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Mª Teresa Millán Cases. Psicóloga y vocal de actividades de la Asociación Aragonesa de Altas Capacidades Sin Límites
"No se por qué tenía tantas ganas de ir al cole de mayores, pensé que me iban a dejar crear, inventar y experimentar”.

Esta frase, dicha por una niña de altas capacidades al comenzar primaria, creo que es un buen punto de partida para reflexionar sobre si el sistema educativo está preparado para asumir la formación del alumno superdotado. Porque sintetiza en muy pocas palabras el estilo de aprendizaje que prefiere la mayoría de estos niños. En palabras de Carmen Jiménez Fernandez (1), su estilo de aprendizaje puede caracterizarse de autónomo, centrado en la tarea, crítico, motivado, persistente y creativo.

Y creo también que la mayoría de los profesores recibirían las palabras de esta niña como una pesada losa, difícil de llevar. Y sentirían que trabajar con un alumno que tiene estas necesidades educativas, es un esfuerzo de titanes que no merece la pena emprender.

Podríamos concluir, por lo tanto, que la escuela no está preparada para atender a los alumnos de altas capacidades. Y no nos equivocaríamos. Porque a pesar de que Lopez Andrada (2) nos recuerde que, a nivel psicométrico, podemos considerar que hay un alumno superdotado por aula; el número de Acnees por altas capacidades es considerablemente inferior en toda España.

Y este hecho no es de extrañar, teniendo en cuenta que no hay un criterio claro y uniformemente aceptado por los orientadores escolares a la hora de diagnosticar las altas capacidades. A veces se considera que un alumno tiene altas capacidades cuando su CI es superior a 130; otras veces cuando todas las capacidades, sin excepción, están en un nivel superior; o cuando el alumno tiene un rendimiento excepcional. Y otras veces, además de todo esto, se pide que el alumno sea creativo, esté motivado por las tareas escolares y sea muy sociable.

Pero después del diagnóstico, nos encontramos con el desconocimiento del problema entre los profesionales de la educación. Al fin y al cabo, la legislación abordó por primera vez de forma explícita la educación de los más capaces en 1995. Hasta 1996 no se regularon las condiciones y el procedimiento para regular el periodo de escolarización obligatoria. Y el término altas capacidades no aparece hasta el año 2006, con la LOE. No es de extrañar entonces que en este tema aún estemos en pañales.

Así, muchas veces, el profesor antepone una serie de criterios erróneos a la adaptación curricular, como por ejemplo que termine la tarea antes que los demás, o que muestre interés por lo que se hace en clase aunque ya haga tiempo que domine ese tema Y cuando son unos adultos en pequeñito, cuando se portan bien en el aula, son trabajadores, limpios, ordenados, educados, responsables, hacen los trabajos sin protestar… ¿Qué necesidades tiene este niño, si no necesita ayuda de ningún tipo?

Llegados a este punto, el pesimismo nos invade: si apenas hay niños reconocidos, y son muchos los reconocidos que no reciben ningún tipo de atención por parte del profesorado, si entre los profesionales predomina el desconocimiento del tema y abundan tanto los prejuicios como en el resto de la sociedad… Definitivamente, tendremos que concluir que el sistema educativo no está preparado para atender al alumno de altas capacidades.

Sin embargo, algunos profesores consiguen que sus alumnos de altas capacidades vayan contentos al colegio, que no pierdan el interés por aprender y que desarrollen hábitos de estudio (cosa que, dicho sea de paso, no necesitan hasta la ESO, cuando ya es muy difícil inculcárselos y si no los tienen están abocados al fracaso escolar).

Y aquí es donde el pesimismo desaparece. Porque una cosa es el sistema educativo, y otra los seres humanos que lo forman. Y como en todo, al final lo importante es la persona.

Y si un profesor se da cuenta de que un alumno ya domina determinados objetivos, puede proponerle otro tipo de actividades no repetitivas que le proporcionen un aprendizaje significativo. Aunque todavía no se haya hecho la evaluación, ni el informe, y falten meses para que llegue la resolución de la Dirección General de Renovación Pedagógica. O aunque todo este proceso no se llegue a realizar nunca.

Déjame crear, inventar y experimentar no significa otra cosa que déjame aprender a mi ritmo, descubrir las cosas por mi misma, ser protagonista de mi propio proceso de aprendizaje. Sinceramente, tal como está estructurado el sistema educativo, esto no es fácil.

Pero afortunadamente el ser humano está estructurado de un modo mucho más abierto, dinámico y flexible, y por eso para el profesor llevar a cabo esta labor es posible. Es más, no sólo es posible sino que además es necesario que lo haga, en beneficio propio, del alumno y de la sociedad en general.


Notas al pie:

(1) JIMÉNEZ FERNÁNDEZ, C. (2000). Diagnóstico y educación de los más capaces / UNED. Madrid
(2) LOPEZ ANDRADA, B. (2000). Alumnos precoces, superdotados y de altas capacidades / MEC. Centro de investigación y documentación educativa. Madrid
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