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La mediación como resolución de conflictos

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Leticia Félix Flecha. Licenciada en Psicopedagogía y miembro de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía (AAP)
La conflictividad en las aulas constituye la preocupación más directa y la mayor fuente de malestar entre docentes, alumnos y todas las personas implicadas en una comunidad educativa. No es de extrañar que el tema haya suscitado tanto interés en las últimas publicaciones e investigaciones educativas y, a su vez, sea uno de los ámbitos que con mayor urgencia, necesita una adecuada orientación.

Cuando observamos situaciones en que algunos alumnos impiden con su comportamiento el normal funcionamiento de la clase, pierden el respeto tanto a sus profesores como a sus compañeros a través de palabras malsonantes o ya, llegando hasta el punto de utilizar directamente la violencia física, es fácil que en la cabeza de docentes y profesionales de la educación aparezcan interrogantes de este tipo: ¿Qué hacemos? ¿Por dónde empezamos? ¿A quiénes implicamos? ¿Dónde están los límites?

La mayoría de los autores están de acuerdo en que el punto de arranque debe ser el establecer la resolución de conflictos en el aula, como una tarea compartida entre todas las personas pertenecientes a la comunidad educativa: desde el director, hasta el conserje o la monitora de comedor; no es una tarea del orientador, o del profesor que esté en ese momento en el aula. Valores como la solidaridad, el respeto al ser humano en todas sus dimensiones, la empatía… deben germinar y florecer en la vida diaria de los centros, y es nuestra responsabilidad como adultos, el que nuestras relaciones se establezcan en torno a estos pilares, con el objetivo de que nuestros alumnos observen estos modelos y los hagan suyos, creando así una verdadera "escuela de vida”.

Entre las soluciones que han ido apareciendo para esta problemática, programas de entrenamiento en habilidades sociales o para la mejora del autoconcepto y de la autoestima, así como metodologías basadas en el aprendizaje cooperativo y dinámicas grupales, han arrojado resultados muy positivos con alumnos de todas las edades. Sin embargo, una de las que, a mi parecer, resultan más viables y enriquecedoras tanto para el profesorado como para los alumnos, es la técnica de la mediación, no tomada de forma aislada, sino siempre complementada con la elaboración conjunta de normas de convivencia, el entrenamiento en habilidades de comunicación o el trabajo en grupo.

Podemos definir la mediación como el proceso con el cual podemos crear un clima de diálogo y entendimiento entre dos partes que entran en conflicto, con el fin de poder llegar a una solución factible y adecuada para ambos. Para ello se recurre a una tercera persona, imparcial y que va guiando a los implicados: el mediador. El mediador, que puede ser el profesor o cualquier otra persona del centro, debe marcarse unos objetivos específicos que pueden ser los siguientes: concienciar a las partes de la naturaleza positiva del conflicto, aprender estrategias para resolverlos, poner en práctica estas estrategias e instaurar una cultura de resolución de conflictos. Se parte de la idea de que el conflicto es transformador y creativo, y aporta resultados muy positivos para todo el grupo.

Basándonos en la propuesta de Burguet (1999, 26), el proceso de mediación se establece tres períodos:

- Reencuentro de los protagonistas: es preciso comunicar y aproximar a las partes, restablecer los canales de comunicación, concretar los objetivos de la mediación y diseñar acuerdos preliminares de procedimiento.

- Descripción de la estructura del conflicto: para ello, será necesario reunir la información necesaria y abordar los problemas fundamentales, describir el conflicto y sus antecedentes e identificar con claridad el problema y su contexto.

- Buscar acuerdos para resolver la cuestión: en esta etapa cobra un gran protagonismo la escucha activa: compartir puntos de vista extremos, esfuerzo por comprender al otro; se deberá: concretar las necesidades, preveer las metas y alternativas hacia la gestión del conflicto, establecer un acuerdo, que se redacte y se firme, así como comprometer a las partes a cumplir lo acordado.

Tal y como opina Burguet (1999, 14), "los alumnos necesitan entender los conflictos, aprender formas alternativas de resolverlos y buscar soluciones que sean satisfactorias para todos. Las frecuentes soluciones, a la que se llega con un perdedor y un ganador, pueden reemplazarse por aquellas en que todos ganen”.

De esta forma, los alumnos aprenden a interpretar el conflicto de forma positiva, como una oportunidad para el cambio y para el entendimiento y sin necesidad de utilizar la violencia o el enfrentamiento. A la vez, les ayudamos a desarrollar una mayor autonomía y una gran confianza en ellos mismos para formarlos en el complejo proceso de "aprender a convivir y a ser persona”.

Bibliografía:

Burguet, M. (1999): El educador como gestor de conflictos. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Jares, X. R. (2001): Educación y conflicto. Guía de educación para la convivencia. Popular: Madrid

Torrego, J. C. y Moreno, J. M. (2003): Convivencia y disciplina en le escuela. El aprendizaje de la democracia. Alianza Editorial: Madrid

Viñas, J. (2004): Conflictos en los centros educativos. Cultura organizativa y mediación para la convivencia. Graó: Barcelona
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