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El cuestionamiento de los estudios humanísticos

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Rubén C. Lois González, Decano de la Facultade de Xeografía e Historia de la Universidade de Santiago
Desde hace año y medio soy Decano de una Facultad de más de 2.000 alumnos y 120 profesores. Una Facultad de una universidad centenaria donde se imparten tres títulos de licenciado (Geografía, Historia e Historia del Arte), cinco doctorados y tres postgrados diferentes (puede ser que el próximo año ya sean cinco). En la Facultad estamos relativamente orgullosos de lo que hacemos. Hemos conseguido estabilizar (cuando no aumentar) las matriculaciones, estamos siendo bien evaluados desde el exterior, y cada vez dedicamos más tiempo y recursos a dos cuestiones que consideramos fundamentales: ampliar la oferta de Tercer Ciclo y preocuparnos por el nivel de inserción profesional de nuestros titulados.

En la Facultad la licenciatura más exitosa es Historia del Arte. La que más alumnos capta, la que en quince años de existencia independiente mejor ha definido (junto a Geografía) sus salidas laborales (gestor de bienes culturales, de patrimonio, técnico local de cultura, comisariado de exposiciones, galerista, docente, guía turístico, etc.) y la que también ha afirmado una cierta autonomía científica respecto a su madre, la Historia. Además, un compañero del equipo decanal que ha formado parte de la comisión que ha elaborado el Libro Blanco de Historia del Arte nos comentaba que esa titulación existía en casi toda Europa (Alemania, Italia, Reino Unido, Holanda, Dinamarca, etc.) y que en Francia se había decidido concederle un grado independiente.

Y hace unas semanas comenzamos a recibir llamadas, mails, primero diciéndonos que la subcomisión de humanidades (la encargada de proponer un catálogo de títulos a la comisión y al Ministerio, que decidirán sobre ellos), se había cargado el título del mismo nombre (de Humanidades) y luego se fue confirmando que se pretendía eliminar también la Historia del Arte independiente y desestabilizar el nuevo grado de Historia con una digestión pesada de miles de alumnos, con el término de una separación que había funcionado bien. Nunca vimos el informe de la subcomisión, nuestro compañero del Libro Blanco de Historia del Arte nos dijo que no habían sido consultados por la subcomisión e, incluso, un miembro de la misma (representante de la Xunta de Galicia) nos negó que él hubiese participado en una decisión de ese tipo. Y, sin embargo, las filtraciones a la prensa repetían el drástico recorte de títulos en Humanidades, ratificaban la eliminación de Historia del Arte y lo que, a mi juicio, es más grave, volvían a situar en el debate público al conjunto de estudios humanísticos como el hermano pobre de la oferta educativa superior.

Nunca Máis! Fue el grito que en Galicia identificó a los que denunciamos la pésima gestión de la catástrofe del Prestige hace pocos años. Nunca Máis puede ser de nuevo una expresión pertinente para destacar la incompetencia de un conjunto de responsables públicos que alegremente han formado parte de una subcomisión muy importante, que no han leído los documentos necesarios para llegar a una conclusión bien fundamentada, que no han consultado a los agentes implicados, que no han estimado un conjunto normalizado de requisitos mínimos para mantener una titulación (por ejemplo, demanda constante, individualización académica, salidas profesionales propias, y existencia del grado en otros países europeos) y que, a día de hoy, no sabemos si han votado un polémico informe y cómo lo han votado.

Frente a esto la Facultade de Xeografía e Historia de Santiago, en su Junta plenaria, ha decidido adoptar por unanimidad tres acuerdos sobre la cuestión. La defensa de dos grados independientes de Historia e Historia del Arte, donde se refuercen los contenidos transversales, pero en los que se respeten escrupulosamente la autonomía alcanzada entre la formación de los historiadores y de los historiadores del arte. En segundo lugar, defender públicamente la importancia de los estudios humanísticos. Afirmar su valor para la sociedad y superar de una vez la falsa visión que tiende a identificarlos como los eslabones débiles de la oferta de enseñanza universitaria. En último término, pedir un debate democrático, participativo y abierto en la adaptación de los títulos de la universidad española al espacio europeo de educación superior. Mal camino es que actuaciones oscurantistas de subcomisiones y comisiones suplanten evaluaciones de estudios que hemos realizado en los últimos años, libros blancos que se han redactado con enorme profesionalidad, y debates que la universidad (fiel a su herencia) ha realizado y realiza con carácter permanente. Como el Nunca Máis! supo poner sobre la mesa un ejemplo de incompetencia administrativa, ahora con la defensa de la Historia del Arte y las humanidades pretendemos evitar que procesos oscuros, mal gestionados, nos impidan adecuar nuestros estudios a un marco europeo de calidad.

Rubén C. Lois González
xerulois@usc.es
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