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¿Qué quieres estudiar?

Algunas perversiones acerca de las técnicas de estudio

Artículo de opinión


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Bienvenido Santiago Muñoz, Coordinador de la Asesoría Psicológica y Social del Servicio de Asistencia a la Comunidad Universitaria (SACU) en la Universidad de Sevilla
Son pocas las actividades a las que los humanos (occidentales) dedicamos tanto tiempo como a estudiar, y que a su vez tienen un tan pésimo diseño para la adquisición de las habilidades básicas para su manejo.

Y no será porque se trate de una habilidad harto compleja, ya que el tiempo que se tarda en explicar la secuencia de actividades que están comprendidas bajo la etiqueta "estudiar” no va más allá de 20 minutos.

Y tampoco creo que se trate de una actividad novedosa para la humanidad, hace siglos que estudiamos y los procedimientos están descritos hasta la saciedad: Ebbinghaus nos explicaba en el siglo XIX cómo funcionaba nuestra memoria, que por otro lado, sigue funcionando igual, claro; la cantidad de libros que describen técnicas de estudio (a veces con nombres dignos de las mejores películas de ciencia ficción, por cierto) es ingente.

Tampoco será porque no exista una preocupación de todos los actores implicados en el hecho educativo, que a día de hoy somos casi todos ya sea como padres, alumnos o profesionales. La propia administración educativa en todos los niveles, incluido el universitario (impensable hasta hace apenas un lustro), no hace otra cosa que enseñar a sus alumnos a... ¿estudiar?

Si es efectivamente tan simple, está tan bien descrito y todo el mundo está interesadísimo en el asunto, entonces ¿qué sucede?, ya que es evidente que el índice de fracaso escolar es elevadísimo.

Partamos del hecho que "estudiar” significa adquirir una serie de habilidades y ponerlas en práctica de manera eficaz, eficiente y efectiva para obtener un resultado determinado. Como también podríamos decir de "conducir”. Si preguntáramos a alguien que ya tiene carné que cómo se conduce, podría hacernos una descripción de los elementos básicos que componen esta habilidad. Pero si preguntamos a alguien que cómo estudia, y yo lo hago diariamente a universitarios/as a los que se le supone un dominio de esta habilidad, las respuestas son bastante desconcertantes: "¿te refieres a dónde estudio?”, "¿cómo que cómo estudio?, pues estudiando”.... ¿Por qué sucede esto?

A mi entender, existen algunas perversiones alrededor de hecho de estudiar. Sin ánimo de ser exhaustivo por el espacio con el contamos, voy a señalar algunas de ellas.

La primera y básica, es la confusión que se establece cuando se igualan actividades tan diferentes como estudiar y aprender. No son incompatibles, pero estaremos de acuerdo en que lo que hay que hacer para aprender (tarea que puede resultar incluso muy agradable) no es lo mismo que lo que hay que hacer para estudiar, que incluye la memorización de cara a un examen y la memorización no es ninguna tarea agradable.

Es esencial tener presente esta diferencia ya que en todos los niveles del sistema educativo se establece una encarnizada batalla alrededor al aprendizaje ¿o del estudio? Un profesor universitario de una carrera técnica me decía que la virtud de la enseñanza se encontraba en el justo equilibrio de 2 fuerzas opuestas: la del alumno queriendo aprobar y la del profesor queriendo que aprendan.

En primaria, que es la etapa en la que el alumno comienza a instaurar sus hábitos frente a los libros, el sistema vuelca sus esfuerzos en que los/as alumnos/as aprendan y les piden raramente que estudien. Evidentemente también les enseñan a estudiar, pero a los alumnos no les resulta necesario para aprobar. Como mucho, necesitan leer un día antes del examen. Y si esto es lo que necesitan, esto es lo que harán, como es lógico. Por pura economía de comportamiento. Pero, ¿estudiar es leer el día antes del examen? Parece claro que no. Y sobre todo conforme vamos subiendo de nivel en el sistema educativo en donde cada vez más se le exige la habilidad de estudiar. Con memorización incluida, por supuesto.

Pero esta exigencia empieza a hacerse presente con más intensidad a partir de secundaria, es decir, cuando el alumno lleva años (6 en concreto) relacionándose con los libros de una manera determinada. Y con éxito, por cierto.

¿Nos hacemos una idea de lo que supone cambiar un hábito instaurado durante al menos 6 años, en una edad tan temprana, que le ha dado resultado hasta la fecha y que la alternativa implica más esfuerzo? A mi, sinceramente, no se me antoja una tarea especialmente fácil.

A partir del momento en que las exigencias comienzan a subir, cada uno hace lo que puede y, por ensayo y error en la mayoría de las ocasiones, va llegando a sus propias conclusiones. Con distinto grado de acierto, evidentemente. He conocido universitarios (y no uno ni dos) que leían 50 veces cada párrafo para ¿estudiarlo? ¿aprenderlo? Para hacernos una idea del análisis al que se somete el tema del estudio, baste decir que la solución primera que se da cuando hay problemas es invertir más tiempo, es decir, no hay análisis de actividad sino incremento de tiempos, y claro, hacer las cosas mal durante más tiempo sólo nos garantiza hacerlas estupendamente mal.

La intervención para la mejora del rendimiento académico no sólo puede ofrecer información sobre la estrategia de estudio "buena”, sino que implica establecer un programa de actuación cuya finalidad sea cambiar los hábitos de trabajo tan fuertemente instaurados. Si le preguntamos a los alumnos de los cursos de técnicas de estudio al uso que qué tal, casi siempre responden "bueno...”. Los asistentes esperan que les den la varita mágica y la estructura de estos cursos suele responder a un listado de actividades bien hechas que, normalmente sumen al asistente en más desesperación por su sentida incapacidad para hacerle frente.

Hasta que el sistema educativo no aplique un enfoque coherente (contingente) de lo que significa aprender/estudiar, las intervenciones en rendimiento académico se deberán parecer más, salvando las distancias, a un proceso de intervención para la deshabituación de sustancias adictivas que a una clase magistral en la que indicando "el camino”, los alumnos se lanzarán a él.

En ello estamos.
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