Esta pasada semana he tenido la oportunidad de presentar un estudio titulado "El valor añadido de la formación continua transversal” realizado a partir de una metodología cualitativa y cuantitativa muy completa cuyos datos son reveladores del título de mi editorial. Ponen en evidencia que una cosa son las intenciones y las buenas palabras de empresas y trabajadores y otras, los hechos.Por ejemplo, los gestores de recursos humanos creen que la formación continua es una necesidad y 2 de cada 3 trabajadores se sienten motivados a realizarla, pero, en cambio en un 67% de empresas no planifican la formación de sus empleados, aunque al final, dos de cada tres empresas acaban organizando cursos, quizás más en función de las opciones para subvencionarlos o de decisiones coyunturales.
A su vez, el 53% de las empresas admite que no proporciona ningún tipo de orientación profesional a sus trabajadores.
Otra disfunción que se detecta en el estudio de DEP es que sólo un 39% de los trabajadores ha hecho formación continua transversal en los últimos cinco años, cuando este tipo de actividad aporta competencias muy útiles para la polivalencia y la progresión profesional. Por formación continua transversal nos referimos a la que aporta competencias instrumentales, como la informática y los idiomas, formación en los sistemas y métodos de gestión, como la calidad o la prevención de los riesgos laborales, y en las habilidades personales, como la gestión del tiempo o la atención al cliente.
Las empresas, pensando en el corto plazo, prefieren mucho más estimular la formación específica, más vinculada a la actividad concreta que el trabajador está ejerciendo. En cambio, los empleados valoran la formación específica y la transversal por igual.
Finalmente, el estudio, señala que el nivel de satisfacción de trabajadores y empleadores es elevado en muchos aspectos como el clima laboral o la implicación, pero la formación y la planificación de la carrera de los empleados no destacan en positivo.
El hecho de que quien más formación realiza es quien más nivel de instrucción ya tiene y que los trabajadores de más edad, con menos competencias y que trabajan en empresas y en sectores menos profesionalizados sean precisamente los que menos planifican, menos se forman, menos orientados y menos satisfechos están indica que queda mucho por hacer desde las administraciones públicas, desde las patronales y sindicatos y, sobretodo, desde cada una de las empresas.
El estudio se ha realizado para conocer la realidad en Catalunya. La metodología y el instrumento de medida pueden ser extrapolados a otras comunidades autónomas o a otros sectores, si existe el interés.
Enric Renau
editor
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