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¿Antes muerta que sencilla?

Artículo de opinión

Sábado por la noche. En un albergue juvenil. Algunas familias hemos ido allí a pasar el fin de semana. Acabamos de cenar y los niños piden mirar la tele. -Es que va a salir Charleen en el programa Eurojunior!


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Xavier Àvila i Morera, Profesor de Nuevas Tecnologías Aplicadas a la Educación Facultat de Psicologia, Ciències de l'Educació i de l'Esport - Blanquerna Universitat Ramon Llull
Charleen es una chica noruega que vino a vivir a Barcelona y va a la clase de algunos de ellos. La van a entrevistar porque el Festival Junior de Eurovisión se celebrará en su ciudad natal.
Los padres nos vamos a otra sala y hacemos nuestra tertulia. De vez en cuando uno de nosotros se acerca a la sala de la televisión. Allí una docena de niños de edades comprendidas entre los siete y los doce años se están sentados, unos en el suelo y otros apiñados en un sofá, mirando un televisor situado en lo alto de una pared. El programa les interesa más bien poco, sólo quieren ver a su amiga, pero prestan más atención que en clase. Ya llevan bastante tiempo aguantando lo que les echan: fragmentos del Eurojunior de toda la temporada, anuncios, imágenes de los ensayos... ¿Que? ¿Todavía no ha salido? Nooo. Más anuncios. Los papás de la niña muy contentos. Las amigas de la estrella explicando que es muy simpática. Otra serie de anuncios... Llega el momento de la canción. Nadie pide silencio pero todos callamos. El escenario se llena con la presencia y el desparpajo de aquella niña, -mujer en miniatura-, que se mueve con un salero que contagia buen humor; la música es tan simple que casi se canta sola y a golpes de abanico nos van pegando el estribillo a los oídos... Sin esperar que acabe la canción porque de tan igual que suena ya no les interesa, les pregunto:
- ¿Qué canta?
- Pues la canción que ha ganado Eurojunior...
- Ya. Eso ya lo sé. ¿Pero, qué dice?
- Ah pues… no sé...
La letra les daba igual. Quizá no la escuchaban, pero la oían... Y después incluso la cantarían porque hay que reconocer que se pega: "Ay que sencilla, ay que sencilla. Antes muerta que sencilla…"

Soy de los que cree que la televisión educa, pues entiendo la educación como un proceso de apropiación de la cultura, de los valores y de los significados de la sociedad en que se vive. Y la televisión no sólo transmite ciertos aspectos de esa cultura sino que además participa en la creación de la llamada cultura mediática. La televisión presenta determinados modelos, potencia ciertos valores y devalúa otros, crea nuevos significados, cumple una innegable función socializadora y de esa manera se constituye en punto de referencia -de forma consciente o inconsciente- para la toma de muchas de nuestras decisiones de cada día. Otro tema será si la educación a través de la televisión -y los media en general, incluyendo Internet- va en la dirección que nosotros desearíamos…
Por otra parte también creo que hay que educar para ver la televisión. Del mismo modo que hay que ayudar a desarrollar nuestras capacidades para ir conociendo el mundo que nos rodea, para interpretarlo y para actuar en él, también hay que facilitar las claves, desarrollar capacidades y formar determinadas actitudes para llegar a ser espectadores inteligentes, capaces de entender los mensajes audiovisuales de forma consciente y para ser espectadores críticos, que no se creen lo que se les explica sino después de un proceso de reflexión personal y de contraste con las propias opiniones y esquemas de conocimiento.
Educar en comunicación, desde la doble vertiente de capacitar para la "lectura” -lectura crítica de los medios- y también para la "escritura” -expresión en lenguaje audiovisual- actualmente se debe considerar dentro del propio concepto de alfabetización. (Y, por cierto, no sé si desde esta perspectiva la programación televisiva y los índices de audiencia de un país serían un indicador de su nivel de alfabetización porque si así fuera… )
Si a continuación nos preguntamos a quien le corresponde educar en comunicación, creo que en gran medida corresponde a los padres, al menos por dos motivos: uno es que en casa es donde más llegan los media y el otro está relacionado con la implicación que tiene este aprendizaje en la construcción de la escala de valores. Por otra parte, pese a que reconozco que la escuela en muchas ocasiones acaba siendo el cajón de sastre donde la sociedad va arrinconando todas las responsabilidades educativas, en este tema creo que no puede, ni debe, girar la espalda, y lo ha venido haciendo durante mucho tiempo… Pero en tercer lugar también creo que deberíamos tener en cuenta que si estamos de acuerdo en la idea que apunté anteriormente sobre la función educativa de la televisión -sea intencionada o no-, en tanto que "educadora” también deberíamos considerar su parte de responsabilidad.
Pero así como tenemos claro quienes son las madres y los padres y también quienes constituyen "la escuela”, también debemos preguntarnos quien deberia asumir la parte de responsabilidad educativa que corresponde a la televisión. Y en este sentido creo que debemos considerar tanto a los programadores que deciden qué programas se emiten i a qué horas, como a los anunciantes que deciden mostrar su producto potenciando un determinado argumento de venta, como a los publicitarios que diseñan el anuncio reforzando ciertos valores o contravalores porque "enganchan”, como a los que utilizan el propio lenguaje audiovisual de una u otra forma que nunca será ni aséptica ni gratuita, como los periodistas que seleccionan, redactan y nos presentan la información, como los tertulianos, como…
De manera que, si realmente nos interesa mejorar el grado de alfabetización de nuestra sociedad, creo que todos deberíamos hacer el esfuerzo de asumir nuestro grado de responsabilidad lo cual conlleva que por una parte mejoremos nuestra propia formación en este campo porque nadie nos ha enseñado y por otra parte aceptemos que nuestra actuación como padres, como maestros, como anunciantes, publicitarios, realizadores, programadores, periodistas, etc. es educativa y de cada uno de nosotros dependerá la orientación que le demos.

La situación que describía al principio no acabó al apagar la tele. Al día siguiente fuimos de excursión y un momento en que me encontré andando entre un grupo de niños, solté: ¿Qué os parece eso de "antes muerta que sencilla"? Me contestaron que claro que era una tontería pero como se lo había inventado aquella niña, tenía su mérito... Entonces nos preguntamos sobre quien debía haber escrito realmente esa letra y quién había compuesto la música, y también hablamos de cómo iba vestida la niña y de cómo se habían ido apartando a los otros niños que habían participado en el concurso, y del papel de los padres en ése montaje, y del futuro de "la estrella", y de otros concursos…
Al final creo que todos aprendimos y de lo que estoy seguro es de que nos lo pasamos bien charlando de ese tema.
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