apoyo educativo, o si un maestro en educación física tiene la capacidad para trabajar con una persona con déficit auditivo o simplemente si un tutor puede ayudar a un alumno que se integra tres meses después en su aula. Si cualquiera de estas preguntas tiene como respuesta una negativa, está claro algo está fallando en la preparación del docente.

Quienes no vivimos de la educación sino para la educación somos conscientes de que, en su día algo no se hizo bien con nosotros, cuando al terminar los estudios la inseguridad nos empujó a seguir nuestra formación. Es curioso, cuántos maestros hay con varias especialidades o con otras carreras similares pedagogía, psicopedagogía, psicología… que se esconde detrás de todo eso, por qué una carrera no forma completamente a esa persona, que algún día educará a nuestros hijos.

Desde la distancia, con el tiempo y la experiencia algo nos demuestra que la profesión de educar no es fácil, por ello su formación debe ser compleja y completa.
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