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El estado de la educación, de nuevo

Editorial

Hay factores externos al sistema educativo que explican los malos indicadores. Pero también hay elementos internos como el modelo pedagógico y la poca exigencia selectiva y evaluativa del profesorado que tampoco favorecen los resultados del informe PISA.


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Enric Renau. Editor
En el anterior boletín de Educaweb explicaba como el bajo gasto público en educación y la presión del mercado laboral sobre los jóvenes de 16 a 18 años, sobre todo inmigrantes, ayudaban a que los indicadores sobre abandono escolar y formación a lo largo de la vida sean de los peores de la Unión Europea.

Ahora acaba de aparecer el informe PISA sobre conocimientos matemáticos, científicos y de comprensión lectora. Los datos del 2006 tampoco son alentadores. La posición del sistema educativo obligatorio español en el ranking vuelve a ser de las peores de los países desarrollados (OCDE).

Mientras que los temas del gasto público y del abandono escolar tienen mucho que ver con el entorno político y económico en el que se mueve la educación, los resultados del informe PISA son de carácter endógeno, es decir, en la forma que se tiene desde la escuela de formar a los jóvenes en España.

Por lo que he aprendido de los expertos, el modelo docente tradicional español priorizaba los conocimientos teóricos, la instrucción y la memorización de los conceptos, mientras que los países que mejor puntuación tienen en PISA dan más relevancia a la aplicabilidad de los conocimientos, a la comprensión y a los procedimientos.

La LOGSE apuntaba a una evolución del sistema tradicional a otro más comprensivo y práctico. Pero los continuos cambios legislativos en pocos años lo único que provocaron fueron el desconcierto del profesorado. Un profesorado que no ha llegado a aplicar una verdadera transformación en el método pedagógico.

Un profesorado poco valorado socialmente, pero también, poco exigente y crítico consigo mismo a nivel corporativo. Sin desmerecer las muchas actitudes valientes individuales, en general, ha parecido que el cuerpo docente se ha preocupado más por defender sus derechos sindicales y como empleados públicos que no por evolucionar al ritmo de la sociedad y de los otros países.

Parece que hay movimiento entre los gobiernos autónomos con competencias en la materia, implantando unos estudios de magisterio más selectivos, exigentes y adaptados a las necesidades de una actividad docente más comprensiva y práctica. La habilitación para ejercer de maestro se produciría después de cuatro años de estudios más un año de prácticas. La habilitación en secundaria después del Grado propio se debería realizar un máster para convertirse en profesor y un año de prácticas.

La selección es, pues, un buen paso, que ayudará al prestigio docente, pero insuficiente si no hay una evaluación permanente, rigurosa y no mecánica y un estímulo a los buenos profesores y una penalización a los que no cumplen con su deber, como debería suceder en todas partes.

Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com





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