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Desigualdades y educación

Editorial

Sin el apoyo real de los países más desarrollados no eliminaremos el analfabetismo de los 770 millones de personas que no saben ni leer ni escribir en el mundo. Trabajemos para corregir las desigualdades en la educación. Aunque sea por egoísmo, hagamos que nuestros gobiernos se comprometan en la lucha contra el analfabetismo.


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Enric Renau, editor de Educaweb.com
El director general de la UNESCO, Koichiro Matsuura señala en la presentación del informe de seguimiento para 2006 del programa Educación para todos que "la alfabetización de adultos guarda una estrecha correlación con la mejora de la salud, el aumento de los ingresos y la participación en la vida cívica” de los países y, por lo tanto, en su desarrollo socio-económico.

Esta organización internacional señala "avances regulares” entre el año 1970 y 2000 en el mundo. Progreso que significa "una transformación social sin precedentes que se ha producido desde mediados del siglo XIX”.

Sin embargo, las desigualdades persisten.

Por ejemplo, a nivel territorial. Tres cuartas partes de personas analfabetas adultas del mundo viven en África subsahariana y en Asia. Mientras que Suiza, Finlandia o Bélgica rondan el 0% de analfabetismo, en África subsahariana y en el sureste asiático sólo sabe leer el 59% de la población adulta y en las naciones árabes el 63%.

Si comparamos la alfabetización adulta por género, observamos que el 64% de personas analfabetas son mujeres y la desigualdad se repite en todos los países siempre en contra de la mujer. Las mujeres son obligadas a dejar los estudios para cuidar a sus hermanos, realizar tareas domésticas o casarse por conveniencia paternal.

Las zonas rurales tienen más dificultades para alfabetizar su población que las zonas urbanas, algo que fomenta los desequilibrios territoriales y las migraciones hacia las urbes.

Los pueblos indígenas (entre 300 y 350 millones en todo el mundo) tienen porcentajes inferiores de alfabetización, así como las minorías étnicas, lo que invita a ser pesimista sobre la continuidad de casi 5.000 lenguas diferentes y los rasgos propios de las culturas minorizadas.

Hay otras desigualdades relacionadas con la alfabetización de los adultos, como las que sufren las personas discapacitadas, a las que deberíamos sumar las diferencias en la educación infantil y juvenil, la educación secundaria y superior, y la alfabetización digital.

Lo relevante de estas conclusiones es que sin compromisos serios por parte de los países necesitados (elaboración de programas educativos, construcción de indicadores claros y evaluación de los mismos, etc.) no se avanza suficientemente, por mucho que se mejore.

Pero, por otro lado, sin el apoyo real de los países más desarrollados, con instrumentos como la Iniciativa de Financiación Acelerada, nacida el 2002, tampoco eliminaremos el analfabetismo de los 770 millones de personas que no saben ni leer ni escribir en el mundo.

Trabajemos para corregir las desigualdades en la educación. Aunque sea por egoísmo, hagamos que nuestros gobiernos se comprometan en la lucha contra el analfabetismo.



Enric Renau
editor

Editor@educaweb.com
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