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La práctica de las prácticas

Editorial

Es recomendable dar un acento pedagógico a las prácticas profesionales y evaluar la utilidad académica de las mismas de una forma distanciada y rigurosa. Por otro lado, escuchar mejor al sector productivo e incorporar módulos de conocimiento del mundo de la empresa y de la administración, tampoco sería una mala idea. Idea que se debería ampliar a los docentes, a menudo desconectados mentalmente de la realidad productiva.


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Hay un consenso generalizado en considerar que las prácticas en la formación profesional y en la formación universitaria son oportunas para mejorar las habilidades y las competencias laborales de los estudiantes.

No hace muchos años las prácticas eran una posibilidad minoritaria en el sistema educativo y, en cambio, en la actualidad se han convertido en un requisito imprescindible y un factor de diferenciación entre centros docentes.

La vinculación del mundo formativo con el mundo del trabajo es necesaria. Vinculación no significa confusión.

La escuela y la universidad están para aportar las competencias básicas y específicas necesarias para desarrollarse personalmente y profesionalmente, en uno u otro puesto de trabajo, en función de la especialidad o área de conocimiento en el que uno se ha formado.

Las empresas y la administración, como empleadores, tienen su propia lógica productiva. Más allá de su política de recursos humanos, las organizaciones buscan la eficiencia y los resultados, y los empleados, no guste o no, forman parte del engranaje que permite conseguir estos objetivos.

Empresa y educación son dos mundos que se complementan y se necesitan, pero que tienen misiones distintas.

Sin embargo, hay prácticas y prácticas.

Como señalan investigadores, centros de formación, sindicatos y administraciones en este monográfico, también se vislumbran "malas prácticas” en el ejercicio de las prácticas.

La primera de ellas es la utilización de las prácticas como mano de obra barata.

La segunda es la utilización de las prácticas no como un espacio de formación de estudiantes, sino como la cobertura de un puesto de trabajo.

La tercera es que las prácticas impidan realizar y terminar los estudios de forma adecuada.

Por ello es recomendable dar un acento pedagógico a las prácticas profesionales y evaluar la utilidad académica de las mismas de una forma distanciada y rigurosa. Por otro lado, escuchar mejor al sector productivo e incorporar módulos de conocimiento del mundo de la empresa y de la administración, tampoco sería una mala idea.

Idea que se debería ampliar a los docentes, a menudo desconectados mentalmente de la realidad productiva y, mayoritariamente, desconocedores de las necesidades y oportunidades del mundo del trabajo industrial, en el sector servicios y hasta en la actividad agrícola y ganadera.

Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com





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