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Las otras selectividades

Editorial

La Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) produce un proceso de reordenación del alumnado. Pero hay otras "selectividades": en el instituto, en la elección de centro, en el primer curso y en el mercado de trabajo.


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Enric Renau, Editor de Educaweb.com
Las estadísticas oficiales nos indican que, como nunca, la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU), más que limitar la entrada de los estudiantes a la Universidad, producen un proceso de reordenación de los futuros alumnos en función de un examen homogeneizador para que puedan escoger su carrera preferida en la Universidad deseada.

Ya el año pasado se ofertaron más plazas de nuevo ingreso en las Universidades públicas que potenciales alumnos demandantes, aunque como se puede leer en otros artículos de nuestra monografía, la situación no es idéntica en todas las comunidades autónomas, ni en todas las carreras ni en todas las Universidades.

Hay pues otras "selectividades"

La primera selectividad se produce durante todo el proceso de formación obligatoria y se ratifica aprobando la Prueba de Acceso a la Universidad. Un instituto que se precie -público o privado- no puede enviar a un alumno a la Selectividad si no percibe que tiene unas mínimas posibilidades de aprobar. Como tampoco los evaluadores de la prueba, no deben aceptar rebajar los niveles de exigencia por mucho que la demografía reste alumnos al sistema de Educación Superior.

La segunda selectividad se produce cuando un estudiante no puede estudiar dónde pensaba. Desgraciadamente, la lucha por el dónde se refiere más a la cercanía geográfica de la vivienda que no a la diferenciación de cada facultad en su especialización, sus docentes o su estilo de transmisión de conocimientos, por ejemplo. El rígido sistema de homologación de los planes de estudios y la falta de valentía de las Universidades tampoco ayudan mucho en este proceso.

La tercera selectividad aparece en el primer curso de la mayoría de carreras, momento en el que se producen desánimos y relajaciones, desorientación y suspensos por doquier. La falta de autodisciplina estudiantil, la presión del mercado de trabajo y las necesidades económicas de los jóvenes, o la corporativa dureza de algunas carreras son algunas de las explicaciones que podemos dar.

Finalmente está la selectividad del mercado de trabajo. Varios estudios han demostrado que aún hay un desajuste entre la demanda de los estudiantes y la demanda del mercado de trabajo, por un lado, y la oferta universitaria, por el otro, fruto de la rigidez laboral de las organizaciones de Educación Superior, en especial, del sistema público.

Muchos estudiantes luchan por conseguir un título universitario. Por su valor y por su prestigio social

Un título tiene su valor, por supuesto, particularmente para opositar en la administración pública. Ya soy consciente que muchos estudiantes prefieren la seguridad y horarios del sector público que las potencialidades de convertirse en profesional liberal, emprendedor o empleado del sector privado con o sin ánimo de lucro. Pero esta seguridad, en general, también es sinónimo de mayor estancamiento profesional y salarial.

En cuanto al prestigio de un título universitario, seguramente cada vez es más cierto que pesará más el nombre del centro que lo haya impartido, la red de contactos que se hayan generado y la simbiosis con su mercado interior y su proyección exterior que el propio diploma colgado en la pared.

Enric Renau
Editor
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