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"No se trata de buscar enseñanzas especiales para alumnos especiales, sino una enseñanza y un aprendizaje eficientes para todos"

Entrevista


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Entrevista a José Antonio Torres González. Catedrático del Departamento de Pedagogía de la Universidad de Jaén y director de la Revista de Educación Inclusiva
¿En qué consiste la educación inclusiva? ¿Qué repercusión tiene en el alumnado con necesidades educativas especiales y en el resto?

El concepto de inclusión y los principios ideológicos que subyacen en él hunden sus raíces, por una parte, en la Sociología de la Educación, a través del análisis de los procesos de desigualdad que se han producido y se producen en las instituciones educativas y, por otra en la Antropología social y cultural y en las propias teorías del aprendizaje más actuales, reflexionando y generando nuevas propuestas sobre cómo construir conocimiento en las instituciones educativas desde la diversidad de demandas y necesidades de los alumnos y alumnas que a ellas acude. Para mí, por tanto, la educación inclusiva es una cuestión de valores, es una cuestión de derechos humanos que preconiza la no segregación de personas. Se trata de superar la postura del pensamiento integrador, que restringía el alcance de la inclusión a los discapacitados, para extenderla a todo el alumnado. En este sentido es necesario añadir dos conceptos que pueden facilitar la comprensión del concepto. Se trata de los conceptos de comunidad y de participación que aparecen ligados a dos dimensiones que caracterizan la noción de inclusión: su vinculación a los procesos de exclusión y el carácter de proceso atribuido a la misma. La repercusión por tanto es la misma para todo el alumnado.

¿Cuáles son las funciones del profesorado ante la educación inclusiva? ¿Y las de los centros?

La inclusión exige una restructuración escolar y un abordaje desde una perspectiva institucional. La respuesta educativa a la diversidad de necesidades educativas especiales introduce necesariamente cambios en la dinámica y funcionamiento de la escuela y por supuesto en los profesionales que desarrollan su trabajo en la misma.

El papel reservado al profesor del futuro es el de organizador de la interacción de cada alumno con el objeto del conocimiento en donde la tarea se concibe como una mediación para que toda la actividad que se lleve a cabo resulte significativa y estimule el potencial de cada uno de los alumnos en un trabajo cooperativo, y entre estos y el profesor correspondiente. Desde esta perspectiva el profesorado ha de ser quien conciba y active el valor funcional del aprendizaje de la cultura para la vida cotidiana del alumno, capaz de reproducir una tradición cultural, pero también de generar contradicciones y promover alternativas; de facilitar a los alumnos la integración de todas las ofertas de formación internas y externas al aula; de diseñar y organizar trabajos disciplinares e interdisciplinares, de colaborar con el mundo exterior a la escuela, haciendo de la experiencia educativa una experiencia individual y, a la vez, socializadora.

Estaríamos hablando de un perfil deseable de los docente como profesionales capaces de analizar el contexto en el que desarrollan su actividad y de planificarla, de dar respuesta a una sociedad cambiante, y de combinar la comprensividad de una enseñanza para todos con las diferencias individuales, de modo que se superen las desigualdades; pero se fomente, al mismo tiempo, la diversidad latente en los sujetos. En resumidas cuentas, el perfil de un profesor, con autonomía profesional y responsable ante los miembros de la comunidad interesados en la educación.

La necesidad de que la escuela ofrezca respuestas educativas coherentes con las necesidades de los alumnos que a ella llegan, supone la adopción de planteamientos organizativos flexibles que propicien el cambio y la innovación en los centros educativos en razón de su propio contexto y de su cultura. Desde esta perspectiva, la organización escolar y la respuesta a las necesidades educativas especiales están en obligada interacción y su relación se plantea de manera bidireccional. Por una parte, la organización del centro ofrece una serie de condiciones que favorecerán o dificultarán la atención a los alumnos con necesidades educativas especiales. Por otra, el propio proceso de inclusión de los alumnos con necesidades educativas especiales implica cambio organizativo en los centros. En este sentido los centros educativos han de tener unas características que han de estar relacionadas con la Flexiblidad, la Funcionalidad, la Participación y Comunicación. Flexibilidad, que supone el establecimiento de opciones diferenciadas en el centro educativo, de tal manera que sea factible elegir aquella que más se ajuste a sus características y a sus necesidades. Funcionalidad, en clara referencia a la delimitación de responsabilidades y tareas que ha de establecerse entre todos los miembros de la Comunidad Educativa, para hacer efectiva la inclusión. Participación, en la planificación educativa para atender a la diversidad. Comunicación, mediante el establecimiento de canales que promuevan y favorezcan tanto la interrelación entre los componentes de la Comunidad educativa y entre estos y el entorno donde se ubican.

¿Cuáles son los principales retos a los que deben hacer frente los profesionales de la educación inclusiva actualmente?

Los retos ante las nuevas realidades son bastantes y con gran carga de dificultad. En este sentido entiendo que los profesores deberán estar capacitados para observar y reflexionar sobre la propia práctica y la de sus compañeros; desarrollar procesos de autoevaluación y reflexión compartida, evaluar críticamente, no sólo el proceso educativo sino su propia actuación como docente; innovar e investigar, en la búsqueda de respuestas adecuadas a las demandas y necesidades de los alumnos, a sus necesidades como profesionales y, en definitiva, a las necesidades de la escuela como institución abierta a la innovación y al cambio; trabajar en equipo, entendido éste, como elemento nuclear en el desarrollo profesional basado en la colaboración y la cooperación y generar y promover actitudes positivas hacia la inclusión. Se trataría en definitiva de lograr profesores analíticos, reflexivos y críticos, con una actitud positiva para dinamizar el proceso de inclusión.

Los expertos consideran que no sólo se debe promover la inclusión en el sistema educativo, sino también promover la inclusión en el proceso de aprendizaje. ¿Considera que este último aspecto se tiene en cuenta?

Estoy de acuerdo con esa afirmación, es decir, la práctica educativa en el aula, que atiende y respeta la diversidad, se centra en el proceso de enseñanza-aprendizaje que en ella se desarrolla para ofrecer oportunidades de crecimiento personal a todos los alumnos, según sus necesidades particulares. Sin embargo, a pesar de que las bases teóricas que sustentan nuestro modelo educativo abogan por los procesos de inclusión, no es fácil que ello se vea reflejado en la práctica cotidiana del aula, debido a que existen lagunas de formación en este sentido. Desde esta perspectiva el aprendizaje debe entenderse como un proceso interactivo: el qué, el cómo y el cuándo enseñar se someten a las necesidades educativas y el currículum ha de adaptarse a ellas. Yo creo que se ha avanzado mucho en promover la inclusión en los procesos de enseñanza-aprendizaje, aunque desde mi perspectiva aún no se ha sistematizado ese proceso. Se necesitaría un proceso de planificación y diseño más dinámico y fuertemente arraigado en la cultura organizativa de los centros y en el trabajo de los profesionales, desde una perspectiva colaborativa. No olvidamos que en muchos de nuestros centros todavía existe una cultura celularista, individualista, de balkanización. Cualquier proceso de innovación, de cambio choca con esas culturas dominantes que por supuesto se reflejan en el desarrollo de los procesos de enseñanza y aprendizaje en el aula.

¿Cree que los centros trabajan activamente para promover la igualdad de oportunidades?

Yo pienso que sí, pero no de manera generalizada y sistemática. Se observan muchas acciones aisladas que, a veces, no son compartidas por el conjunto de la comunidad educativa.

Los centros educativos a través del diseño de un currículum inclusivo ya están planteando una sensibilidad hacia las diferencias garantizando la igualdad de oportunidades para todos y facilitando el aprendizaje desde sus propias características. Por otra parte, políticamente, los estados de nuestro entorno garantizan una educación para todos es algo irrenunciable. Las políticas de igualdad del Gobierno español en los últimos años hay que inscribirlas, particularmente, en el marco del acervo comunitario de la Unión Europea, que ha ido incorporando importante legislación en cuanto a la igualdad de oportunidades. Desde mi perspectiva trabajar en los centros para promover la igualdad de oportunidades conllevaría tres características esenciales. Por una parte, "la visibilidad", haciendo visibles las diferencias entre el alumnado, para facilitar el reconocimiento de las desigualdades y discriminaciones que aquellas pueden producir y producen. Por otra parte, la "transversalidad", entendiendo que los principios de igualdad entre hombres y mujeres deben estar presentes en el conjunto de acciones y políticas emprendidas por la Administración y los centros educativos.

Este enfoque transversal supone la inclusión de la perspectiva de género en la elaboración, desarrollo y seguimiento de todas las actuaciones que afecten, directa o indirectamente, a la comunidad educativa y, por último, "la Inclusión", entendiendo que las medidas y actuaciones educativas se dirigen al conjunto de la comunidad a través de la participación. Comunidad y Participación aparecen así como conceptos ligados a la inclusión. Considero, por ello, que la inclusión surge con el objetivo de eliminar las diversas formas de opresión existentes y de luchar por conseguir un sistema de educación para todos, fundamentado en la igualdad, la participación y la discriminación en el marco de una sociedad democrática.

¿De qué forma se atienden las necesidades educativas especiales en la secundaria obligatoria y postobligatoria (especialmente, bachillerato y Ciclos formativos de grado medio)?

El capítulo VII de la LOCE se dedica a la atención al alumnado con necesidades educativas especiales. En él se recoge que el sistema educativo dispondrá de los recursos necesarios para que los alumnos con necesidades educativas especiales, temporales o permanentes, puedan alcanzar los objetivos establecidos con carácter general para todos los alumnos. Pienso que es ésta la etapa de nuestro sistema educativo donde existen mayores problemáticas para atender las necesidades educativas especiales del alumnado a pesar de la existencia en los centros de especialistas que desarrollan su labor en los denominados Departamentos de orientación.

Para mí el problema reside en la formación del profesorado. Un profesorado que no ha recibido una formación inicial adecuada en el ámbito disciplinar de la Educación Especial. En este sentido las intervenciones se centran, en esta etapa, más en la dificultad de aprendizaje que en potencial de aprendizaje. Si a ello unimos que el profesorado de Educación Secundaria y Bachillerato está más acostumbrado a trabajar con grupos homogéneos, la tarea se vislumbra harto complicada. No olvidemos que el porcentaje de alumnos escolarizados con necesidades educativas especiales en esta etapa, disminuye brutalmente. Hay, por tanto un problema de exclusión. El alumnado con necesidades educativas especiales en esta etapa del Sistema Educativo es ciertamente un problema.

Las respuestas educativas que han de ofrecerse exigen plantear un enfoque diferente de la práctica educativa, que contemple la diversidad en el aula como una razón para buscar y aplicar estrategias didácticas que permitan el aprendizaje significativo de todos los alumnos, incluidos aquellos que presentan necesidades educativas especiales. Los alumnos con dificultades de aprendizaje no son un problema, sino un medio para perfeccionar nuestra práctica, pues no se trata de buscar enseñanzas especiales para alumnos especiales, sino una enseñanza y un aprendizaje eficientes para todos.

¿Y en la universidad?

En los últimos años las universidades han asistido con preocupación a la llegada de alumnos con necesidades educativas especiales a sus aulas. Hace algunos años, que se viene trabajando en el tema. Hoy en día es una realidad que la gran mayoría de las universidades cuentan con unidades de atención para alumnado que presenta algún tipo de necesidad especial con el objetivo de que los/as estudiantes con discapacidad que deseen cursar estudios en la Universidad, puedan gozar de las mismas oportunidades que el resto de alumnos universitarios.

Para cumplir este objetivo, las Unidades coordinan y desarrollan una serie de acciones orientadas a la asistencia, apoyo y asesoramiento que les permitan, en la medida de lo posible, un desenvolvimiento pleno en el ámbito de la vida universitaria. Los servicios que se ofrecen tienen que ver con la accesibilidad a los espacios, la atención personalizada al alumnado con discapacidad, apoyo al estudio, servicios especiales en bibliotecas, apoyo personal y fomento de la empleabilidad para estudiantes y titulados o tituladas. Sin embargo, en el ámbito curricular las acciones aún no están bien definidas. En este sentido los procesos de adaptación curricular, los cambios metodológicos, la utilización de recursos, etc. aún no han llegado a la universidad. El problema, al igual que en la etapa de Educación Secundaria y Bachillerato, se centra en la formación del profesorado. No obstante pienso que se está avanzando a pasos agigantados en el proceso.

¿La educación inclusiva favorece una perspectiva más justa de la educación? ¿Y de la integración social?

En 1990 la Conferencia Mundial de Educación para Todos celebrada en Jomtien (Tailandia) surge un movimiento hacia la educación inclusiva cuya finalidad es reestructurar las escuelas para responder a las necesidades de todos los niños, asumiéndose más tarde, como una tendencia educativa internacional en Salamanca (UNESCO, 1994), con el objetivo de ofrecer respuestas a los problemas del enfoque integrador: por un lado sus restricción a los alumnos identificados como alumnos con necesidades educativas especiales y, por otro, su limitación al ámbito educativo, descuidando la inclusión social.

La inclusión, por tanto, es una cuestión principalmente de valores relacionados con los fines de la educación. La inclusión se opone a cualquier forma de segregación, a cualquier argumento que justifique la separación, a cualquier pretexto en el ejercicio de los derechos a la educación. La inclusión es un planteamiento comprometido que refleja la defensa de unos valores determinados que se relacionan con los fines de la educación, con la forma de sociedad en la que queremos vivir. Por consiguiente, una escuela inclusiva tiene que intentar desarrollar nuevas respuestas didácticas, para estimular y fomentar la participación de todos los alumnos. En esta línea, la educación inclusiva se opone a cualquier forma de segregación, a cualquier argumento que justifique la separación en el ejercicio de los derechos a la educación.

En este sentido la inclusión explora el constructo social establecido en torno al concepto de discapacidad que se ha creado como consecuencia de los continuos cambios que se producen en los contextos políticos, sociales y económicos y que, con demasiada, frecuencia adquieren tintes de marginalidad y discriminación. Si entendemos la educación inclusiva como una educación que proporciona apoyo social e instructivo a todos los estudiantes, y que se centra en construir la interdependencia, el respeto mutuo y la responsabilidad, indudablemente es una perspectiva más justa de la educación.

¿Considera que es necesario un cambio en las políticas educativas? ¿Y en las prácticas educativas?

Indudablemente. Yo pienso que a nivel de política educativa, la gran mayoría de los países democráticos están optando por políticas educativas integradoras, inclusivas. Desde el concepto de globalización que desarrolla alianzas, conexiones, intercambios económicos entre países, entre las formas de vida de los individuos, sus hábitos y sus costumbres, estamos entrando en una nueva forma de concebir el mundo que trasciende fronteras en otros tiempos imaginarias. Sin embargo en un mundo como el actual, con fuertes desigualdades entre individuos, entre pueblos, entre naciones, la globalización afecta a la identidad de los sujetos ya que todos no ocupamos el mismo lugar en la sociedad y en la cultura y puede generar procesos asimétricos, generando exclusión y desigualdades en aquellos que no tiene posibilidades de acceder a la red económica, política y cultural globalizada, así como desequilibrios sociales importantes. No olvidemos que el 85% de los bienes del mundo es propiedad de un 20% de la población. Aumentar el gasto en términos de PIB es un reto de las políticas educativas.

Por otra parte, entiendo que los principios de la integración antes, de la inclusión ahora, y el discurso sobre los mismos, han experimentado grandes avances que se han ido asimilando, tanto a nivel educativo como social. La aceptación de las ideas ha avanzado mucho más que la consolidación de las prácticas coherentes con dichas ideas. Habría que preguntarse si la inclusión va a suponer un avance hacia los ideales democráticos, y hacia procesos de inserción sociolaboral de los jóvenes con necesidades educativas especiales, o por el contrario, vamos a seguir jugando el mismo papel que durante muchos años jugó la Educación Especial

¿Hay algún país que destaque por sus buenas prácticas en educación inclusiva?

Conozco varias experiencias de prácticas inclusivas. Yo destacaría países como Canadá, Estados Unidos, Finlandia y México. En ellos se están llevando a cabo "buenas prácticas Inclusivas" aunque no de manera generalizada. Son acciones aisladas que centran todo el proceso en el concepto de comunidades de aprendizaje a través de la participación.
 
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