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El estado de la educación

Editorial

Hay que preocuparse, pero no por las noticias que aparecen en los periódicos, ya conocidas, sino por la falta de reacción presupuestaria, de valentía política y el exceso de defensa corporativa o funcionarial ante los retos que tenemos en el ámbito de la educación, es decir, en nuestra sociedad del presente y, sobre todo, del futuro.


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Enric Renau. Editor
La educación se ha convertido en una piedra angular de nuestra sociedad del conocimiento lo que provoca un interés ciudadano -más allá de madres, padres y profesionales del sector- y, por consiguiente, de los medios de comunicación y de los agentes políticos.

La aparición de informes anuales públicos o privados sobre el estado de la calidad de nuestro sistema educativo, como el presentado por la Fundació Bofill esta semana en Barcelona, provoca titulares agresivos de primera página, comentarios sabios o inadecuados de los líderes de opinión y comentaristas y una reacción compungida de los docentes.

En Educaweb, desde 1998 reflexionamos semanalmente a través de esta editorial sobre los problemas, retos, amenazas y éxitos de nuestro sistema educativo y, hoy, más que insistir en los malos datos que disponemos de gasto público en educación, abandono escolar y universitario, competencias básicas en comprensión lectora, matemáticas y conocimientos científicos (PISA) o uso de Internet en las aulas, miraré de buscar razones a los malos resultados.

En primer lugar, respecto al gasto público, no hay excusa. Si la educación es una prioridad, los recursos públicos deberían reflejarlo como sucede en otros ámbitos. Simplemente cabe recordar que el peso de la educación privada en el sistema educativo hace que los datos estadísticos de otros países no sean comparables. En algunos casos, además, se presentan estos datos de gasto público de forma que parece que el debate esté en la distribución de recursos entre educación pública y la concertada, cuando a mi entender, el conflicto no pasa por aquí. Al contrario, por ahí puede estar la solución.

El principal problema y éxito de la educación, a mi entender, es que en 30 años ha pasado de ser voluntaria y limitada a unos segmentos sociales a ser obligatoria y universal, como se comprueba de la tasa de escolarización del 96,6% de los niños de 3 a 5 años (2004) o del 97,5% de los de 15 años (2004).

Además, la incorporación de alumnado extranjero que llega a tasa superiores al 12% en algunas comunidades autónomas ha significado un nuevo reto para el que no se han formado mentalmente ni técnicamente el profesorado del estado español, especialmente en las escuelas públicas. Ahí hay otra gran debilidad del sistema educativo: la integración de la inmigración con recursos pedagógicos y económicos.

El tercer reto tiene que ver con el mercado de trabajo y afecta, particularmente, a los hijos de las familias que han llegado de Sudamérica, el Magrib y otras partes de África, de los países del Este europeo y de Asia. Las condiciones precarias con las que llega la mayor parte de la inmigración fuerzan a los más jóvenes a integrarse rápidamente al mercado laboral, ingresando un dinero necesario para la subsistencia en unos sectores poco exigentes con el nivel de instrucción de sus empleados (construcción, turismo, servicios). Probablemente, un freno en la presión laboral, reducirá las tasas de abandono. En España, uno de cada cuatro jóvenes no se gradúan de la ESO y un 30,8% de los jóvenes de 18 a 24 años abandonan el sistema educativo sin estudios secundarios postobligatorios finalizados (2005), cuando en la Europa de los 25 es del 15,2%.

Algo parecido sucede con la formación a lo largo de la vida de la población de 25 a 64 años. En España se supera ligeramente el 10%, mientras que el objetivo de Lisboa es el 12,5%, algo que ya superan sobradamente el Reino Unido, Dinamarca, Finlandia, Suecia, Holanda y Eslovenia.

El crecimiento económico en sectores de poco valor añadido, pues, no ha ayudado al sistema educativo a asumir el reto de la escolarización universal que la LOGSE fijó.

Si los recursos y la planificación no han contemplado tampoco lo que representa el reto de la inmigración y añadimos una política pública errática y funcionarial de promoción en todos los sentidos de los docentes y directores de centro y un cambio legislativo cada dos por tres, ya tenemos encima de la mesa todos los grandes retos a resolver.

Conclusión. Hay que preocuparse, pero no por las noticias que aparecen en los periódicos, ya conocidas, sino por la falta de reacción presupuestaria, de valentía política y el exceso de defensa corporativa o funcionarial ante los retos que tenemos en el ámbito de la educación, es decir, en nuestra sociedad del presente y, sobre todo, del futuro.

Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com





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