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Los medios del educador para dar a entender a los Medios
Artículo de opinión
El papel del educador a la hora de enfrentarse a la realidad de los Medios de Comunicación y la influencia que estos ejercen sobre los alumnos ha de ser orientativo, de modo que les haga comprender el amplio espectro de Medios por los que van a recibir sistemáticamente la información y cuáles deberían ser las pautas para procesarla y asimilarla.
Estimo primordial establecer dicha distinción como punto de partida, puesto que los mismos profesionales no siempre distinguen cuándo es prudente referirse a los hechos con objetividad y cuándo es oportuno volcar cierta carga de subjetividad en la información que están elaborando y transmitiendo. Carga que altera el trasfondo del contenido con la clara intención, no ya de informar, sino de crear corrientes de opinión.
Éste es el punto a evitar. Una vez asumida la idea de que una misma noticia se puede interpretar desde muchos prismas diferentes, y que por lo general no nos son transmitidas de modo que nos permitan opinar al respecto, sino "opinadas” de antemano, el papel orientador al que me refería al principio no sería otro que inculcar al alumno que ante el caudal de información al que se le someterá constantemente, la única opinión que debería asumir como propia es la suya, sus propias conclusiones, sus propias reflexiones y sus propios matices si los hubiera.
A partir de ahí, nada más instructivo que estar rodeado por personas cuyos pareceres sean dispares, incluso por Medios de Comunicación que opinen de manera contraria a uno mismo, pues eso da pie al debate y al sano, cívico y siempre constructivo término medio que pone a cada cual en su sitio aceptando que no existen las verdades absolutas.
Y es el Maestro el responsable, (junto con los padres), de dar a conocer ésta diversidad, y las diferentes pautas para interpretar una misma realidad, sujeta a cambios según desde el ángulo que se aborde. Una diversidad que alejaría a los alumnos de un comportamiento gregario y carente de criterio sostenido por la ausencia de una opinión propia por miedo a destacar o por simple ausencia de estímulos para ejercitar el intelecto.
No sería justo cargar las tintas sobre la figura del educador, por lo menos, no sin antes comprender que él mismo se encuentra inmerso dentro de un sistema complejo que no es otro que el de la Enseñanza en el que de cara a la actualización constante de las necesidades de una sociedad que evoluciona sin freno y sin marcha atrás, abandona periódicamente el campo de las Humanidades con la inestimable carga de valores, claves de interpretación sociales e históricas y el bagaje cultural que imprimen en los estudiantes planes de estudios, ahora obsoletos, que incluían ramas del conocimiento tales como las Letras y la Filosofía y la Historia.
Y es que una Humanidad sin Humanidades es como una diástole sin sístole. Nos desmarcamos de ciertas pautas del conocimiento que ayudarían a los alumnos de hoy en día a entender que nos queda un amplio camino por recorrer, pero que si volvemos la vista atrás podemos ver el que ya hemos recorrido, los caminos rectos y los tortuosos, las largas y fructíferas travesías y los atajos desdeñables.
Una vez establecido el punto de partida, en el que no procuro restar la responsabilidad del docente, sino enmarcarlo dentro de la realidad en la que nos desenvolvemos, cuando hemos de comprender los límites que estrechan su margen de acción, y el pequeño margen de maniobra que le ofrece una Sociedad Mediática como la presente.
Internet sería el mejor ejemplo de la información al alcance de todos. Sea cual sea el tema sobre el que deseamos información, no tenemos más que teclear unas pautas de búsqueda y somos bombardeados por un sin fin de páginas relacionadas con el criterio establecido. Pero amén de dicho criterio, el que debería prevalecer es el del consumidor, en nuestro caso el alumno, quien debería tener la suficiente formación como para discernir cuál es la parte útil de lo encontrado, la información, y cuál cabría considerar como "desinformación”, puesto que la propia Red de redes es una trampa en la que conviven datos y fuentes de total o ninguna fiabilidad.
Yo mismo podría emitir un juicio sobre cualquier tema de actualidad, colgarlo en Internet y ser leído por miles de estudiantes que podrían asumir mis palabras como un dogma. ¿Me siento legitimado? En ningún caso, así como tampoco legitimo ninguna información que extraiga de la Red sin consultar previamente las fuentes y el autor de dicho juicio.
¿Son capaces de racionalizar la información nuestros estudiantes? En este punto es donde los Medios de Comunicación, Internet, e incluso me permitiría incluir el cine y el teatro y las series de televisión juegan el papel más importante. Una vez aceptado el papel orientador del profesor, y asumiendo también que ha sabido comunicarse con sus alumnos, el estudiante tendría que saber distinguir una información imparcial, meditada y objetiva de otra subjetiva, tendenciosa y hecha con prisa.
Y he mencionado el mundo del cine y del espectáculo porque también juega un papel indiscutible a la hora de dirigirnos a un público en constante y teórica formación, formación que les debería servir para entender cuán importante es el papel de un actor que se dedica al "hecho de la interpretación”, lejos de la "interpretación de los hechos”, lo cual nos llevaría a pensar que se están invirtiendo los órdenes, los valores y los principios éticos y morales confundiendo los papeles entre profesiones, haciendo que los periodistas sean noticia y los actores informadores, o desinformadores…
Como conclusión, cabría decir que opiniones tendría que haber tantas como personas pensándolas. No puedo pensar que el docente pudiera ejercer de Pilatos viendo cómo sus alumnos son carne de cañón ante los Medios de Comunicación, los cuales se mueven por el instinto de supervivencia intentando atraer los mayores índices de audiencias posibles, cosa legítima por otro lado, pero que no debería aceptarse a cualquier precio.
Dotar a nuestros estudiantes de la Información suficiente es una tarea harto difícil para un profesorado que se enfrenta a la inmediatez de la Radio, lo sensacional de la televisión, la doctrina de la noticia escrita, la abrumadora e insaciable Internet y el poder del mundo del Arte que lejos de entretener, adoctrina a los muchachos.
Por no mencionar la más difícil de las tareas, una vez transmitidos los conocimientos, tratar de inculcar unos valores cívicos que se ven pisoteados a diario invirtiéndolos gracias a programaciones, principalmente televisivas, que hacen asumir como éticos valores tales como el escándalo, la ordinariez, lo escatológico, lo desagradable catapultando al estrellato a personajes cuyo único mérito es engrosar las audiencias a costa de su propia dignidad, llegando en algunos casos, a rebajar a otrora dignos profesionales de los Medios de Comunicación haciéndolos saltar por la ventana y precipitándolos al estrellato como narradores de crónicas abominables.
Ya existió en el pasado una máquina de información semejante a la actual pero con muchos menos medios, máquina que aglutinó bajo sus alas a la Prensa, la Radio y las Artes, máquina propagandística centrada tan solo en formar corrientes de opinión, pero tal vez sea ése un capítulo a tratar en otra ocasión, aquella en la que hablemos de las mentiras, y de cómo a base de repetirlas se convierten en verdades.
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