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Evolución de las profesiones tradicionales de baja y alta cualificación

Artículo de opinión

  • 30/01/2006

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Juan Carlos Jiménez Redondo, Profesor de Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid
Los avances científico-técnicos de la era de la globalización han generado importantes cambios en la estructura del empleo. A los requerimientos de formación inherentes a un mundo crecientemente informatizado y computerizado, se añade la aparición de nuevas profesiones y de nuevos yacimientos de empleo que han diversificado muy notablemente el número de categorías de empleo en los últimos veinte años. Sin embargo, las nuevas profesiones no han desplazado ni mucho menos a las tradicionales, especialmente a aquellas de baja cualificación. Si analizamos los datos de ocupaciones significativas que proporciona el INEM, se observa como las diez ocupaciones más contratadas siguen siendo profesiones tan tradicionales y tan alejadas de la sociedad tecnificada y globalizada como peón de la industria manufacturera, trabajador agrícola, empleado administrativo en general, albañil, camarero, limpiador, peón de la construcción, dependiente de comercio, peón agrícola en general o mozo de carga.

En estas ocupaciones, es obvio que los perfiles siguen básicamente inalterados, y las demandas de formación siguen siendo las tradicionales. Lo que si ha cambiado es que la alta tasa de demanda no significa en todos los casos un alto nivel de remuneración, ni lleva aparejada una alta estabilidad en el empleo. En realidad, en estos ámbitos se produce una tendencia relativamente contradictoria que combina la existencia de mucho trabajo, pero en condiciones de alta temporalidad y limitada remuneración.

Tampoco parece posible afirmar que en el ámbito de las profesiones de alta cualificación se haya producido un cambio radical de tendencia en el sentido de que las profesiones tradicionales hayan sido arrinconadas ante el empuje de las nuevas profesiones. De hecho, las más demandadas siguen siendo la de economista, dirección de empresas, derecho o medicina. Lo que se ha producido ha sido, más bien, una transformación en los perfiles requeridos para su desempeño, al vincularse de forma definitiva e irreversible con el manejo fluido de habilidades informáticas y tecnológicas relativamente complejas, propias, evidentemente de la actual sociedad de la información. Por tanto, las profesiones tradicionales de alta cualificación siguen siendo altamente competitivas en el mercado laboral, aunque adaptadas a las nuevas exigencias de los avances técnicos, de las nuevas tecnologías, y de una sociedad cada vez más globalizada y, en consecuencia, más internacionalizada y dependiente del mundo exterior. Lo que verdaderamente ha cambiado es, en definitiva, los procedimientos y el perfil de las actividades profesionales, no éstas en sí mismas.

A pesar de que el cambio en la estructura profesional es en términos generales relativamente limitado, no por ello parece menos significativo. Sobre todo, en varios aspectos fundamentales. El primero es la expansión en las categorías de empleo, que se han multiplicado casi por diez en los últimos veinte años. El segundo, es el asentamiento y desarrollo de los llamados nuevos yacimientos de empleo. Esto es, las nuevas profesiones asociadas a la aparición de nuevas necesidades en las sociedades posmateriales por efectos de procesos complejos como la evolución de las estructuras familiares, la longevidad, la incorporación de la mujer al mercado laboral o el deterioro medioambiental. En concreto, estos nuevos yacimientos se agrupan en cuatro bloques: servicios de la vida diaria, servicios de mejora del marco de la vida, servicios culturales y de ocio y servicios de medio ambiente.

En este apartado cabe destacar la extraordinaria evolución de los servicios a domicilio, con un incremento de porcentaje elevadísimo, especialmente en todo lo referente a servicios domiciliarios y a la tercera edad, visitador social, educador social u orientador profesional de inserción. También es muy significativo el peso que han adquirido profesiones como guía de reservas naturales, agentes de desarrollo social, técnico de mantenimiento de bienes culturales o aquellas relacionadas con la gestión de residuos. En términos generales, lo más característico de estos nuevos yacimientos de empleo es que han supuesto la aparición de nuevos perfiles profesionales y, sobre todo, la adaptación de de otros ya existentes las nuevas demandas sociales, lo que ha permitido abrir nuevas oportunidades de trabajo tanto a jóvenes como a personas que querían reintegrarse en el mercado laboral.

Esta misma dimensión dinámica, es decir, de adaptación a las nuevas formas de vida, tiene un fenómeno todavía modesto pero en constante progreso como es el de la aparición de nuevas profesiones vinculadas a la escasez de tiempo libre o al disfrute del ocio. Son profesiones tendientes a ofrecer servicios para aquellas personas que no disponen de tiempo para realizarlas o prefieren emplearlo en otras actividades. El "shopper" o persona encargada de efectuar compras por otro, el asistente personal o paseador de perros son nuevos perfiles profesionales que responden a estas nuevas demandas sociales.

Por último señalar el auge que están adquiriendo nuevas profesiones vinculadas a las tecnologías de la información y la comunicación. Evidentemente son sectores estrechamente vinculados a los cambios introducidos por la revolución telemática y la sociedad de la información, que requiere nuevos perfiles profesionales de alta cualificación técnica. Las nuevas tecnologías no sólo han generado nuevos perfiles profesionales, sino que también han permitido nuevas formas de trabajo y nuevas formas productivas. En especial el teletrabajo y la aplicación de las tecnologías al comercio y al marketing. Lo más llamativo, sin embargo, es que estas aplicaciones no requieren un nivel de cualificación extraordinario, más bien el desarrollo de ciertas habilidades y destrezas de tipo medio caracterizadas como "nivel usuario".

En conclusión, la sociedad de la información y del conocimiento ha traído consigo la aparición de nuevas profesiones y la adaptación irreversible de otras más tradicionales. Los perfiles profesionales se han tenido que adaptar de forma irrenunciable a este imparable avance de la informática y las demandas de comunicación de un mundo cada vez más internacionalizado e interdependiente. En el primer caso, la informática aparece como un fin en sí mismo, es decir, como objeto propio de la profesión; en el segundo caso, es un instrumento imprescindible para desarrollar plenamente el trabajo. Los cambios introducidos en la dinámica social posmaterial han generado también nuevas demandas y la aparición de nuevas profesiones o la adaptación de ciertos perfiles más tradicionales a otros más novedosos y de prometedor futuro.

Los cambios profundos que la aceleración tecnológica ha introducido en la estructura social se reflejan también en el ámbito educativo, presionando sobre los esquemas formativos tradicionales, especialmente sobre los títulos académicos superiores. La adaptación de la universidad a esta evolución parece imponerse, a pesar de que todavía hoy acceder al mercado laboral con un título universitario es una indudable garantía de éxito si consideramos que el 74% de los titulados universitario consiguen su inserción laboral en un período máximo de veinticuatro meses.
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