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La transmisión de valores a la juventud

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Dra. Maria Rosa Buxarrais, Miembro del Grupo de Investigación en Educación Moral (GREM) y Directora del Máster "Democracia y Educación en Valores en Iberoamérica” de la Universitat de Barcelona
No cabe duda de que aprendemos valores a lo largo de toda la vida, porque vivimos en continua interacción con el contexto social o cultural. Nacemos en el seno de una familia,. Ya desde temprana edad cultivamos una serie de amistades que, a medida que crecemos, van a ser más determinantes en nuestra forma de ver el mundo y de construir nuestros valores.

Los valores se aprenden. Se aprenden en las distintas situaciones de la vida cotidiana: a) a través de la observación de "modelos” -algunos miembros de nuestra familia, amigos, profesores, personajes de los medios, entre otros-, b) de las vivencias experimentadas -donde afloran sentimientos y emociones que contribuyen a afianzar valores- y c) de la reflexión individual -debemos pensar sobre nosotros mismos, sobre lo que pensamos, deseamos y hacemos-. Estas tres vías de aprendizaje de valores confluyen con el objetivo de facilitarnos la construcción racional y autónona de nuestra matriz de valores.

Cuando hablamos de transmisión de valores lo hacemos para referirnos a la existencia de distintos agentes educativos que tienen asignada la tarea de educar en valores, entre ellos, la educación formal -Escuela, Instituto y Universidad-. De todas formas, consideramos que en la transmisión de valores tiene un papel fundamental la familia, una familia que vive en un momento político-social determinado, en un contexto sociocultural, y que sin duda, influye en la percepción del mundo y los valores que los jóvenes van construyendo.

Según el estudio realizado por J. Elzo, I,. Mejías, J. Navarro, E. Rodríguez y O. Romaní (2001), los autores determinan que los jóvenes españoles tienen los siguientes valores por orden de preferencia: tener unas buenas relaciones familiares, mantener y cuidar la salud, tener éxito en el trabajo, ganar dinero, tener una vida sexual satisfactoria, disponer de mucho tiempo libre y de ocio, tener muchos amigos y conocidos, superarse día a día, respetar las normas y respetar la autoridad, y, por último, preocuparse por lo que ocurre en otros lugares del mundo. Se trata de valores finalistas que van acompañados, por otro lado, por un individualismo creciente, una incertidumbre generalizada que les lleva a pensar en que "vivir al dia” debe ser su valor primordial.

La sociedad occidental es un sociedad rica, una sociedad con abundancia de bienes, con el temor cada vez más creciente -"gracias” a los últimos atentados terroristas- a perderlos.

Los medios de comunicación de masas y las tecnologías de la información y la comunicación van adquiriendo un poder excesivo en la transmisión de esos valores -hedonismo, narcisismo, individualismo, delegación de la responsabilidad en los demás, el éxito sin esfuerzo, etc-, que debe preocupar a todos cuantos nos dedicamos a la educación, especialmente, padres y madres de familia.

Los jóvenes necesitan una preparación especial para hacer frente, tanto intelectual como emocionalmente, a esas influencias. El pluralismo de opciones de vida, actualmente en aumento, obliga a fomentar en los jóvenes una actitud crítica que les ayude a discernir lo "bueno” de lo "malo”, lo que les "conviene” y lo que "no les conviene”. Ante esa disyuntiva se da una escalada masiva de "fundamentalismos”, que pretenden acaparar adeptos. ¿Y quiénes son los más vulnerables? Los/las jóvenes. Quienes todavía están en proceso de construcción de sus valores y en la búsqueda de su identidad. A esas edades, los iguales juegan un papel destacado en la configuración de dichos valores, por lo que resultará básico para el profesorado localizar a líderes positivos que pueden reconducir los valores de los/las jóvenes.

La diversidad de valores que uno puede encontrar en los distintos contextos genera que la juventud se haya educado éticamente o en valores. Eso significa que haya vivido situaciones y se haya topado con oportunidades en las que esos valores "deseables”, como la justicia, la libertad, la responsabilidad, la dignidad humana, el amor, entre otros, se interioricen a través de dicha vivencia. Ha sido ampliamente demostrada la ineficacia de los grandes discursos o recomendaciones para transmitir valores. Básicamente, el ejemplo constituye el gran motor de la transmisión de valores. Si los adultos no somos conscientes de cómo nos comportamos, de si mostramos coherencia entre lo que decimos y hacemos, dificilmente los jóvenes podrán imitarnos.

Otro elemento que debe potenciarse desde la educación formal y la familia es el conocimiento de uno mismo, es decir, desde niños debemos realizar representaciones referidas a nuestro propio cuerpo, al comportamiento, a las relaciones sociales y las situaciones que vivimos. ¿Dedicamos momentos en nuestra vida, tanto en la escuela como en la familia, para realizar ese ejercicio de introspección? El conocerse a sí mismo es fundamental para poder construir una identidad personal acorde con unos valores razonados, que nos ayudarán a afrontar la vida con responsabilidad y autonomía, asumiremos los retos vitales con optimismo y aceptaremos situaciones frustantes -que las hay y no son pocas-. Todos estos aspectos deben tener como colofón un tipo de aprendizaje concreto, el aprendizaje del diálogo. Saber dialogar con los demás resulta indispensable para nuestro desarrollo personal y social, para saber afrontar y resolver con éxito los conflictos que se nos presentan en nuestra vida.

Los/las docentes y educadores/as transmiten valores aunque no lo pretendan, porque la ausencia de intencionalidad refleja, sin lugar a dudas, unos valores. Por lo tanto, deben concienciarse de que son piezas clave en la transmisión de valores, pues constituyen modelos a seguir.

La forma de relacionarse con los jóvenes, es decir, cómo les tratan, cómo les hablan, qué les dicen y en qué tono, el tipo de metodología didáctica que utilizan, cómo evaluan los aprendizajes, etc. Todos estos momentos están cargados de valores. No hay que decir pues, que su tarea no es simplemente la transmisión de unos conocimientos, de unos hechos o conceptos, sino que debe ampliarse tanto a la enseñanza de unos procedimientos como a la facilitación del aprendizaje de unos valores y actitudes.

Actualmente existen muchos materiales didácticos que pueden ayudar al profesorado en la tarea de transmitir valores de una forma sistemática y continua en las aulas. Distintas editoriales ofrecen una variedad de materiales de los que el profesorado debe realizar una buena selección en base a los criterios que subyacen en su proyecto educativo. Sin embargo, resulta más eficaz un/a buen/a profesor/a consciente de sus actos con materiales de baja calidad, que un buen material en manos de un/a profesora/a desmotivado/a por esos temas.

Quizás la cuestión fundamental a tener en cuenta sea la formación que ha recibido el profesorado en temas de valores. Sabemos de una formación inicial deficiente en esas temáticas y de una formación permanente buena pero poco demandada por el profesorado nacional.

Hace cinco años que desde Ubvirtual con la colaboración de la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura) se ofrece un Master de Educación en Valores que ha tenido mucha aceptación por el profesorado iberoamericano y que puede ser un buen insumo a tener en cuenta en la cuestión de la formación docente.
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