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Del papel y lápiz a la tableta digitalizadora

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Silvia Torralba. Directora de Marketing de la escuela Trazos (Madrid)
Por norma general, el "diseñador gráfico” se ha caracterizado siempre por tener un perfil creativo, buen gusto a la hora de componer y por su capacidad de organizar con cierta armonía la información en cualquier tipo de soporte gráfico. Se podría decir que son "artistas publicitarios”. Algunos más comprendidos que otros, más o menos extravagantes, creativos, pero siempre DISEÑADORES.

Eso, de modo general. Pero si lo que nos trae aquí es analizar la evolución de esta profesión, tenemos que definir el perfil del antes y del ahora.

Recuerdo un viaje en tren con un tío mío cuando tenía unos dieciséis años. Como buen informático que era, tenía nociones de prácticamente todo lo que se podía hacer teniendo como punto de partida un ratón. Le gustaban mucho mis tontos dibujos y, por esta razón, se tiró las dos horas y pico que duró el viaje hablando "no sé qué” de hacer lo mismo con el ordenador, que me facilitaría el trabajo y, además, podría dedicarme a la publicidad donde se ganaba mucho dinero, etc. ¡Lógico que me quedé con lo último! Ganar dinero dibujando y haciendo cartelitos divertidos... Si para eso tenía que aprender a manejar un equipo informático, ¡así lo haría!

Entonces descubrí que había dos tipos de diseñadores: los de élite que manejaban Mac, sabían Illustrator o Freehand y trabajaban en equipos creativos en agencias de publicidad (ganando la "pasta” a la que se refería mi tío). Por otra parte estaban los que eran más operadores que diseñadores y que solían trabajar en imprentas (¡resolviendo los "marrones” de los que ganaban la "pasta”!)

Pero lo verdaderamente bonito de esta profesión estaba en el proceso creativo en sí… el boceto en un trozo de servilleta, los retales de papeles tirados por el suelo después de doblar y cortar diez veces un folio, la foto del pie de tu vecino que tenía la forma perfecta para hacer una textura de fondo, el clip que destrozabas y pegabas junto con… vamos, los momentos previos al trabajo propiamente dichos. Uno no se sentaba delante del ordenador sin antes coger su papel y su lápiz y marearlos un poco.

Pero como el tiempo todo lo cambia, de repente pasamos por el "boom” tecnológico y, con él, sufrimos la masificación de muchas profesiones como, por ejemplo, la de los diseñadores. Cualquiera que supiera manejar algún programa de diseño ya se llamaba diseñador. El "artista” poco a poco fue sido sustituido por el operador informático de la misma forma que los fotolitos por el directo a plancha, las diapositivas por fotos digitales, el lápiz por la tableta digitalizadora, etc. La mayoría de los diseñadores "veinteañeros” ni siquiera sabría decir qué es un cuenta hilos… Realmente, ¡no les hace falta! El periódico dice: "se necesita diseñador gráfico con manejo de Freehand, Illustrator, Photoshop, InDesign, QuarkXPress, HTML, Dreamweaver, Flash, tanto Mac como PC…” y algunos, ya aventurándose a encontrar el currante perfecto, aún dicen: "se valorarán conocimientos de dibujo y fotografía”. Pero ojo, no es lo que más les interesa…

Y éste es el nuevo perfil del diseñador actual: polifacético, rápido, productivo y que sepa manejar todo tipo de programas informáticos. El diseño dejó de ser algo que "daba tanto dinero” (ay, porqué escucharía a mi tío…), por lo que aumentaba la necesidad de hacer más en menos tiempo para que valiese la pena. Gracias a la tecnología, surgen las bibliotecas gráficas, los filtros, pluggins,… y tantas cosas más que han facilitado nuestra vida.

Lo que no ha cambiado, es la necesidad que tenemos de trabajar con algo que nos guste, que disfrutemos de ello y, como me dijo un alumno el otro día, que hasta uno se pueda "sentir culpable” por trabajar con algo que no considera un esfuerzo.

Así que, al final, más que evolución, creo que estaría más justificada la palabra "cambio”. Lo que antes era una actividad más común entre artistas, ahora tiene más demanda entre jóvenes con un perfil, además de creativo, técnico. Los que realmente profundizan las herramientas de producción y consiguen explotar al máximo dichos recursos tecnológicos, son los que al final consiguen realizarse profesionalmente.

Ahí es donde entra la necesidad de que la formación específica de este sector se adapte a la tecnología. Al menos esto es lo que el alumno de hoy espera de su formación. Él confía en que se le proporcionará lo mejor no sólo cuanto a la calidad de la enseñanza, sino que también espera que los medios y herramientas que tendrá a su disposición sean los que se asemejen a un puesto real de trabajo y que, además, sean diversificados para que pueda adaptarse a las distintas ofertas laborales a las que desea acceder.

Ya personalizando esta cuestión, uno puede hablar desde su trayectoria personal y su experiencia. En el caso de la escuela Trazos, después de más de quince años acompañando este cambio del perfil profesional de los diseñadores gráficos, se ha desarrollado un programa formativo más enfocado a las prácticas laborales, a los proyectos personales del alumno y a la versatilidad del mismo como diseñador polifacético y técnico creativo.

Y cuando el alumno se sienta preparado, seguramente no lo estará… porque en este sector nunca estaremos completamente preparados, pues sigue evolucionando, cambiando. Se siguen sumando constantemente factores tecnológicos que cambian el rumbo del sector, sus tendencias y sus modas. Aun así, lo único que no dejará nunca de ser importante, lo que no cambiará, es la necesidad de una PLANIFICACIÓN del trabajo.

El otro día tuve una grata sorpresa cuando vi a uno de los alumnos de nuestra escuela sacar de su mochila una pequeña libreta y empezar a trazar su boceto… Como ocurre con muchas modas, ¿estaremos volviendo a referencias que funcionaron en el pasado? Ojalá.
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