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Cómo se enfrenta un orientador laboral a su trabajo diario

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Patricia Cabrera. Orientadora Laboral de Sanromán Consultoría y Formación (Madrid)
Un orientador laboral debe poseer competencias básicas y específicas, según las pautas que está intentado establecer la Asociación Internacional para la Orientación Vocacional y Educativa (IAEVG). De toda la vasta cantidad de información, el orientador debe saber discriminar los datos relevantes de los accesorios y detectar oportunidades y amenazas al empleo. Resulta por esto imprescindible tener un buen manejo de las tecnologías de información y comunicación como son los portales de empleo, las redes profesionales, foros y blogs de profesionales, así como apartados de noticias relacionadas con el ámbito económico y laboral. Con todo ello, el orientador puede obtener y analizar la información recabada del mercado laboral.

Además de estas funciones preparatorias del proceso de orientación, el aspecto central de las funciones específicas es el acompañamiento de la persona para que desarrolle su potencial a nivel profesional. Así pues, a través de las tutorías el orientador debe ser capaz de analizar, junto a la persona orientada, su situación global, de animarle a realizar cierta introspección para identificar sus fortalezas y debilidades para su inserción o mejora laboral. Para ello, potencia competencias comunicativas, como la escucha activa, y el uso de un lenguaje motivacional y respetuoso con las diferentes culturas y características personales para una comunicación eficaz.

Al mismo nivel, encontraríamos competencias emocionales como dotar a la persona de herramientas para gestionar sus estados emocionales negativos (esto es, por ejemplo, frustración y estrés), mejorar su autoestima y legitimar su necesidad de apoyo y consuelo en el caso de pérdida del empleo. Además, el orientador debe saber gestionar de forma saludable sus propios sentimientos y frustraciones para que no interfieran en su trabajo.

Por otro lado, cabría destacar las competencias de evaluación de necesidades de desarrollo personal y profesional, así como la visión global a medio y largo plazo. El ser capaz de establecer unos objetivos profesionales y un diseño de itinerarios formativos y experienciales conlleva una serie de competencias implícitas, como un profundo conocimiento de las alternativas posibles en relación a las capacidades y necesidades del usuario y de la oferta, y de las posibilidades que ofrece el entorno en el que está buscando desarrollarse. Es necesario ayudar a planificar el itinerario de inserción/mejora de forma realista, previniendo así la aparición de pequeños fracasos o puntos muertos.

Igualmente importantes son las competencias de seguimiento y registro de los casos para su posterior análisis. El manejo adecuado de la información recibida y el registro no sólo de la entrevista de orientación, sino también del feedback, nos da una idea de la utilidad del servicio de orientación y de las mejoras a realizar en el futuro.

Por último, la necesidad del orientador de mantenerse informado y relacionado con otros profesionales intra e interdisciplinares permite fomentar competencias metodológicas y de difusión del saber hacer de una profesión en desarrollo y hoy por hoy necesaria.

El trabajo del orientador laboral es, por tanto, un conjunto de capacidades generales implícitas para cualquier trabajador, independientemente de la actividad laboral, y específicas que le permiten desarrollar una actividad centrada en la persona con necesidad de apoyo en su carrera profesional.

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