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Las estrategias de aprendizaje de los nativos digitales: una nueva aproximación didáctica al análisis textual en ELE

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Susana Diez de la Cortina Montemayor, Directora Académica. AulaDiez español online (Madrid)
Si recordáramos nuestra época de estudiantes desde la perspectiva de los estudiantes de hoy parecería que nos remontáramos a la prehistoria, pero el cambio se ha producido en una sola generación. De los encerados verdes y las tizas blancas a las pizarras digitales y los libros electrónicos median apenas unas décadas, pero el cambio ha sido enorme. Nuestros recuerdos están impregnados del  entrañable olor de los libros de texto nuevos, que  forrábamos con amor y respeto, de la veneración que se nos inculcaba por la letra impresa.  Aprendimos a estudiar subrayando los textos con distintos colores, anotando en sus márgenes, escribiendo resúmenes y fichas de lectura que después guardábamos por orden alfabético en un fichero, o en una simple caja de zapatos destinada a tal fin.  Nuestra lengua de estudio era indiscutiblemente la lengua escrita, nuestro acceso al conocimiento tenía lugar a través de ella. Nuestro concepto, hoy, del aprendizaje, del conocimiento y de lo que debe ser la cultura, sigue siendo todavía el mismo: la cultura se envasa y se distribuye a través de la letra impresa.
 
Pero todo eso ha cambiado radicalmente; desde hace varias décadas el conocimiento ya no se envasa necesariamente en un formato impreso, ni la gente utiliza las tarjetas postales o las cartas para comunicarse con quienes están lejos.  Aunque sigamos utilizando en nuestras comunicaciones la lengua escrita, e incluso más que antes, los canales de comunicación han cambiado. Los estudiantes de nuestro actual sistema educativo, tengan 3 o 23 años, son ya todos ellos conocedores naturales de la nueva lengua digital: los juegos de ordenador, los vídeos, el correo electrónico, Internet, el teléfono móvil, las redes sociales y la mensajería instantánea son partes integrantes de sus vidas. Sus habilidades cognitivas han cambiado sustancialmente y ello probablemente tenga como consecuencia ciertos cambios físicos en su cerebro (¡pero no en el nuestro!), tal como apunta el Dr. Bruce D. Berry de la Universidad de Medicina de Baylor: "Diversas clases de experiencias conducen a diversas estructuras cerebrales". 
 
¿Cómo debemos llamar a estos ‘nuevos' estudiantes de hoy?, se pregunta Marc Prensky. "Algunos se refieren a ellos como N-GEN por Generación en Red o D-GEN por Generación Digital. Pero la designación más útil que he encontrado para ellos es la de Nativos Digitales." A los que no nacieron en el mundo digital, aunque se hayan adaptado de alguna manera a él, Prensky los denomina Inmigrantes Digitales1.  Al haber aprendido la lengua digital de una manera tardía, los inmigrantes digitales tienen lo que él llama ‘acento', y el resultado es que nosotros, los inmigrantes con acento, estamos intentando enseñar a una generación que no tiene los problemas de adaptación a las nuevas tecnologías  que nosotros sí tuvimos y aún tenemos. Para Prensky, "el problema más grande es la educación de nuestros instructores inmigrantes digitales, que hablan una lengua anticuada (de la edad pre-digital) y están luchando para enseñar a una población que habla perfectamente una nueva lengua".
 
¿Significa esto que debemos renunciar a orientar y guiar a esta nueva generación? ¿Qué debemos hacer, cuál es entonces nuestra función educadora? Conformarse con la idea de que ellos son nativos digitales y nosotros simples inmigrantes digitales ¿no es desistir de nuestra labor docente? Es cierto que nunca dominaremos como ellos la lengua digital, que nunca los alcanzaremos en eso, pero debemos esforzarnos en comprender la magnitud de los cambios que se nos avecinan para poder, como educadores (seamos padres o profesores) inducir el carácter de esas transformaciones.
 
Nuestros jóvenes están llamados a protagonizar grandes cambios pero nosotros, la última generación de la llamada ‘era predigital', no debemos dejarlos solos frente a ellos. Los cambios serán positivos o negativos dependiendo en gran medida de la actitud con que los enfrentemos: si nuestra actitud es positiva y creativa, nuestros niños y jóvenes realizarán los cambios de una forma positiva y creativa; si nuestra actitud es negativa y de rechazo, hay mayores probabilidades de que realicen los cambios de una forma negativa también.
 
 Lo primero que debemos preguntarnos es: ¿cómo aprenden los nativos digitales? Según Prensky, están acostumbrados a recibir información realmente rápida; les gustan los procesos y multitareas paralelos; prefieren gráficos antes que textos; defienden los accesos al azar (desde hipertextos); funcionan mejor cuando trabajan en red; prosperan si pueden obtener una satisfacción inmediata y bajo recompensas frecuentes, y eligen ‘jugar en serio' antes que trabajar.
 
Nosotros, los inmigrantes digitales, no creemos que los estudiantes puedan aprender con éxito mientras ven la televisión o escuchan música, pero es porque nosotros mismos no podemos hacerlo, no practicamos esa habilidad constantemente durante nuestros años de formación. Por análogas razones, los inmigrantes digitales pensamos que el aprendizaje no puede o no debe constituir una diversión.
 
"Necesitamos inventar nuevas metodologías para los nativos digitales, para todos los temas, en todos los niveles, usar guías para que nuestros estudiantes las usen. El proceso ya ha comenzado, conozco a profesores de universidad que han tenido que inventar juegos para enseñar matemáticas en Ingeniería", nos dice Prensky.
 
También hay que replantearse qué contenidos deberán formar parte del currículo en un nuevo sistema de educación. Hay que distinguir, pues, entre contenidos legados o heredados (entran todas las variantes de la lectura, la escritura, la aritmética, el pensamiento lógico, la comprensión y los escritos del pasado, es decir el currículum convencional) y contenidos prospectivos o futuros (remite en cambio a las tecnologías digitales en todas sus dimensiones, pero fundamentalmente en su dimensión lingüística: conversaciones en las que se inventan nuevos mundos de innovación). Por lo tanto, hay que aprender cosas nuevas (los contenidos futuros), pero también hay que enseñar los contenidos heredados de un modo nuevo, y, siendo ambas tareas tremendamente difíciles, quizás lo más duro sea enseñar lo viejo con ojos nuevos.  Algunos se preguntan: ¿cómo es posible que un chico que se acuerda de 100 nombres distintos de la colección de Pokémon no recuerde más que el nombre de un río o dos, y durante sólo un día o dos, cuando se los enseñan a la vieja usanza? La clave está en el juego, en saber potenciar el juego como una de las más productivas estrategias básicas del aprendizaje.
 
¿Significa todo esto que debemos renunciar a seguir utilizando los textos como soporte educativo, y más aún, renunciar a la literatura? Claro que no. ¿O acaso no es para niños y jóvenes un motivo de disfrute la lectura de un buen relato escrito, o que se les cuente un cuento? Lo que ocurre es que no les gusta que les lean un cuento sin más: piden interpretarlo, transferir lo narrado a lo que conocen de su mundo real. La lectura de un texto se debería presentar como una actividad lúdica, sin anticipar la consecución de una meta u objetivo -aunque exista-; de ese modo se posibilita entrar en el juego sin la menor ansiedad. La lectura en voz alta o dramatizada estimula la  expresividad oral, mientras que la tradicional lectura individual, o del profesor, en un tono monocorde es un factor innegable de aburrimiento. Otro elemento con el que se capta la atención es la transferencia de los objetos o personajes del texto a los objetos o personas del entorno real del estudiante; la estrategia de resolución de problemas se pone en marcha al intentar descifrar los enigmas planteados por la propia intriga del cuento; la enseñanza  que se extrae del relato se puede extrapolar al repertorio de las propias experiencias, etc.
 
Introducir pequeños cambios en una historia ya conocida o narrada anteriormente suele tener como consecuencia la inmediata rectificación o petición de aclaración por parte de los oyentes. Ello nos permite darnos cuenta de cómo el estudiante ha memorizado a la perfección toda la secuencia de sucesos, los diferentes personajes, sus turnos de intervención, etc. Debemos aprender a enseñar otros contenidos teniendo en cuenta cuáles son los mecanismos de la memoria, y cómo los más jóvenes memorizan sin el menor problema esos ‘mundos inventados' cuando no constituyen una imposición u obligación.
 
En conclusión, creemos que los textos siguen constituyendo un excelente medio de presentación de los conocimientos, cualquiera que sea el formato en el que se presenten. A partir de nuestra ya muy dilatada experiencia en la enseñanza online de alumnos extranjeros, nos hemos dado cuenta de que las estrategias de comprensión y producción textuales son perfectamente transferibles a las necesidades de los nativos digitales, y apostamos decididamente por la comprensión y la expresión escritas. Potenciar la creatividad a través de la expresión y la comprensión de textos escritos usando los nuevos métodos de comunicación de la era digital es la mejor manera que conocemos de superar esa ‘brecha' entre los llamados nativos e inmigrantes digitales.
 
Nota al pie:
 
1.- Véase Prensky, Marc: Enseñar a nativos digitales. EDICIONES SM, 2011. ISBN 9788467552287 (edición en papel)
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