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¿Es necesario que los horarios de los centros educativos se adapten a los horarios de las familias?

Artículo de opinión

  • 25/11/2015

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Carlos Díez de la Lastra Buigues, CEO Les Roches Marbella
Dirijo una escuela internacional de educación superior por la que anualmente pasan una media de un millar de alumnos, y además soy padre de familia, por lo que la racionalización de los horarios escolares es un tema que tengo doblemente presente.
 
Los distintos expertos que forman parte de la comunidad educativa no se ponen de acuerdo acerca de la conveniencia de concentrar o expandir las horas de aprendizaje; reducir o no las pausas y alargar o no la distancia entre el desayuno y la siguiente comida. Tampoco hay estudios pedagógicos oficiales ni definitivos que avalen que la jornada continua mejore el  la eficiencia académica frente a la jornada tradicional, partida en dos y ante esta falta de consenso, cada centro, siguiendo la normativa de su comunidad autónoma, establece, como puede, su horarios.
 
Como padre, me gustaría que a este tema, que en realidad es un daño colateral de la utópica conciliación, se le diera la importancia real que tiene y fuera tratado como un "problema nacional".
 
La sociedad española se merece un debate serio sobre la falta de racionalidad de los horarios en general, que afecta  a los niños en particular cuando se someten a jornadas de más de diez horas dentro del centro escolar, en casos extremos (pero existentes) los pequeños llegan al colegio a las 8 o 9 de la mañana y salen del mismo pasadas las 19.00h. Este abuso de las clases extraescolares está íntimamente ligado con el desmedido horario laboral al que son sometidos los padres, bajo unas condiciones socio-laborales que en el transcurso de la crisis no han hecho más que empeorar.
 
La comunidad educativa tiene que asumir su parte de responsabilidad, junto al resto de agentes sociales, para aprovechar la recuperación económica y retomar aquellas iniciativas que llevan años esperando ser "vistas" en una gran mesa de debate, es el momento para presentar argumentos y estudios que deparen por fin en mejoras en sociales sin que intervengan intereses económicos. Y en lo estrictamente educativo, los centros escolares deberían participar en ese debate sin que influyeran en el mismo asuntos económicos absolutamente secundarios como el ahorro de servicios (luz calefacción o personal) que una u otra jornada -intensiva o partida- pueda suponer y darle voz a los docentes, pedagogos y demás especialistas en la materia para que se pongan de acuerdo sobre el mejor sistema de horarios.  

Mientras tanto, los padres seguiremos haciendo equilibrios apelando a la lógica, porque por muy difícil que nos lo pongan, lo lógico es que sea el horario de los padres el que se adapte al de las necesidades educativas de los hijos y no al revés.
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