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De la era del conocimiento a la era del pensamiento

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Mª Antonia Rivilla. Directora de Planificación y Desarrollo de Negocio de CESMA Escuela de Negocios (Madrid)
En primer lugar me gustaría destacar que no es una elección excluyente: no se trata de escoger, sino de sumar. Hasta ahora nos hemos ocupado de formarnos en aspectos técnicos y hemos olvidado las habilidades, cuando son estas las más demandadas por las organizaciones en los puestos de responsabilidad. Lo cual no significa que todo sea ser empático o comunicativo. Queremos que un medico sea amable, que nos explique bien las cosas, y que sea humano. Pero también queremos que sea un buen médico. Si tuviéramos que elegir ¿con que te quedarías? Yo lo tengo claro, no hay que irse a extremos, ni en medicina, ni en ninguna profesión.

En estos momentos las empresas reciben cientos de currículums fruto de la actual situación económica que potencia, más que nunca, la autocandidatura de los profesionales. En este contexto, ¿te has preguntado en qué te diferencias para destacar sobre los demás? Lo primero debe ser una formación sólida que proporcione los conocimientos necesarios. Pero sólo con esto no basta. En CESMA Escuela de Negocios decimos que nos preocupamos por enseñar conocimientos, pero mucho más en cómo emplearlos. Las empresas buscan personas con iniciativa, que no les asuste tomar decisiones, que sepan trabajar en equipo y, en estos momentos más que nunca, que sean resistentes a la frustración.

La formación y los conocimientos, no es que no sean importantes y valorados por las empresas, lo que ocurre es que se presuponen. Por ello, lo que realmente aprecian las empresas es la destreza para darles utilidad en un contexto complicado como el presente. Tenemos que ver en qué podemos ofrecer valor, y para eso lo primero que tenemos que hacer es conocernos a nosotros mismos. Pero el autoconocimiento suele ser una de nuestras asignaturas pendientes, al igual que la gestión de las emociones. Debemos aprender a identificar y gestionar nuestro potencial personal.

Tenemos que desarrollarnos en: autoconocimiento, confianza, autoconfianza, empatía, etc. En los momentos actuales las empresas necesitan personas que sepan hacer, y al ritmo que cambia todo, no se trata de hacer una cosa muy bien, sino de tener la capacidad de hacer varias cosas, algunas de las cuales totalmente nuevas, ya que hay que saber adaptarse al cambio. Cuando hacemos nuestro currículum, (llamado "vitae", cuando debería llamarse "mortis" por ser una secuencia de etapas vividas), tenemos que tener en cuanta que lo que debemos reflejar son nuestros logros y, sobre todo, nuestro potencial y capacidad de adaptación para nuevos entornos.

Las escuelas debemos ofrecer una formación integral que incluya actitudes y aptitudes. Se trata de ser eficaces y eficientes. Las actitudes personales nos van a servir para hacer mejor nuestro trabajo, independientemente de nuestra área de conocimiento o del sector en el que estemos. Son las actitudes las que nos van a diferenciar.

En CESMA pensamos que esta crisis es, en gran medida, humana y de valores y, por lo tanto, la solución también tiene que serlo. Pretendemos formar a nuestros alumnos en el respeto a determinados valores, y que aprendan a identificar su potencial de desarrollo. Creemos que se acabó el esquema racional del Siglo XX, y nuestro objetivo es ser una escuela de referencia en esta nueva forma de gestionar y dirigir. Se trata de aprender a trabajar el nosotros, y no tanto el yo o tú. Queremos ayudar a la sociedad a ser más abierta a distintas culturas y posiciones de pensamiento. Sólo lo diferente nos hace aprender y crecer. No debemos olvidar que en este tiempo hemos coincidido trabajando profesionales del siglo XX y del siglo XXI, personas de distinto sexo, distintas culturas, y no nos han preparado para ello. No obstante, este cambio es una gran oportunidad de aprendizaje y de crecimiento personal y profesional para todos si sabemos aprovecharlo. No va a ser tarea fácil. Yo digo que es como el trabajo en equipo que todos decimos que nos gusta, hasta que lo probamos y comprobamos las dificultades que entraña. No es hasta que aprendemos como nuestro trabajo puede mejorar mucho con las aportaciones de los demás y el de los demás con las nuestras, cuando percibimos que el resultado final del mismo es mejor que la suma de las individualidades.

Esto no significa que uno no se pueda y tenga que formarse en estas actitudes. Es lo mismo que con los conocimientos técnicos, lo que ocurre es que estamos acostumbrados a estudiar matemáticas desde que teníamos cuatro años y, sin embargo, las actitudes nunca las hemos estudiado, con lo que incluso las innatas no sólo no las hemos desarrollado, sino que algunas de ellas las tenemos atrofiadas. ¿Se pueden aprender? Por supuesto que sí, pero no es menos cierto que los que nos dedicamos a la formación tenemos que aprender a formar en estas actitudes y a desarrollar una preparación mucho más cercana a lo que las empresas demandan.

Uno de nuestros factores diferenciales es que somos consultores y, por lo tanto, conocemos las necesidades reales de las empresas e intentamos adaptarnos en todo momento a ellas. Por este motivo no sólo transmitimos conocimientos a nuestros alumnos, sino que les enseñamos a ponerlos en valor. Hoy en día la incertidumbre forma parte de la vida y pretendemos enseñar a convivir con ella a nuestros estudiantes. Les estimulamos a ser los protagonistas y actores de su propia vida personal y profesional. Sólo conociendo su valor diferencial y ofreciéndolo podrán diferenciarse. Intentamos formales en el afrontar en lugar de en el enfrentar.

Estamos en una sociedad distinta, en la que todo está en constante cambio; esto no es malo, simplemente es diferente. Al cambiar la sociedad también cambian las necesidades de las organizaciones. Esto obliga a las empresas a reinventarse. Y a los trabajadores con ellas.
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