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La plantilla del hábito

Artículo de opinión

  • 18/10/2010

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Mª Ángeles Rodríguez. Ingeniero Técnico. Docente de Secundaria y Formación Profesional
Los hábitos nos ayudan a pasar el día, al evitarnos la necesidad de tener que elaborar estrategias sobre cada pequeño paso cotidiano que hayamos de dar. Nos hacen ganar tiempo. Aunque están también los malos hábitos que pueden tener un agarre presa en la mente y el comportamiento; es un hecho que los hábitos más arraigados en nuestras acciones jamás se eliminan del todo; como ejemplo estarían las adicciones.

Conocemos por estudios científicos recientes la región del cerebro que cambia cuando adquirimos un hábito determinado. Los investigadores han comprobado que vuelve a cambiar cuando este hábito se abandona, y también cómo se reactiva rápidamente cuando algún elemento nos recuerda la vieja costumbre abandonada.
Se podría decir que, el cerebro en su proceso de memoria ha desarrollado «la plantilla del hábito» para reactivarla ante la más mínima señal. Estos patrones se desarrollan y establecen en el llamado ganglio basal, cuyas funciones son esenciales en la adquisición de los hábitos, las adicciones y los procesos de aprendizaje procedimentales.

Desde hace más de una década, las Instituciones públicas están ideando estrategias comunes para hacer frente a una situación de valores a la deriva y, por ende, de hábitos por desarrollar. La experiencia nos recuerda que adquirir una rutina supone un esfuerzo considerable, y eso del empeño no forma parte de la conducta habitual de la juventud actual demasiado ligada a las imágenes dadas.

De alguna forma, la estrategia educativa de «la evaluación por competencias básicas» viene a poner orden en el proceso de enseñanza aprendizaje en unos momentos en que la sociedad refleja la importancia de lo tangible y lo inmediato, mientras se pide también que los más pequeños, los niños y los jóvenes, estudien y aprendan a su ritmo. ¿Pero cuál es el ritmo de cada uno y en función de qué parámetros se compara, se actúa y se valora?

Pensando en ello me vino al recuerdo una publicación «Elogio de la transmisión» que recoge las cartas y conversaciones entre George Steiner y la profesora Cécile Ladjali (ver pág. 6) en un Instituto de la barriada parisina de Seine-Saint-Denis. Todo gira sobre una profesión enorgullecedora y humilde a la vez: la enseñanza que nos hace ser cómplices de «remover en el educando la parte que tiene que ver con lo sensible lo volitivo, con todo aquello que no se refleja tan bien en una prueba escrita».

Para hablar de competencia conviene revisar la norma UNE 66173 que en su glosario distingue significativamente entre las expresiones «evaluación» y «valoración» de competencias. Definiéndolas de tal forma que la primera engloba a la segunda, al concebir la evaluación como diferentes métodos de valoración de las competencias. A su vez, la norma define la valoración de competencias como «la operación que consiste en determinar el estado de las competencias y habilidades de un individuo».

Así pues, la evaluación como valoración del logro de la competencia adquirido por el estudiante implica, en la práctica, una reorientación del concepto y del proceso de evaluación tradicionalmente utilizado en la educación, desde el momento en que su objetivo principal no puede limitarse a determinar lo que un individuo sabe sobre una determinada materia, sino que ha de valorar en qué grado el estudiante posee y domina una determinada competencia.

La evaluación se halla en una encrucijada didáctica, en cuanto que es efecto y a la vez causa de los aprendizajes: si la adquisición de competencias se ha convertido en el objetivo principal de la formación, la evaluación debe reorientarse para controlar que los resultados del proceso de enseñanza aprendizaje aseguren la consecución de este objetivo; aunque también constituye una oportunidad de generar y desarrollar nuevos contenidos formativos.

Podemos concluir que el proceso de evaluación por competencias aparece, esencialmente, como un proceso de recogida, procesamiento y valoración de información orientado a determinar en qué medida el estudiante ha adquirido el conocimiento y dominio de una determinada competencia o conjunto de competencias.

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