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Un futuro cierto

Artículo de opinión

  • 20/09/2016

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George Junyent Prat, Director de Teyca Formación (Sabadell-Barcelona)
¿Podemos prepararnos para lo desconocido? Sí. Toda incertidumbre futura está basada en la certeza del presente, del pasado, y la evolución humana cultural, social, científica y tecnológica es siempre progresiva, de menos a más, por lo que el bagaje de conocimiento y experiencia en el presente puede ser proyectado –con no mucho margen de variables- hacia un futuro no demasiado lejano, es decir, no a quinientos años vista, pero sí a la siguiente generación/es. No es sólo la antropología y psicología de los seres humanos, sino nuestra constante existencial y filosófica que no nos deja de empujar en direcciones no tan disimilares al presente –de ello que podamos leer a pensadores de la Grecia antigua y muchas de sus enseñanzas son perfectamente válidas aún: evolucionamos mucho, mas no cambiamos tanto–.
 
La actual generación de jóvenes, niños y niñas tiene el imperativo, eso sí, de tener una masa cerebral mucho más flexible y adaptativa que la de anteriores generaciones ya que el saber ha crecido exponencialmente así como sus ramificaciones y especializaciones y es en esa dirección que los educadores y formadores debemos diseñar los sistemas educativos y de enseñanza-aprendizaje para que, aun sin tener un conocimiento específico de sus futuras posiciones y funciones como individuos creativos, sociales, hacedores, la mente de nuestras nuevas generaciones pueda ‘coger al vuelo' las variables de creación y aplicación y ser productivos/as en un entorno relativamente desconocido. La quántica no anula la física clásica Newtoniana, la psicología evolutiva que se arraiga cada vez más en nuestras consideraciones humanísticas del individuo no destruye de un plumazo la teoría Freudiana del incosciente y la pulsión vital, el barroco no anuló el renacimiento ni éste hizo añicos el gótico. Todo presente no es más que el cúmulo cultural, científico, social, tecnológico y humanístico de aquel pasado asumido y de ello reaccionamos ante las nuevas coyunturas y desgranamos propuestas y soluciones, unas mejores que otras, pero, Darwinianamente, podemos contar con que sobrevivirán –y se convertirán en pasado inmediato, después lejano–, las más eficientes y válidas. Somos producto de ellas en el presente y los serán nuestros jóvenes y niños y niñas de suyo, y así sucesivamente.
 
Nos despistamos un poco porque toda revolución parece la gran revolución: la comunista, mayo del 68, las guerras mundiales del siglo XX, Lenin, el cubismo, el expresionismo, el impresionismo, el nudismo, el puritanismo, mayo del 68, la revolución Hippy, la recesión del 29, Lutero, O.B.L., Ghandi, Einstein, Marx, Mendel, Shakespeare, Proust, V. Woolf, J.S. Bach, y una pléyade de grandes desconocidos/as son grandes muescas en el papiro –ahora digital– de nuestra historia y al mismo tiempo apenas y un eslabón más en nuestra cadena evolutiva, una cuenta en el rosario de la fe en el conocimiento y la humanidad como máximo representante de la materia en evolución.
 
Los procesos de conocimiento son siempre un engranaje entre inducción y deducción y de dicho engranaje surge la respuesta adecuada, la solución más eficiente, la verdad, y su aplicación de resultados inmediatos y consistentes que es lo que requiere de todos el mundo moderno tal como está estructurado. La competición por la excelencia no está reñida con un buen proceso cognitivo y un monto de conocimiento que, transformado en sabiduría aplicada, da la eficiencia (+resultado = -esfuerzo/ -tiempo) en los proyectos, productos y rendimientos que hacen girar la rueda de esta lección evolutiva.
 
Nuestros jóvenes, niños y niñas no estarán al margen de este desarrollo, son ellos y ellas quienes le darán forma definitiva y sabrán, desde la plataforma de conocimiento eficiente y cohesivo que les hemos dado desde el presente, reaccionar flexiblemente a las nuevas inquietudes y retos de ese futuro incierto, pero cierto.
 
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