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La formación internacional: clave para la empleabilidad

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Jordi Castillo, Técnico del Área de Proyectos Europeos y Relaciones Internacionales de la Fundació BCN Formació Professional (Barcelona)
Tanto desde el ámbito más amplio de  la Unión Europea hasta el más concreto de las administraciones locales, se coincide en afirmar que la realización de un periodo formativo o de prácticas en el extranjero genera gran valor añadido en la empleabilidad de los individuos, impactando notablemente en las competencias profesionales y personales de los mismos y convirtiéndolos en profesionales más completos, más competitivos y más atractivos para el sector empresarial. Es innegable que, en un mercado laboral altamente competitivo, la formación internacional otorga unos beneficios que van más allá de los conocimientos adquiridos en las aulas o de las competencias técnicas asimiladas en las empresas o centros de prácticas. Sin duda, la formación en un país extranjero se ha convertido, en todos los niveles formativos de sistema educativo, en una práctica más que necesaria para la adecuada incorporación o reincorporación al mundo del trabajo.

En primer término, la indiscutible inmersión lingüística que conlleva una formación internacional se vuelve imprescindible en un mundo globalizado donde las empresas han aumentado su esfera de acción (a nivel europeo y mundial) y en un país que se está cimentando en la industria turística y en la exportación de productos para recuperarse económicamente. Dominar el inglés es imprescindible y conocer una segunda lengua extranjera empieza a ser muy recomendable en la mayoría de ofertas de trabajo que podemos encontrar. La movilidad internacional garantiza a los individuos (además de formación) fiabilidad en el campo idiomático y una práctica y fluidez lingüística imposible de garantizar si no se han cruzado las fronteras del propio estado.

En segundo lugar, los periodos de movilidad internacional impactan directamente en las competencias personales que adquieren los individuos. En un mercado laboral altamente competitivo como el actual, en el cual siempre existen infinidad de candidatos por cada oferta laboral, es imprescindible marcar la diferencia más allá del currículum académico o profesional. Competencias como la iniciativa, la gestión del cambio, la capacidad de adaptación o la flexibilidad quedan más que contrastadas en los participantes en programas de movilidad internacional puesto que ya las han adquirido, en gran medida, a través de dicha acción. En igualdad de condiciones académicas o profesionales, el "saber estar", en el mayor número de situaciones o entornos, se torna imprescindible en la incorporación al mercado laboral.

En tercer lugar, históricamente, la posibilidad de poder realizar periodos formativos internacionales solo estaba al alcance de familias con altos ingresos económicos. Actualmente, con el desarrollo de los programas internacionales financiados a través de la Unión Europea (con Erasmus como estandarte) esta opción queda abierta a todo tipo de economías familiares. Paradójicamente y a pesar de que España es el país más participativo de toda la Unión, no llega ni al 1% los estudiantes que realizan periodos académicos o de prácticas en el extranjero, dejando intacto el prestigio social que tiene por sí solo haber estudiado en París, Berlín o Londres. La movilidad educativa internacional sigue siendo clave para diferenciarse y para maximizar el valor añadido que nos proporciona cualquier formación.

Finalmente, la diversidad, sobre todo aquella relacionada con la cultura del trabajo propia de cada entorno geográfico, es uno de los conceptos más ligados a los valores que se necesita que aporte la movilidad internacional. Un joven alemán y un joven español que estudien mecánica, por ejemplo, acabaran sus estudios sabiendo reparar cualquier tipo de vehículo pero ¿lo harán con las mismas herramientas? ¿Usaran el mismo proceso? ¿Tendrán la misma relación con los clientes o con sus superiores? Más allá de "lo que se aprende", los programas formativos internacionales fomentan el "cómo se aprende", dotando a los participantes de visiones diversas o de diferentes modelos para encarar o resolver diferentes situaciones profesionales. No cabe duda que disponer de diferentes herramientas para solventar una misma situación dota a los participantes de mayor número de recursos y, en consecuencia, los convierte en profesionales más dinámicos.

En definitiva, estudiar o realizar prácticas en el extranjero obligan a relacionarse académica o profesionalmente en una lengua no materna, a adaptarse a una geografía y a una cultura desconocidas, a dejar de lado el entorno social y familiar de nuestra zona de confort y a buscar nuevas soluciones para problemas ya planteados. Si alguien es capaz de superar con éxito ese reto, ¿qué responsable de recursos humanos no lo considerará capaz de adaptarse con éxito a su empresa?
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