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Evaluamos para mejorar: la evaluación de la actividad docente por parte del alumnado

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Silvia Amblàs. Directora de DEP Instituto
Para el desarrollo profesional de los equipos docentes es clave disponer de elementos que orienten a la reflexión y al análisis para incorporar (también) la práctica pedagógica al círculo de la mejora continua; acompañar al maestro o profesor en su crecimiento profesional; y aportar información a las diferentes unidades docentes (departamentos, materias...) que contribuya al crecimiento como equipo.
 
Para llevar a cabo este proceso de evaluación son necesarios los datos: evidencias fiables y fundamentadas que sean útiles, tanto para la mejora de la docencia como para la toma de decisiones en la gestión y organización del centro.
 
Buena parte de estos datos, de esta información básica, nos la proporciona la evaluación de la actividad docente, puesto que permite la visibilización de buenas prácticas en el aula; nos aporta información para reflexionar sobre la actividad pedagógica a diferentes niveles (individual, del equipo docente, departamento didáctico...); y nos permite analizar críticamente la realidad para motivar y generar mejoras en la organización. Mejoras que, sin duda, tienen que responder al contexto específico del centro, al proyecto educativo y a las necesidades cambiantes del alumnado.
 
En este sentido, la evaluación de la actividad docente, poco a poco, va rompiendo con la imagen del docente como ente individual y cada vez más, se apuesta por una metodología que favorezca las relaciones entre el mismo estamento (departamento, claustro...), pero también con otros miembros de la comunidad educativa (familias, alumnado...).
 
Así pues, con la lógica de la mejora continua y el desarrollo profesional, la evaluación de la actividad docente debería implicar diferentes metodologías y diferentes agentes. Visiones o perspectivas que a veces, con más o menos buena intención, se han contrapuesto, pero que, claramente, son complementarias.



Llegados a este punto querría poner el foco en el alumnado como agente evaluador de la actividad docente, y es que, si bien en el ámbito universitario hace años que se ha incorporado en los procesos de evaluación (generalmente de la mano del área u oficina de calidad), en el marco de la educación obligatoria todavía es incipiente el número de centros educativos que han incorporado, y menos aún las que han sistematizado, este tipo de evaluación como herramienta que complementa el análisis de la actividad en el aula.
 
Aun así, las escuelas cada vez tienen más interés en este tipo de servicio. Y no les faltan motivos, puesto que incorporar la valoración de la actividad docente por parte del alumnado en la dinámica de la escuela aporta:
 
1. Información muy valiosa (¡y única!) sobre las percepciones y expectativas del alumnado en referencia a la actividad docente.
2. Contribuye a situar el alumnado en el centro del proceso de aprendizaje.
3. Refuerza el proyecto educativo y los principios del centro en relación al perfil de alumnado.
4. Aporta contenidos al resto de instrumentos de evaluación de la función docente (por ejemplo, a las entrevistas del director/a con el profesorado, la planificación de las diferentes áreas curriculares…)
 
En este proceso muchos centros que comparten estos principios se preguntan cómo debe ser la evaluación docente por parte del alumnado y la respuesta es clara: como cualquier otra actividad de evaluación. Tiene que tener unos objetivos claramente definidos y contar con unos instrumentos de medida que proporcionen información fiable, pertinente y útil, con el objetivo de identificar áreas de mejora y planificar estrategias de desarrollo profesional.
 
Con todo, siendo realistas, hay que tener en cuenta que la sistematización de la evaluación docente por parte del alumnado puede generar algunas resistencias, sobre todo (y en general sólo) en el momento que el centro da el paso para incorporar este tipo de evaluación como estrategia de desarrollo profesional:
  • Resistencias por parte del profesorado: es un trabajo básico de la dirección explicitar las finalidades y limitaciones, garantizar un proceso de obtención de datos de calidad, y acompañar a los docentes en el análisis de los resultados y la elaboración de los planes de mejora.
  • Resistencias por parte de la misma dirección, que a menudo considera que su profesorado no está preparado. Si bien, a modo de ejemplo, según el informe TALIS (OECD, 2013) los maestros señalan que recibir evaluaciones, valoraciones y retroalimentación influye positivamente en su satisfacción personal; motiva cambios a nivel pedagógico; e impacta en su desarrollo profesional.
  • Y resistencias por parte del mismo alumnado: por eso hay que diseñar un proceso que motive la participación, garantizando el anonimato y transparencia del proceso, exigiendo responsabilidad y honestidad, y acompañando la aplicación con trabajo en clase (actividades vinculadas a la evaluación, trabajo tutorial previo...)
Con todo, si bien en muchas aulas ya se hacen evaluaciones a partir de la propuesta del profesorado que a menudo, por propia iniciativa, buscan el feed-back del alumnado, el principal reto para la dirección del centro, al que desde DEP Instituto procuramos dar respuesta, es la aplicación de una metodología fiable que permita sistematizar este proceso, hacerlo más eficiente y objetivo, añadiendo el valor de comparar (uno mismo con el grupo y con el tiempo), y con la finalidad inequívoca de promover la mejora educativa en el centro.
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