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¡Sí a Bolonia!

Editorial

La apuesta por una homologación con Europa -el llamado proceso de Bolonia- tiene más de diez años y ahora está culminando en España, y de forma desnaturalizada, cuando en otros Estados ya es una realidad consolidada

  • 30/03/2009

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Enric Renau. Editor
Las manifestaciones, ocupaciones y paros de universitarios de las últimas semanas expresan un malestar de una parte de la juventud que percibe un futuro oscuro no sólo a corto plazo sino también a medio y largo plazo. Una juventud, de otro lado, privilegiada. Privilegiada, por que ha podido estudiar desde los tres a los veinte y pico años, gracias al esfuerzo de los contribuyentes que, vía impuestos, financian la educación obligatoria y la universitaria.

Es normal, por lo tanto, que la sociedad considere que la Universidad tiene que devolverle su esfuerzo en el presente con una buena formación de las nuevas generaciones, que las haga más cultas, más competitivas y más innovadoras. La sociedad con su voto y sus impuestos, piensa que la Universidad tiene que formar buenos científicos y profesionales homologables a nivel internacional.

La apuesta por una homologación con Europa -el llamado proceso de Bolonia- tiene más de diez años y ahora está culminando en España, y de forma desnaturalizada, cuando en otros Estados ya es una realidad consolidada. Curiosamente, estos estados son más competitivos y generan mayor innovación científica. Bolonia, básicamente implica la transformación de las diplomaturas y licenciaturas y de las ingenierías en títulos de grado y postgrado, con una reducción de horas lectivas teóricas y un incremento real de las prácticas en el aula y en el mundo real (empresas, administración, tercer sector). Ello conlleva una reestructuración de los contenidos y los métodos de los docentes y, por lo tanto, un esfuerzo de adaptación que algunos de ellos no están dispuestos a realizar, por que trastorna sus planes acomodaticios de repetir año tras año la misma asignatura, sin ningún mecanismo serio de evaluación que exija renovación.

Bolonia significa, también, que nuestros futuros graduados y másters podrán asimilarse con cualquier otro titulado europeo en el sentido académico y laboral. Un abogado, informático, enfermero o físico (mujer o hombre) aquí se parecerá mucho más a otro de Noruega, Alemania y Grecia que ahora. Por lo tanto podrá trabajar en igualdad de condiciones -si sus competencias lingüísticas lo permiten - a lo largo de Europa.

Bolonia no es ni la privatización de la Universidad, ni la imposibilidad de compaginar estudios con trabajo, ni el cierre de facultades sin alumnos. Estos son otro tipo de problemas.

La Universidad tiene un coste y éste debe ser aportado por la sociedad, con los impuestos y con muchas más y mejor dotadas becas para quien demuestre que se esfuerza y saca buenos resultados y quien no puede financiar su matrícula. La Universidad ha crecido demasiado estos años en relación con la capacidad económica y la realidad demográfica del País. Muchas inversiones en infraestructuras y edificios y cada vez menos alumnos y más profesores.

Errores políticos y universitarios los ha habido, sin duda. Desde Educaweb los venimos señalando desde hace tres años. Los más evidentes, a mi parecer, han sido una mala planificación a medio y largo plazo, una falta de valorización del coste universitario y una inexistente política de becas seria.

Los antibolonia, por otro lado, ya sería hora que empezaran a situarse en el siglo XXI y no en el Mayo del 68, utilizando métodos de reivindicación más innovadores y más sostenibles que no tirar pintura y romper cristales e impedir la clase a los que quieren darla o asistir.

Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com





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