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Alejandro Tarín, Spain Marketing Assistant de CRCC Asia (Madrid)
El "fenómeno internet" es seguramente la principal particularidad que define la sociedad actual.
 
Como ya conocemos, la célula madre de la creación de internet tuvo lugar en los años sesenta, naciendo en los ochenta las primeras Word Wide Webs o  "www". Aún así, es innegable que es en el siglo XXI cuando se democratiza la posesión de computadoras en los hogares y como consecuencia directa el uso de internet, creando una infraestructura mundial de telecomunicaciones que afecta a casi todas las esferas de la vida.
 
La disminución tanto en el tamaño inicial (en un primer momento ocupaban hasta una habitación entera) como en su precio han provocado que el ordenador sea un artefacto imprescindible más de cada hogar. Estos aparatos tienen un servicio complementario que con el tiempo ha cobrado más y más importancia: Internet. Actualmente cuesta pensar que ambos productos puedan existir por separado: uno sin el otro parece que no tienen sentido, pero han pasado varios años desde que a los primeros hogares españoles llegó el ordenador hasta la llegada masiva al resto de hogares, al igual que ocurrió con internet. Éste pasó de ser un bien de lujo, sólo al alcance de empresas o de las casas de mayor poder adquisitivo, a ser uno casi indispensable.
 
Este proceso de democratización digital, que desde el punto de vista actual parece tan sencillo de explicar, tuvo su grado de complejidad. La inversión multimillonaria en I+D para mejorar los equipos y las líneas permitieron disminuir enormemente los costes en la producción. De la misma manera, la creciente demanda generó un aumento de la oferta, y el aumento de la competencia provocó una disminución constante de los precios a lo largo del tiempo.
 
Es muy interesante analizar cómo este fenómeno ha influido en los más jóvenes. Es indudable que a ellos Internet les ha abierto las puertas a un nuevo mundo, a una nueva forma de comunicarse y de estar 24h conectados con todo. Se tiende a afirmar que la consecuencia negativa de la proliferación de Internet es que se ha perdido la parte más personal de la comunicación, que se ha vuelto más fría… pero esto no tiene porque ser así: los jóvenes ya no están sólo comunicándose e interactuando en clase, en los descansos o en sus salidas después, sino que internet les permite estar en contacto en todo momento, interactuar de manera rápida, directa y eficaz.
 
Las redes sociales son unos de los grandes éxitos de Internet. Esta nueva forma de comunicación, cada vez más completa e interactiva (ya no sólo se envían simples mensajes, sino que se envían sentimientos en forma de emoticonos o se convive de forma virtual mediante juegos) debería ser indudablemente vista como una nueva herramienta para la educación.
 
Se tiende a ver a las redes sociales como a un antagonista de la educación, pero quizás si pensáramos en ellas como algo complementario, como una nueva forma de transmitir conocimientos, la historia cambiaría. ¿Por qué no aprovechar los avances tecnológicos en favor de una metodología estudiantil más amena? Las clases podrían ser más interesantes y divertidas, y seguramente traspasaran incluso las aulas, si implicamos activamente a los alumnos a través de las redes e Internet.
 
Además, Internet no se agota con las redes sociales. Herramientas digitales como los foros, utilizados para poner en contacto a personas unidas por un hobby o un interés común, o los webinar (conferencias virtuales), que permiten acceder a una conferencia online en directo estando en la otra punta del mundo, son indispensables si queremos aprovechar al máximo las posibilidades de Internet para el ámbito educativo.
 
Todas estas formas nuevas de comunicación deberían, sin duda, ser aprovechadas por los centros educativos para incentivar y motivar a los alumnos. El aprendizaje de las nuevas generaciones no debe dejar pasar el potencial que las nuevas tecnologías nos traen, especialmente Internet y las redes sociales.
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