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Smartphone y Tablet, una apuesta por la educación responsable

Artículo de opinión

  • 11/03/2013

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Josep M. Tarruella Tomas. Profesor del Instituto Caparrella y responsable de la gestión documental y de calidad (Lleida)
Cualquier profesional que se precie de serlo, ha de saber sacar el mayor rendimiento posible de sus dispositivos móviles para atender el día a día en todas sus facetas de trabajo.

Solemos ver en cualquier lugar de negocios, cómo los responsables de empresas, tanto comerciales como directivos, trabajan con su Smartphone o su Tablet, de una forma natural, como si con ellos hubieran nacido. Pero no sólo ocurre en los empleos de alto nivel, sino que en cualquier otro negocio, donde los empleados dependen de la información que reciben, es un hecho indiscutible la necesidad del uso eficiente de los dispositivos móviles con conectividad permanente.

Estos profesionales, independientemente del ámbito que sea y del nivel en que desempeñen sus actividades, no podrían realizar sus compromisos inmediatos si no dispusieran de sus elementos móviles con total conectividad y transferencia de datos.

Lo vemos y aceptamos con naturalidad, como si no hubiera otra posible alternativa. Es entonces cuando surgen unas inquietantes preguntas: ¿Cómo lo han aprendido? ¿En la Universidad? ¿En la escuela?... Nada de eso... lo han "auto-aprendido".

En nuestra época actual, año 2013, no podemos ignorar el gran impacto que los dispositivos móviles tienen entre nuestros escolares. Nadie les ha formado en su uso, ni en sus posibilidades y ni siquiera imaginan lo que puede suponer en su vida de plena formación y aún menos en la integración laboral y profesional.

Es más: por desgracia muchos de sus profesores ni siquiera conocen las inmensas posibilidades que estos elementos de comunicación y de transferencia de datos supondrá para la vida laboral futura de sus alumnos, cuando tengan que hacer un uso racional de lo que ahora solo parece ser un pasatiempo.

Ciertamente se intuye una persistente barrera entre las nuevas tecnologías de la comunicación y la educación. Por un lado se potencian y por otro se censuran... ¿en qué quedamos?

Los alumnos asisten a nuestras clases cargados de tecnología. Llevan en sus mochilas y sus bolsillos un arsenal tecnológico de una potencialidad difícil de evaluar por su propio desconocimiento. Sin embargo, solo encuentran prohibiciones: prohibido conectarse a Internet en clase, prohibido tener el móvil encima de la mesa, prohibido tener el móvil conectado... prohibido... prohibido....

¿Por qué no darle la vuelta? ¿Por qué no integrar en nuestra vida educacional, lo que forma parte de nuestra vida habitual? ¿Por qué no educar en el uso de los móviles y tabletas en la escuela, para la escuela y para un mejor aprendizaje?

Imaginemos un profesor que al llegar a clase les dice a sus alumnos: coged vuestros dispositivos, ponedlos en marcha que vamos a trabajar... Entonces tendríamos un profesor que educa en la doble faceta de ser un transmisor de conocimientos mediante las nuevas tecnologías y al mismo tiempo educaría en un uso racional y eficiente de lo que hasta entonces sólo era "para distraerse".

En la educación, hay innumerables actividades en las que se puede utilizar cualquier dispositivo móvil de los que habitualmente llevan nuestros alumnos, para sacarle partido a las ventajas que supone.

Por ejemplo, durante el curso escolar actual, se está llevando a cabo una experiencia en un curso de grado medio de formación profesional con alumnos de entre 16 y 18 años y que todos tienen algún dispositivo móvil sea del tipo que sea.

¿Cómo lo utilizan? En la clase surgen preguntas frecuentes sobre el tema que se está explicando. ¿Por qué no buscar la respuesta mediante el móvil o tableta?

El profesor propone tareas en las que hay que plantear posibles soluciones técnicas. ¿Por qué no usar el móvil o tableta para buscarlas?

También se utilizan plataformas de enseñanza y aprendizaje para interactuar entre profesores y alumnos, en las cuales los foros son elementos esenciales. ¿Por qué no usar los móviles y tabletas para, desde la misma aula, participar y aportar contenidos?

Hay que anotar las fechas más relevantes en las que entregar trabajos y hacer exámenes. ¿Por qué no anotarlas en la agenda del móvil o tableta?

Y así podríamos seguir en otras muchas actividades que se llevan a término en el aula y en el mismo momento en que el profesor plantea cuestiones relacionadas con la formación.

Todo lo expuesto anteriormente, se puede resumir en tres conclusiones:

a) cuando un alumno utiliza sus dispositivos móviles activamente en clase, en una constante interactividad con el profesor, el interés queda centrado exclusivamente en las actividades del momento. No es necesario que el profesor tenga que advertir continuamente que dejen de manipular el móvil o tableta, antes al contrario, es necesario que lo hagan para seguir las explicaciones.

b) la oportunidad de que los alumnos tengan y usen abiertamente en clase sus dispositivos, sin complejos ni miedos, hace que el profesor pueda aprovechar esta excelente ocasión para inculcar un uso responsable y adecuado de los mismos, así como compartir las excelencias técnicas de cada uno de ellos.

c) lejos de distraer, con el tiempo y el uso, el alumno reconoce que su dispositivo es mucho más que un regalo de sus padres para escuchar música, llamar a los amigos, jugar o enviar mensajes. Resulta que aquello tan proscrito en los ambientes escolares se transforma en una herramienta indispensable para el aprendizaje y crecimiento.
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