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"Cambios de mirada” o cómo mejorar la formación inicial de los futuros docentes

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Juan José Leiva Olivencia. Profesor e Investigador de Teoría de la Educación. Dpto. Teoría e Historia de la Educación. Universidad de Málaga
Introducción

Actualmente la sociedad nos está reclamando una formación integral para el conjunto del profesorado, y en especial, para las nuevas generaciones de docentes que estudian o se plantean como reto profesional la docencia. El profesorado de hoy tiene que ocuparse y preocuparse de temas y problemáticas no sólo académicas, sino también de índole organizativo, de gestión, así como de aspectos emocionales, culturales y sociales que hoy acontecen de manera diaria en todas las instituciones educativas.

Indudablemente, la sociedad del conocimiento está impregnando todos los ámbitos de la actividad humana y, por tanto, la formación del profesorado no puede estar al margen de su influencia. Como plantea Esteve (2003), estamos asistiendo a una situación en la que cada día, y en mayor medida, se le exige al profesorado que esté preparado para afrontar cuestiones diferentes de las relacionadas con la mera enseñanza, con "dar clase". Sus tareas educativas son esencialmente más diversas y cualitativamente más complejas que antes, porque el eje de la educación está ahora en el alumnado y no en el profesorado, en el aprendizaje y no en la enseñanza; y porque el conocimiento ya no requiere de transmisión, sino de reconstrucción crítica y compartida. Además, el profesorado tiene que enfrentarse a nuevas tareas docentes difícilmente imaginables hace unas décadas (Santos, 2000). Ha pasado de ser un referente del conocimiento para ser un referente complejo de nuevas esperanzas e ilusiones en una sociedad global. Ya no es importante lo que enseña en clase el profesorado, sino el cómo lo enseña y cómo propicia acciones, experiencias, valores, actitudes y situaciones vitales que hagan crecer educativa -y humanamente- a sus alumnos/as. Los aspectos emocionales, afectivos, creativos, culturales y sociales han entrado de lleno en la vida profesional de los docentes, y es ahí donde se sitúa la necesidad de reflexionar en el ámbito de la formación inicial del profesorado, para precisamente ofrecer una formación integral que asuma la realidad compleja de las nuevas funciones de los maestros y profesores.

¿De dónde partimos y hacia dónde vamos?

El punto de partida siempre es un pilar fundamental para plantear cualquier propuesta de cambio y mejora en la formación docente. Partimos de métodos y contenidos que requieren de constante revisión, porque ya no valen los "amarillos apuntes de siempre”. El profesorado universitario y el propio alumnado son plenamente conscientes de la necesidad de dar respuesta y solucionar los problemas educativos que son relevantes en una sociedad democrática y moderna como la nuestra. No obstante, el gran problema de la formación inicial del profesorado no es la falta de una metodología adecuada, ni unos contenidos excesivamente enciclopédicos y poco funcionales en la práctica escolar real. Eso puede formar parte de un análisis parcial y poco riguroso de la práctica formativa en las Facultades de Ciencias de la Educación de nuestro país. La cuestión principal está en dar voz a las nuevas experiencias de innovación y de experimentación en la formación inicial del profesorado, así como en combatir la cultura de la permisividad, la apatía intelectual y la desmotivación (Caparrós, 2005). Educar a maestros y profesores en realidades educativas faltas de esperanzas e ilusiones rompen los sueños de creatividad e innovación de los más jóvenes. Por tanto, ¿hacia dónde podemos encaminarnos? Pues fundamentalmente podemos buscar el camino del acompañamiento, de la acogida y apoyo permanente a unos futuros docentes que requieren conocimiento, habilidades, competencias y sobre todo, actitudes y valores de esperanza o "cambios de mirada” en la educación. ¿Dónde se encuentran? Vamos a continuación a exponerlos brevemente.

En primer lugar, como plantea Marcelo (2001) el incremento de la diversidad cultural en los centros educativos plantea claras demandas formativas. Es imprescindible fomentar la educación intercultural de manera transversal en la formación inicial del docente, así como el manejo crítico de los medios telemáticos para la construcción crítica del conocimiento.

En segundo lugar, es necesario indagar aún más en la acción tutorial y atención a la diversidad de los futuros docentes. Conocer sus perfiles de desarrollo personal así como sus conocimientos previos deben ser claves de análisis de gran potencial y valor formativo. En este sentido, todos esperamos que la implantación definitiva del Espacio Europeo de Educación Superior nos anime aún más para promover iniciativas pedagógicas que vayan encaminadas a relanzar la acción tutorial como el instrumento más valioso para fortalecer un aprendizaje relevante y de interés para la futura práctica profesional de los docentes (Hijano, 2008).

En tercer lugar, la innovación y la experimentación son ejes de funcionamiento de los nuevos diseños en las titulaciones de magisterio y pedagogía. La realización de seminarios de investigación, así como de talleres de técnicas de trabajo intelectual, o de búsqueda y manejo de información y bibliografía, o el aprendizaje de procedimientos y métodos básicos de dinámica de grupos o de competencias emocionales, van a ser fundamentales para hacer que los alumnos de estas titulaciones perciban y sientan la necesidad de constante formación y actualización de conocimientos y estrategias de aprendizaje, así como que lo que aprenden puede ayudarles y serles realmente de ayuda en su práctica profesional.

A modo de conclusión

Se trata de recuperar la ilusión y la utopía, dándonos cuenta que el pesimismo, la permisividad y el inmovilismo sólo consiguen la desmotivación de los futuros docentes. Así pues, los "cambios de mirada” planteados pueden traducirse en las siguientes reflexiones entendidas como sugerencias para la mejora de la formación de los alumnos de magisterio y pedagogía:

- Trabajar en equipos de docentes universitarios y no universitarios que ayuden al alumnado de magisterio y de pedagogía a pensar, analizar, discutir, proponer y generar conocimiento pedagógico desde la investigación y la reflexión de prácticas escolares cotidianas. El objetivo central de toda formación integral del profesorado debe ser la unión de voces y esfuerzos para dar respuesta a las necesidades y problemas particulares de nuestros contextos educativos, sociales, culturales, académicos y profesionales.

- Formarnos y autoformarnos los docentes y los alumnos/as en un proceso de ayuda mutua y autogestión que nos permita reflexionar sobre nuestras propias prácticas, comprenderlas analizando sus causas, sus consecuencias y encontrando alternativas para mejorar las mismas porque "la posibilidad de transformación profunda de la realidad educativa, no pasa por la imposición de la ley, por la generalización de las modas ni por la proliferación de los cursos, sino por el compromiso de los protagonistas en una reflexión crítica y compartida” (Santos, 1989, p. 116).

- Diseñar, con nuestros alumnos y alumnas, el currículo de las materias en el marco del empuje que implique la adopción del crédito europeo. Eso no implica faltar a la planificación ni a la rigurosidad pedagógica de la docencia universitaria, sino todo lo contrario; se debe procurar la participación del alumnado de magisterio y de pedagogía en la puesta en marcha de cuantas iniciativas de formación sean de interés formativo, sobre todo en materia de metodología, destrezas emocionales, habilidades sociales, etc...

- Convertir las clases universitarias en laboratorios de pensamiento y de ciudadanía, donde los alumnos dejen de ser invisibles y nos podamos mirar de frente, para hablar, discutir, analizar, pensar, proponer y actuar. Donde podamos empezar a analizar la realidad profesional futura de nuestro alumnado con los instrumentos que el presente nos ofrece.
En suma, mejorar la formación inicial del profesorado y de nuestros profesionales de la orientación educativa es el principio del cambio para hacer que la escuela no sea la escuela del fracaso, y que los maestros tengan confianza en sus alumnos para no caer en fatalismos. Requiere de cambios de mirada en todas las dimensiones, especialmente en la metodológica y en el mundo de los valores educativos. Las clases universitarias, de magisterio y pedagogía, deben ser el germen del cambio de la escuela del mañana, una escuela del éxito para todas y todos, donde todo el mundo vea colmadas sus aspiraciones de crecimiento individual y de bienestar social y emocional.

Referencias bibliográficas

CAPARRÓS, R. M. (2005). Nuestras voces y el cometa de los sueños posibles. Morón (Sevilla), Publicaciones M.C.E.P.

ESTEVE, J. M. (2003). La tercera revolución educativa. La educación en la sociedad del conocimiento. Barcelona, Paidós.

HIJANO, M. (2008). Las titulaciones de educación ante el espacio europeo de educación superior. Análisis de experiencias. Archidona (Málaga), Aljibe.

MARCELO, C. (2001). La función docente. Madrid, Síntesis Educación.

SANTOS, M. A. (1989). Cadenas y Sueños. El contexto organizativo de la escuela. Málaga, Colección EAC, Spicum.

SANTOS, M.A. (2000). La escuela que aprende. Madrid, Morata.
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