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"Existen cuatro cuestiones de cuya respuesta dependerá el propio proceso de toma de decisión del orientado: ¿para qué soy bueno?, ¿qué es lo que me gusta hacer?, ¿qué puedo aportar al mundo? y ¿qué es lo que siento que debería hacer?"

Entrevista


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Entrevista a Amparo Acereda. Psicóloga y profesora del Departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universitat Abat Oliba CEU
¿Cuáles son los elementos necesarios para que el orientado pueda indagar en los intereses, gustos, habilidades que le facilitarán una buena elección de unos estudios o una profesión?

Desde la perspectiva de la Orientación Vocacional, el orientado (alumno) tiene un papel determinante en el proceso, en tanto ha de asumir la decisión más importante de su vida -hasta el momento-, y ha de hacerlo, además, sometido a la importante presión que le supone saber que esta decisión de su carrera implica "visionar" ya cuál será su futuro. Para mí, existen cuatro cuestiones que el orientado ha de intentar responder, sin cortapisas y sin engañarse, y de cuya respuesta dependerá su propio proceso de toma de decisión:

1) ¿para qué soy bueno?: la respuesta supondrá el talento que tiene el sujeto
2) ¿qué es lo que me gusta hacer?: porque ello supondrá la verdadera motivación
3) ¿qué puedo aportar al "mundo", hasta el punto que me paguen para hacerlo?: porque esta respuesta representará la necesidad
4) Finalmente, debe preguntarse ¿qué es lo que, en realidad, siento que debería hacer?: la respuesta a esta cuestión supone la conciencia del orientado.

Si tiene en cuenta las respuestas que ha dado, y ha contestado con sinceridad, sabrá discriminar, en primer lugar, lo que no le interesa…para poder centrase, después, en aquello que sí le motiva, para lo que tiene talento, que responde a necesidades del mercado laboral, y que su conciencia sabe que es realmente eso, y no otra cosa, lo que debe hacer. De otro modo, el orientado debe preguntarse si querría acabar en una profesión que donde le pagasen bien (necesidad), pero que no le gustase y le hiciese desdichado (motivación), o que no requiriese de sus dotes y habilidades (talento). Y el orientado, futuro alumno universitario, tal vez sienta que desea hacer algo especial con su vida (conciencia).

El orientador, por su parte, debe estar muy alerta a todos los indicios que explicite (de forma manifiesta, pero también de forma no explícita) el alumno, con el fin de indagar en los tres ejes básicos en los que se ha de fundamentar el proceso de orientación: los intereses, las aptitudes y el rendimiento del alumno. Sin dejar de lado, evidentemente, el contexto en el que estos se desarrollan. No hemos de olvidar los factores sociales que influyen en esta orientación vocacional, y que tienen que ver con la influencia de los medios de comunicación, los amigos, etc., que van conformando la identidad individual y grupal del alumno. Asimismo, no podemos olvidar el prestigio social y los estereotipos asignados a determinadas profesiones, en detrimento de otras, en función del entorno socio-cultural-económico donde el orientado crece y se desarrolla. Finalmente, no se puede obviar la influencia que la propia familia ejerce en la elección, influencia que puede ser tanto positiva como negativa en la elección de la carrera y de la profesión futura.

¿Qué puede hacer un orientador si la vocación del alumno no coincide con sus competencias y habilidades?

Desde mi punto de vista, el papel del orientador es simplemente eso, de orientador. La última palabra la tiene el alumno, y su elección forma parte de su propio proceso de toma de decisiones. Y en cualquier proceso de toma de decisiones, todos sabemos que existe un riesgo de error. Ahí es donde ha de incidir el orientador, haciendo al alumno consciente de que puede errar en su decisión, si finalmente una de las variables que hemos comentado (talento, motivación, necesidad y conciencia) no están en absoluto equilibrio con las demás. En el caso que se plantea, por ejemplo, debe saber plasmar al alumno que si hay motivación, el mercado laboral necesita de su trabajo específico, su conciencia le dice que debe hacerlo, pero el talento no acompaña (es decir, sus competencias y habilidades están por debajo de los requisitos que plantea el trabajo futuro, o la carrera a elegir), es evidente que el desempeño en ese trabajo será negativo. Porque, tal y como explicitan distintos expertos en Psicología del Trabajo, el rendimiento de una persona supone la interacción entre la motivación que ésta tiene por ese trabajo, y las habilidades y capacidades que tiene para desempeñar el mismo. Si esa interacción no es positiva, la persona fracasará en ese desempeño.

Si el orientador insiste en ello, y a pesar de todo, el alumno orientado sigue empeñado en llevar adelante su vocación, aun no teniendo competencias y habilidades para ello, el orientador debe entonces insistir al alumno en que el proceso será más costoso, si cabe, pero que la decisión final no es suya, si no del alumno. Incluso, a costa de una mala decisión.

¿Considera que la falta de vocación en el alumnado es en realidad una falta de motivación? ¿Es necesaria una mayor información y orientación para fomentar el autoconocimiento y la motivación?

Creo que hay una importante falta de motivación, sí. Pero, desde mi punto de vista, el tema confluye en que lo que realmente sucede es que hay una falta de valores en general. Lo alumnos cada vez maduran más tarde, en la mayoría de hogares hay una carencia de tiempo de calidad entre padres e hijos, hay dificultades evidentes para poder conciliar la vida familiar y laboral, de modo que, muchas veces, se intenta compensar  la falta de tiempo dedicado a los hijos con recursos materiales, lo cual desemboca en que, cada vez más, el límite de tolerancia a la frustración sea menos elevado. En base a estas diatribas, vemos cómo en el sistema escolar hay alumnos con pocas motivaciones, con menos entusiasmo, con menos esfuerzo aplicado a conseguir las cosas. Tienen todo lo que quieren, con sólo levantar un dedo o decir una palabra…. Desgraciadamente es así. Considero que es el reflejo de lo que está ocurriendo en nuestra sociedad. Y necesitamos mitigar esta falta de valores. Es necesaria, como bien apuntas, una mayor información y una más adecuada orientación que ayude a nuestros futuros profesionales a realizar un análisis más apurado de sus intereses, actitudes, aptitudes y habilidades-competencias.

¿Qué le recomendaría a un estudiante universitario que no se siente motivado por la carrera que está cursando?

Personalmente, yo le remitiría a las cuatro preguntas que hemos formulado al inicio. Que las responda, de forma totalmente sincera. Si piensa que la carrera que está cursando puede encajar a medio plazo con una respuesta afirmativa de su talento, la necesidad del mercado laboral, su conciencia y su motivación, que continúe adelante, intentando hacer más llevadero el estudio cotidiano a partir de la visualización "en positivo" de él mismo desempeñando ese trabajo concreto en el futuro.

Si, por el contrario, la respuesta a las cuestiones no es afirmativa, que hable con su familia y les comente lo que ocurre, con total sinceridad, y con talante de futuro. Siempre teniendo en cuenta que éxito y fracaso son dos caras de la misma moneda, y que no existe el fracaso en sí, si no una mala decisión. Todos tenemos el derecho a equivocarnos, y rectificar a tiempo nos hace más personas. Es el momento de volverse a plantear las cuatro cuestiones, y buscar la respuesta que realmente responde en positivo a todas ellas. A partir de ahí, asumir que lo aprendido hasta el momento es parte del proceso, y ha llegado el momento de tomar la decisión de iniciar la carrera que le va a hacer realmente feliz, pues supone el equilibrio ideal para su talento, su motivación, su conciencia, y lo que el mercado necesita.

Debemos dar la oportunidad de remediar la equivocación, no cabe duda. Y la familia ha de jugar un papel esencial en ello, apoyando la verdadera decisión vocacional de su hijo. Sin presiones, y con todo el respeto y el apoyo del que sean capaces.

La coyuntura económica actual ha evidenciado la necesidad de la orientación académica y profesional en todas las etapas formativas (educación secundaria, bachillerato, FP, universidad…) y a lo largo de la trayectoria vital y profesional de las personas. ¿Hace falta más orientación en la etapa escolar (primaria)? ¿Y en las etapas adultas (para favorecer la formación continua, el reciclaje profesional, los cambios de trabajo, afrontar la jubilación, etc.?

Así es. Se ha comprobado cómo el proceso de orientación vocacional y profesional es determinante de cara al éxito en la elección futura. En la escuela, el papel de los tutores es esencial, ya desde la educación primaria. Y en sus manos está el conseguir que los alumnos acaben la Educación Secundaria Obligatoria conscientes de sus actitudes, sus aptitudes, sus intereses y sus motivaciones reales. Después, el Orientador ampliará todo ello en base a las pruebas específicas que administrará a cada uno de los alumnos, con el fin de que su autoconocimiento se vea complementado de forma eficaz con los resultados obtenidos de las distintas pruebas aplicadas. En la adultez se está comprobando la utilidad de la Orientación profesional en múltiples aspectos profesionales, especialmente en estos momentos de crisis donde tantas personas están en situación de desempleo y necesitan la figura del orientador para re-dirigir su vida laboral. No cabe duda que los nuevos planteamientos actuales demandan "reinventarse" cada día y, para ello, el autoconocimiento de las propias capacidades, habilidades y competencias es fundamental.

¿Cuál es la situación de la orientación académica y profesional dirigida a personas con necesidades educativas especiales (altas capacidades, deficiencias físicas o cognitivas…)?

Desde mi punto de vista, los sujetos con discapacidad están bien asesorados en cuanto a su orientación, en base a la discapacidad específica que manifiesten (emocional, física, sensorial o cognitiva). Un gran número de profesionales de la pedagogía terapéutica y de la psicología educativa y clínica velan por ello. En el caso de las altas capacidades, el tema es diferente. En múltiples ocasiones, se identifica erróneamente a lo sujetos superdotados, bien por desconocimiento de lo que supone el fenómeno intelectual específico, bien porque se les confunde habitualmente con otras formas de desarrollo intelectual (por ejemplo, el talento, la precocidad, la brillantez, etc.) de modo que la orientación vocacional ya parte de criterios no adecuados por no ser fiables en su identificación. Pero entrar en este tema de las altas capacidades sería un tema demasiado extenso para tratar aquí. Sólo comentar que muchos de los alumnos identificados como superdotados lo han sido porque se les envió a consulta de un psicólogo por ser considerados alumnos con fracaso escolar, y al estar indagando en su nivel intelectual (para ver si presentaban algún déficit cognitivo), se descubrió que sucedía, precisamente, lo contrario.
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